Ofelia Uribe. Una voz insurgente

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“La independencia económica no es nada sin la igualdad civil, que es lo único que caracteriza las verdaderas reivindicaciones femeninas porque es verdaderamente irrisorio y profundamente ofensivo que, a la mujer, a quien no se le reconoce la facultad de discernimiento y raciocinio propio de todos, ser consciente, sí se le exija en cambio su plena responsabilidad ante la ley”

Una voz insurgente era la de Ofelia Uribe, y así también se titulaba el libro que escribió, una voz que reclamaba igualdad, una voz que se sublevó al dominio patriarcal dominante en su país y en su tiempo.

Ofelia Uribe Durán (de Acosta) (1900-1988), vivió en casa en un ambiente liberal, en el que ella era la mayor de cinco hermanos, todos varones.  La familia la formaban su Juan Bautista Uribe (1835-1893) y su madre Josefa Durán Gómez (1834-1894), y sus hermanos (Tomás, Leonardo, Abelardo y Juan).

Siendo ella pequeña la familia se traslada a la población de Socorro, y será en ella donde Ofelia realizará los estudios en la escuela primaria pública, y, posteriormente realizó estudios en la Normal de San Gil.

Podemos decir que desde pequeña fue feminista, y ella misma lo afirmaba asegurando que ello era debido al ambiente familiar, y a que en su casa la educación fue totalmente igualitaria entre ella y sus hermanos varones, realizando actividades que se consideraban poco apropiadas para las chicas de su época, como trepar a árboles, montar a caballo o el tiro al blanco, entre las actividades físicas. Y, aunque sus padres eran liberales, escaparse de la presión del entorno con la única chica era difícil, y por tanto su educación intelectual con libros que le proporcionaban sus hermanos a escondidas, distaba de lo que de ella esperaban, y de una educación más dirigida a ser una buena mujer (libros de cocina, vida de santos): saber obedecer, callar y no destacar.  Pero nada ni nadie la detenía, y ella tempranamente comenzó a leer a las sufragistas y a aquellas mujeres que luchaban por la igualdad entre ambos sexos.

Ofelia tuvo conocimiento, por medio de la lectura, de la lucha solitaria de algunas mujeres.  Más tarde, en su libro “Una voz Insurgente”.

“Yo participaba en todos los juegos de mis hermanos. Eran mis compañeros de subir árboles, atravesar los ríos, nadar, montar a caballo, todo igual que ellos (…) con ellos aprendí a tirar al blanco y tenía buena puntería (…) un día en una visita yo dije que yo manejaba muy bien el revólver y que sabía apuntar. Mi mamá se horrorizó, y me dijo: ¡pero niña cómo va a decir semejante cosa! ¡una señorita echando bala y con un revólver en la mano! ¡eso no se dice! (…) otro día dije que había atravesado el río, y me dijo: ¿cómo va a decir eso? Empecé a darme cuenta que había cosas que a las niñas se les prohibía y a los hombres no ¿y por qué, si yo jugaba a lo mismo con ellos? ¿si yo podía hacer esas cosas igual que ellos, por qué a mí me lo prohibían? Ahí empezó mi rebeldía”

En 1917 ha terminado sus estudios en la Escuela Normal, el país, Colombia, ha pasado una época de conservadurismo, pero en ese momento estaba en una fase liberal, y pronto consigue trabajo, primeramente, como escuela de primaria durante un año, pero pronto con su madre abre un colegio, que dura poco tiempo por falta de apoyos y por presiones del entorno. 

“Pero los liberales no conseguíamos auxilios y las pensiones no alcanzaban para cubrir los gastos. Tuvimos que cerrar el colegio”.

Debido a todo ello tuvo diferentes traslados, a Chiquinquirá, a Miraflores, y a dos poblaciones de Bocayá.  Aquí conocerá, en 1924, al abogado liberal Guillermo Acosta Acosta, descendiente de una familia de liberales reconocidos. A ella le agradó su afán por la lectura, por la historia.

Se casaron en 1926, aunque se comenta que estuvieron a punto de no hacerlo ya que él le comentó “tú serás la reina de la casa y yo de la calle”, esta frase parece ser que la hizo dudar y firmar un documento que suponía la igualdad entre ambos:

“…faltaban quince días para el matrimonio y me dijo que de una vez me advertía que de la puerta de la calle para afuera él era amo y dueño de todas sus acciones, y que yo sería reina del hogar y dueña de la puerta de la calle para adentro. Yo le dije no, en esas condiciones no me caso (…) porque tú tienes toda la libertad y yo no tengo ninguna, yo me quedo enclaustrada (…) entonces se desbarató el matrimonio (…) luego él fue a hablar conmigo y me dijo que cómo iba yo a acabar el matrimonio por eso, le dije si, a menos que hagamos un convenio los dos, que me vine a enterar se llamó después capitulaciones matrimoniales… hicimos un convenio escrito que teníamos los mismos derechos, las mismas libertades y las mismas obligaciones, y así si me casé”.

Durante cierto tiempo y a partir de 1931 su marido tuvo el trabajo de juez en San Gil, era estuvo a su lado, ayudándolo, investigando, reuniendo pruebas, etc., todo ello contribuyó a que adquiera gran cantidad de conocimientos jurídicos y políticos que le fueron posteriormente de gran utilidad.

“…cuando Guillermo se posesionó encontró novecientos asuntos demorados para despachar en seis meses, entonces yo le dije voy ayudarte, pero ¿cómo? me dijo él… ¿tú qué sabes de eso?… No pues explícame cómo te puedo ayudar le contesté… entonces me dijo en qué forma y empecé a ayudarle a preparar el trabajo, por ejemplo, en un expediente le separaba las pruebas a favor y las pruebas en contra y sobre eso ya podía fallar. Así seguí poco a poco, entonces él vio que yo podía ayudarle bien y resolvió enseñarme derecho, empezó a llevarme libros y leí muchas obras de derecho penal y aprendí bastante (…) ya podía dictar actos de proceder y dictar sentencias, es decir aprendí derecho con él, él me enseñó. Y despachamos los novecientos asuntos en los seis meses y él ocupó el primer puesto como juez ese año” [9].

Así, cuando en 1930 se realiza en la ciudad de Bogotá el IV Congreso Internacional Femenino, que había sido convocado por la Liga Internacional de Mujeres Ibéricas e Hispanoamericas, Ofelia está preparada.  Todos estos años de trabajo la han posicionado en un puesto relevante, no por ser conocida, sino por estar preparada. Presentará un trabajo sobre los derechos civiles de las mujeres casadas, y que defendía la necesidad de que ellas tuvieran independencia económica y, más importante, que fueran ellas mismas las que manejaran y tuvieran el control de sus propios bienes.

El país vivía situaciones complicadas, había la expectativa de reconocimientos de derechos civiles para las mujeres, en especial para aquellas casadas herederas de patrimonio cuyos maridos lo controlaban, y gastaban sin poder reclamar nada. 

“…El feminismo acaba de nacer en Colombia como producto natural de evolución, pero todavía son muchas las mujeres que retroceden espantadas ante la repentina aparición de esa palabra que viene a turbar su mísera condición de siervas humilladas, pero insensiblemente connaturalizadas con su papel de víctimas”

Finalmente, en 1932 se aprueba una ley que concede a las mujeres casadas la capacidad y el derecho a manejar sus bienes propios dentro del matrimonio, todo ello refrendado y presentado por mujeres, entre las cuales se encontraba Ofelia.

Pero allí no acaba el camino, varias feministas, entre ellas Ofelia, hablan con el presidente Olaya Herrera, y esta vez tratan temas como la educación de las mujeres y su acceso a la universidad.

Todas estas acciones culminaron en una reforma Constitucional en 1936, en ella se establecía, en relación con la ciudadanía de las mujeres mayores de edad, que podían ejercer empleos de autoridad o de jurisdicción en las mismas condiciones que el resto de los ciudadanos, este cambio hizo posible que fueran nombradas como cargos públicos mujeres, aquellas primeras abogadas que habían salido de la universidad.

Pero una cosa es el papel escrito y otra la actuación, cuando a Rosita Rojas, que había sido la primera mujer colombiana en conseguir un título universitario, fue cuestionada por obtener un juzgado en Bogotá, Ofelia fue consciente de que la realidad era tozuda y no sería fácil cambiarla.

Además, la prensa estaba en manos masculinas, reacias al acceso de la mujer a determinados cargos.  Pero el cuestionamiento de Rosita supuso todo un revulsivo.

Ofelia nuevamente se pone en acción, todavía se encuentra en San Gil, pero no le supone un impedimento para iniciar una campaña de propaganda en favor de los derechos de las mujeres.  Ofelia estaba convencida que sin la agitación estos decretos en favor en las mujeres se convertirían en papel mojado.  Por ello comenzó a viajar por el país y a dar conferencias radicales, en Ibagué, El Socorro y Cúcuta.

En su libro comenta estas conferencias, que eran algo novedoso porque suponía que una mujer les hablaba por la radio.  Pero puede esperaran algo particular, y al observar que no eran “animales raros”, no pareciendo “marimachos”, según describía esta palabra la prensa del momento, comenzaron a comentar que eran unas accione inadecuadas e impropias de las mujeres, del “bello sexo”, y que con ellas perdían parte de su feminidad, ya que “pues al menor contacto con las disciplinas de la inteligencia se evaporaba el perfume […] hasta las mujeres salían espantadas porque ninguna quería perder el perfumito”.

Un nuevo traslado familiar, esta vez a Tunja, supondrá algo importantísimo en su vida, el conocer a Inés Gómez de Rojas, que tenía una gran biblioteca, y además gran cantidad de material relativo a la condición femenina a lo largo de la historia.

Desde el programa radical de radio “La hora feminista” que se emitía desde radio Bocayá, muchas mujeres se habían interesado en el tema, en la historia de las mujeres, sus reivindicaciones y su lucha.

Un grupo de mujeres intelectuales se unieron a la fundación La Hora Feminista, Leonor Barreto Rubio, Anita de Sánchez, Inés Gómez de Rojas, Luis López de Mesa, Augusto Ramírez Moreno, Jorge Soto del Corral, Absalón Fernández de Soto, Carmen Medina de Luque y Lucila Rubio de Laverde, entre otras, que formaron un grupo fuerte en pro de la obtención del voto femenino.

Desde su programa de radio La Hora Feminista defendía a las mujeres, causando un gran revuelo en una ciudad conservadora, y, además, animó a las matronas a defender las tradiciones y las cualidades de las mujeres con otro programa, La Hora Azul. 

Eso ya fue demasiado para los grupos conservadores, y su programa fue cancelado, pero con el apoyo de Pompilio Sánchez, propietario de Radio Boyacá y de su esposa Anita Castro, el programa continuó, aunque con otro nombre, además al público le gustaba.

Con el grupo de mujeres en Tunja fundaron la revista “Agitación Femenina”, dirigiéndolo Ofelia, que, de esta manera, se introducía en un nuevo trabajo: el periodismo escrito.

La revista mensual estuvo presente desde su fundación 1944 hasta 1946.

La revista tuvo éxito en su momento, tenía cobertura nacional gracias al apoyo de las redes del Partido Socialista, pero, a la vez, era un punto de información y agitación de los intereses de las mujeres trabajadoras.

Agitación Femenina cubría muchos frentes, no solamente hablaba de los derechos de las mujeres, eran unos textos que intentaban contribuir a la educación y democratización de ellas y ellos, con un lenguaje asequible a todas las capas sociales

En la primera página de Agitación Femenina, Ofelia afirma, bajo el título de “Curiosa paradoja”: “Entendemos que la génesis del liberalismo fue la lucha por la conquista de los derechos individuales y de las libertades públicas […] Por eso no entendemos que los mayoritarios del Congreso, que se consideran los únicos depositarios y mantenedores de la tradición liberal, gastaron todas sus energías en impedir que la mujer colombiana obtuviera, con la totalidad de sus derechos ciudadanos, su dignificación individual y humana. ¿Es que el liberalismo tradicional no cuenta a las mujeres como personas?”

El último número de la revista, ahora dirigido por Lucila Rubio, salió octubre 30 de 1946, ya que Ofelia se había trasladado en viaje de negocios a los Estados Unidos.

Sus años en Tunja habían sido fructíferos, consolidó sus ideas, consiguió un grupo cohesionado de mujeres que exigían los plenos derechos que no tenían.  A partir de ahora debía seguir esforzándose, pero no todo fue fácil.

Ya en Bogotá, Ofelia, que era de ideología liberal, es consciente de que los liberales han perdido el poder y los gobiernos conservadores van destruyendo los logros conseguidos por los sectores feministas.

Decepcionada, se centra en la educación de sus hijas, educación que ha de ser universitaria, cosa que era difícil.

También se sintió plenamente decepcionada tras el asesinado de Gaitán, éste, jefe del Partido Liberal, tras las elecciones organizó una serie de marchas, y fue asesinado.  Su muerte trajo violencia en todo el país, y la causa feminista pasó a un segundo término.

Este hecho la hizo retirarse más a la vida familiar y los negocios de la familia.

En 1955 se reúne con antiguas compañeras y fundan el periódico Verdad, pero no era tan transgresor como Agitación Femenina. “Verdad es la fuerza constitutiva que, guiada por los principios eternos de la moral cristiana, habrá de orientar la inteligencia femenina hacia una nueva corriente ideológica dentro de un clima de equilibrio de cordura y de paz”.

Pero el periódico fue un fracaso, los anunciantes huyeron, los otros diarios lo criticaron, y a los lectores no les agradó.

Pero el periódico llevaba el sello de Ofelia, y el régimen pronto lo vería con malos ojos.  El punto culminante fue la publicación de una serie de fotografías de una manifestación de mujeres que protestaban por el cierre el periódico El Tiempo, el gobierno intervino y les invitó a que se cerrara y ella tuvo que huir.

“Tan pronto salió la edición con las fotos, me llamó a mi casa un oficial del ejército que me conocía mucho y me advirtió que desapareciera, pues iban a allanarnos el periódico, que funcionaba en mi casa”

Pero nada de ello la amilanó.

En 1958 Ofelia se unió al Movimiento Revolucionario Liberal, que también tenía un periódico, La Calle, y desde el criticaba al partido al no ser equitativo con la representación femenina, siguiendo con sus ideas de justicia social y de reformas económicas.

En este momento es suplente al Senado por dos meses en 1961.

Pero su paso por la vida política activa la decepcionó en lo más profundo, estaba convencida de que no le permitirían nunca entrar en el Congreso ya que una mujer con sus ideas no les era útil.

Ella no se mordía la lengua: denunciaba el clientelismo, las oligarquías perpetuadas en el poder, el despilfarro del dinero público que no llegaba donde tenía que hacerlo: educación, sanidad y vivienda.

Para ella la política no buscaba el garantizar el bien común, sino que era una red de intereses y pugnas personales.

Pero, lo que más le preocupaba, era la indiferencia de las mujeres y su falta de interés para ser incluidas e intervenir en política, sin poder llegar a cargos relevantes, siempre en comisiones de segundo rango como suplicando tener acceso a algún puesto de mayor reconocimiento. 

Parecía que las mujeres no hubieran evolucionado y siguieran convencidas de su destino era el hogar y agradar al sexo opuesto, no buscando exponer sus ideas, no intentando nada.

Ella creía que la mujer se debía implicar para conquistar sus derechos y ser protagonista de su propia historia, no que la escribieran otros por ella.

En realidad, ella ya ha hecho mucho, y publica su libro “Una voz insurgente” en 1963, que se sirve para exponer sus ideas y especialmente su pensamiento feminista.

Pero no se rinde, y en 1965 intenta formar un grupo de presión que podría llevar a las mujeres al Congreso, para ello planificó una gira por todo el país, pero los líderes del Partido Liberal no estaban de acuerdo y se la desmontaron de la manera más traidora: ofrecieron puestos a algunas mujeres de las del grupo de que ella había creado para que la desacreditaran.

No obstante, hizo una gira por Atlántico, Bocayá, Huila, Caquetá, Bolívar y Tuluá, y allí, más que nunca, fue consciente de todos los problemas que asolaban al país y a las mujeres: la pobreza, el desamparo, la prostitución y el desempleo.

Ella era plenamente consciente de los muchos problemas del país, y que para solucionar todos los problemas era importantísimo acercarse a la realidad del mismo: la violencia, la falta de educación, los niños abandonados.  Y que eran las mujeres las que debían atacar, hablar y luchar para acabar con estos problemas, porque otros no lo harían porque les afectaba fundamentalmente a ellas, las últimas de las últimas.

Desilusionada, en un país inmovilista, con unas mujeres que habían abandonado la lucha, y, en cierto modo, deprimida por la muerte de su marido en 1965, se aleja de la militancia y se dedica a su vida familiar.

Morirá en Bogotá en 1988 de una larga enfermedad cardíaca.

Ella fue una voz insurgente en un país con una política complicada y conservadora, liberal, femenina, feminista, pero a la vez, transgresora y rebelde.  Una mujer que marcó el camino para las que vinieron detrás.

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