Hace poco vivimos, otra vez, el debate en torno a la energía nuclear y su inclusión o no en el grupo de energías renovables (o más bien energías renovables deseables) a nivel europeo con el choque entre Alemania y Francia. Desde el país galo la no inclusión de la energía nuclear en este grupo se ve como un ataque a su soberanía energética que busca que Francia dependa de otros actores para conseguirla. Además, si bien Alemania está aumentando cada vez más su porcentaje de energía que viene de otras fuentes renovables, este aumento se produce, principalmente, a costa de la nuclear, por lo cual no vemos un abandono de las fuentes de energía contaminantes tan drástico o pronunciado como cabría esperarse. Esta visión germana de la eliminación nuclear como una mayor prioridad que la eliminación de las fuentes de energía contaminantes como el carbón puede llevar a uno a pensar que soberanía energética y la utilización de energías renovables no van de la mano o tarda mucho en ser así, pero cada vez son más los países que se acercan a cumplir esta supuesta dicotomía.
La dependencia energética del conjunto de la Unión Europea, en cambio, es un hecho. Todo estado miembro es importador neto de energía y, por lo general, esta se provee desde un número muy bajo de países externos y que no brillan por su estabilidad en suministro y/o precios. Esto lleva a plantearse la necesidad de la seguridad energética en la UE, hecho que se demuestra necesario cuando cada pocos años nos encontramos con noticias sobre Rusia cerrando el grifo del gas natural. El principal proveedor de gas de la UE está, por lo tanto, utilizando esta dependencia externa para presionar y negociar bajo sus términos tratados más favorables o fin de sanciones.
La geopolítica, a fin de cuentas, suele moverse por intereses. Es difícil hablar de buenos y malos cuando lo que vemos es, mayoritariamente, un choque de intereses entre países o esferas. Las ideologías quedan en un segundo plano y prima el propio interés, siendo un claro ejemplo el ya eterno choque entre Estados Unidos y Rusia pese a la caída de la Unión Soviética. Ninguno de estos países ni el resto de grandes actores Internacionales quiere ver reducido (o no tan grande como pudiera ser) su poder geoestratégico debido a la transición hacia energías renovables, y se posterga y posterga en pos de no perder terreno con “la competencia”.
Ahora bien, nos encontramos con mayores niveles de contaminación año tras año, con subidas de la temperatura global, y cada vez menos recursos que, sumado a la dependencia energética ya mencionada de Europa, nos lleva inexorablemente a la conclusión de que hace falta dotar, como mínimo a Europa e idílicamente a cada estado miembro, de las suficientes fuentes de energía renovables para garantizar la soberanía energética de todos, a la par que un futuro para las generaciones venideras y nosotros mismos. Es decir, no solo debemos pregonar por una Europa más verde y energéticamente soberana, si no que debemos actuar por hacerlo realidad porque el poder que supuestamente se “pierde” por realizar una rápida transición verde, se equilibra con el poder que se ganaría con una Europa verdaderamente soberana de su energía y más alejada de la influencia de terceros.

David Fernández Cerezales
@RedHiawatha
