Elida Luisa Campodónico

“Aspiramos a la total emancipación de la mujer”

Las inquietudes de conocimiento y de servicio le vienen a Elida ya de su entorno familiar, pero el entorno social del momento serán la clave para su dedicación, y para llegar a convertirse en una figura clave en el feminismo de Panamá.

Elida (1894-1960), nace en un momento clave en que la mujer pasa de ser un mero elemento del entorno doméstico a ser protagonista de su historia y plena reivindicadora de sus derechos, derechos que comienzan muchas veces, no sólo por los cambios legislativos, sino los sociales que van vinculados a la educación y formación de las mujeres.

El padre de Elida era José Juan Campodónico, cuya familia era de origen italiano, el cual tenía un comercio y, como complemento a la economía familiar, se dedicaba también a la ganadería, concretamente la cría y venta de ganado. Por tanto, Elida crece en un ambiente social muy concreto, un ambiente en el que entra en contacto con gente que tienen cubiertas las necesidades básicas, y a ser solidaria con ellos.  Su madre era Josefa María Moreno, que era, a su vez, hija del médico Manuel Balbino Moreno.  Josefa se ocupará del comercio familiar, pero, a la vez, ayudará a sus vecinos que se encuentran enfermos y no tienen posibilidades, con los conocimientos que adquirió con su padre.  Nuevamente la solidaridad como ejemplo.

Este ambiente en el que vive, esta influencia de sus padres, la lleva a estudiar magisterio, una de las pocas opciones de las mujeres del momento.  Es consciente de que la educación es uno de los puntos claves para salir de la marginación, y, en especial, para que las mujeres que era, dentro de los grupos marginales, el más marginal de todos. Comienza su formación en su localidad natal, para marchar finalmente a la capital del país. Pero esta progresión no es gratuita, ella demuestra continuamente su capacidad intelectual, y, especialmente, su interés por el estudio. Es por ello que sus padres la enviarán, junto a su hermano Domiluis, a Suiza, a Balinzona, en el cantón suizo de habla italiana. Esta decisión de los padres viene dada por las limitaciones de estudios en Panamá en ese momento, y como única opción de formación de sus hijos.  Además, dado el interés de ellos, especialmente de Elida, por la educación, en Europa se están desarrollando en este momento unas modernas tendencias pedagógicas, en la que ellos se formarán.

En 1919 consigue el título de Maestra Normal, que le da opción a enseñar en las escuelas primarias, además que ha mejorado su italiano y ha aprendido francés, obteniendo sendos certificados que la facultan para enseñar en ambas lenguas.

Su tiempo de formación ha terminado, es hora de volver a Panamá y allí aplicar todo lo aprendido. Comienza como profesora de Geografía e Historia en la Escuela Normal, y será en este ambiente cuando conoce al que será su marido que también era profesor en la Normal, José Daniel Crespo, que destacará como pedagogo y político en el país.

De este matrimonio, y su interés per la renovación pedagógica en Panamá, el teniendo una posición más liberal, pero plenamente complemento por las convicciones sociales de Elida, fundarán, en su propia casa, un centro de formación para futuros profesores de jardín de infancia, y allí pueden aplicar todos los conocimientos, y nuevas corrientes pedagógicas aprendidas por ella en Europa, especialmente el método Montesori.

Este afán renovador de Elida, ahora con la compañía de su marido, supuso que fuera nombrada subdirectora de la Escuela Normal, un cargo ciertamente importante y que suponía un reconocimiento a su labor pedagógica.  Pero no todo era fácil, de hecho, la situación política, y otros problemas derivados de la situación general, o de las malas costumbres, afectaron al profesorado, y, por tanto, la transparencia e igualdad de oportunidades, imponiendo los méritos académicos a las presiones familiares, supuso que tanto ella como su marido dejaran el centro.  A ello hay que añadir su interés pedagógico renovador que no fue del agrado de la administración.  Podemos bien afirmar que el matrimonio tuvo que marcharse a la fuerza, ya que era prácticamente imposible introducir cambios ante lo reacia que era la administración a los mimos.

Al verse en esta situación se pusieron a dirigir una pensión que esta próxima al Instituto Nacional, que era un os de los centros de secundaria de mayor reconocimiento del momento. Y desde este nuevo puesto continuaron con sus ideales: solidaridad y ayuda, Elida más dirigida hacia iniciativas sociales, y su marido hacia políticas.

La pobreza era evidente, las ayudas insuficientes, determinados sectores básicos del país tenían dificultades para alimentar a los recién nacidos.  De esta manera creó “La Gota de Leche”, cuyo objetivo era que todos los niños panameños tomaran diariamente un vaso de leche, para ello buscó ayudas económicas y humanas, pero al igual que tuvo grandes apoyos tuvo fuertes críticas por su iniciativa.

Será para ella un momento de gran trabajo, pero, a la vez, muy fructífero: dirigirá “La Gota de Leche”, también la pensión, y, simultaneará todo ello con estudios de Derecho.  En el año 1935 obtiene la licenciatura en Derecho.  Será la segunda mujer en Panamá en obtener esta titulación, la primera será Clara González, gran amiga suya y compañera en las iniciativas sociales y políticas.

Al obtener la licenciatura su idea es poner en práctica más directa sus ideales: defender a los sectores sociales más castigados por la injusticia, la incultura y la pobreza.  Estos nuevos conocimientos de las leyes le permiten embarcarse en otra nueva asociación de auxilio social, asociación destinada a proporcionar conocimientos teóricos y prácticos de diversos oficios a las reclusas.

Para Elida era evidente que las mujeres panameñas vivían en una situación de clara discriminación, esta se daba en todos los ámbitos, tanto educativo, como laboral, como legislativo y político. Los sectores más conservadores y liberales no consideraban necesario determinados “derechos” ya que tenían una gran función en la vida como “ángeles del hogar”, como esposas y madres.  Entrar en determinados mundos, especialmente el político, ensuciaba a las mujeres, educadas en otro ambiente, ya que la política era de exclusividad masculina.  Juntamente con esta visión anclada en el pasado había una serie de movimientos sociales que, evidentemente, no la compartían, y pensaban que las mujeres tenían que tener su propia voz, su propia opinión, y reclamar sus derechos.  De esta manera se constituyeron grupos y organizaciones políticas progresistas.

Retrocedamos un poco, en 1922 hubo unas primeras manifestaciones de mujeres que reclamaban cambio, eran grupos individuales que se acabaron constituyendo en ese año como Grupo Feminista Renovación, de este grupo fue fundadora Elida.  Dicho grupo acabó constituyendo, el año siguiente, el Partido Nacional Feminista, y que en su primer párrafo decía: “Mujeres panameñas: ha llegado el momento en que el deber nos impone reclamar el puesto de absoluta igualdad al hombre ante la ley que de hecho nos corresponde. Nosotras, con nuestros esfuerzos y trabajos, ora como madres, ora como profesoras y maestras, ora como obreras, estamos realizando una labor trascendental para el progreso de nuestra nación, y no es justo que esta nación, a la cual hemos consagrado todas las energías de nuestro espíritu y de nuestro cuerpo, nos mantenga en un plano inferior al que ocupa el hombre ante los derechos y responsabilidades de la ley”.

El feminismo panameño tuvo dos grandes organizaciones de visión opuesta: el Partido Nacional Feminista y la Sociedad Nacional para el Progreso de la Mujer, las dos de 1923, y cuyas militantes eran consideradas transgresoras y luchadoras.

El planteamiento de dichas organizaciones era muy diferente. 

El Partido Nacional Feminista estaba constituido por mujeres de clases populares, maestras, abogadas, vinculadas a ideología socialista y de izquierdas en general. Sus miembros buscaban romper con el papel tradicional de la mujer, y para ello debían tener derecho al sufragio sin ningún tipo de restricción, para alcanzar la igualdad en todos los terrenos y la autonomía personal. A la vez fueron pioneras en algunos campos: igualdad en el trabajo, abolición de la prostitución, tribunales especiales para delincuentes infantiles, entre otros.  Sus fundadoras fueron Clara González, y Elida Campodónico, entre otras.

El otro grupo del momento era La Sociedad para el Progreso de la Mujer.  Constituido por mujeres cercanas al poder y de clase media y alta.  De mentalidad conservadora, maternalista, el papel de la mujer queda restringido al hogar, cuidadora y educadora en su familia, participando de la sociedad dentro de un orden. Sus reivindicaciones se centran en la educación de la mujer, y, especialmente, en la mejora de la infancia y de la familia.  Ya pasado 1930 este grupo comenzó a solicitar y reivindicar el sufragio femenino.

El Partido Nacional Feminista tuvo gran influencia en la mejora de estatus de las mujeres, así en 1917 consiguió la eliminación de determinados artículos de los Códigos Civil y Judicial que afectaban a las mujeres, entre ellos, el artículo que les prohibía ser testigo en procesos judiciales, y los referentes a aquellos que les impedían ejercer el comercio si no tenían autorización previa de una figura familiar masculina, como podía ser el marido. Así mismo en 1924 este mismo partido con sus iniciativas consiguió la aprobación de una que permitía el ejercicio de la abogacía a las mujeres.

En 1941 la Constitución otorgaba el voto a las mujeres mayores de 21 ciudadanas plenas, pero con ciertas limitaciones, ya que solamente podían votar mujeres con titulación universitaria, o con un diploma vocacional, normal o de segunda enseñanza.  De esta manera la gran mayoría de mujeres del país quedaban fuera de esta norma, con lo cual en realidad continuaban marginadas socialmente.

Alrededor de 1950 Elida era mujer conocida y reconocida tanto por su labor pedagógica como por su lucha como feminista y abogada defensora de las clases más desfavorecidas.  En ese momento su nombre suena como nueva figura para tener determinadas responsabilidades políticas.

En 1952 será nombrada embajadora de Panamá en México, siendo la primera mujer hispanoamericana que dirigía una delegación diplomática, y desde este nuevo puesto siguió defendiendo aquello que la había marcado durante su vida: la educación y los derechos de las mujeres.  Con este empeño consiguió la creación de unas becas, sufragadas por el gobierno mexicano, que permitieron a panameños estudiar en este país.

Elida ya era una mujer mayor, que había entregado su vida y todo su esfuerzo a la mejora educativa y a la mejora de las mujeres, continuamente a favor e implicada en causas sociales hasta el final. Por tanto, cuando termina su trabajo como diplomática volverá a su país, se retirará de la vida pública y se dedicará a su entorno y su propia vida.

Fallecerá un 6 de enero de 1960.

Su preocupación, sus intereses, sus esfuerzos y horas se centraron en la mejora de esas mujeres panameñas que nada podían pedir y, conjuntamente con otras compañeras, se erigió en la defensora de una causa que era la más injusta de toda: la situación de la mujer panameña. 

“Aspiramos a la total emancipación de la mujer: a su emancipación de las garras de la ignorancia por medio de la educación; a su emancipación social, mediante la extirpación de los prejuicios que la mantienen aherrojada al funesto carro de la tradición; su emancipación económica por medio de la nivelación de los salarios con los del hombre en las empresas comerciales e industriales; por último, y este es nuestro fin más importante, a su emancipación política, mediante el reconocimiento de su igualdad absoluta con el hombre ante la majestad de la ley”

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