“Hablar de igualdad entre los seres humanos es un absurdo, cuando se excluye de ella a la mitad de la Humanidad”
Si hay una mujer que puede ser considerada como pionera del feminismo en Venezuela, esa es, sin lugar a dudas, Carmen Clemente Travieso. Desde su faceta de periodista remarcó la importancia de la educación igualitaria y de los derechos de la mujer, y desde su compromiso político, vinculada al socialismo y al comunismo, reivindicó la mejora de los derechos laborales de los obreros, y la defensa de la democracia en su país.

Carmen (1900-1983) era hija de Lino Clemente y Mercedes Eugenia Travieso, y bisnieta de un líder independentista y luego primer ministro de la Defensa de Venezuela Almirante Lino de Clemente.
La formación de las mujeres en aquella época, aunque fueran de familias con posibilidades económicas, no era una cosa a tener presente ya que se les educaba con otros fines.
Su padre fallecerá joven, y ellas y sus hermanos mayores quedarán al cuidado de su abuela materna, Trinidad Domínguez de Travieso. Así pasó sus primeros años, sus primeros estudios fueron en una escuela privada del centro de Caracas, pero pronto demostró su curiosidad por todo, especialmente por la lectura.
Pero el gran salto de su vida será cuando en 1923 marche, junto con su tía Trina y su hermana mayor Cecilia, a Nueva York. Aprende inglés, trabaja como bordadora en el taller de Bucilla Company, y a la vez se integra en grupos de ayuda, en su caso de enfermos de lepra.
Esta estancia en Estados Unidos, el conocer otra sociedad, otras maneras, pero, especialmente, el darse cuenta que las cosas de que las cosas deberían comenzar a cambiar ya mismo en su país. En 1927 regresa a Venezuela, el país vive una situación difícil por la oposición al dictador Juan Vicente Gómez, los estudiantes universitarios se han levantado contra él coincidiendo con el carnaval de la ciudad de Caracas del año 1928, lo que se conoce como la Generación del 28. Carmen se une a ellos, elabora y distribuye publicaciones clandestinas, como La Boina, El Imparcial y El Martillo, algunas de ellas relativamente efímeras, y otras, como la última, sobrevivirán de esta manera hasta el año 1941.
El futuro de Carmen está ya muy definido, la defensa de los indefensos y de las mujeres, tal vez porque las considera las más indefensas de todas en una sociedad en las que el hombre tiene todos los derechos, y ellas son tratadas como sujetos pasivos e inferiores.
El año 1929 funda el movimiento conocido como “Madrinas de Guerra”. Este grupo está constituido por mujeres de Caracas que, al igual que ella, están implicadas en esta revuelta social buscando una mejora de sus vidas y también una mejora de la sociedad venezolana en general. Estarán con Carmen, Carmen Gil, Cristobalina Segovia, Aurora Lefmas e Isabel Jiménez Arráiz. Todas ellas se convertirán en una especie de enlace entre los estudiantes encarcelados en las diferentes prisiones y sus familiares y amigos. Les llevan alimentos, hacen intercambios de correo, se implican en sus actividades, se convierten en un punto de apoyo y conexión fundamental para continuar para la defensa de sus ideas, pero sobre todo para la oposición al gobierno dictatorial.
En estos momentos la política es un tema y una actividad de hombres, masculina, las mujeres son el apoyo en segundo plano de ellos que son los luchadores, los que pueden aspirar a cambiar la política institucional, conseguir una mejora en el país, ellas, según el momento, deberían estar detrás. Pero todas estas mujeres actúan no en ese plano, actúan como ciudadanas, como personas íntegras y libres que opinan y deciden.
A partir de 1930 comienza a relacionarse con los fundadores del Partido Comunista de Venezuela (PCV), y al año siguiente junto con dos compañeras, Josefina Juliac y Margot García Maldonado, crearán la primera célula feminista del partido. Dando este importante paso ponen en primer plano las reivindicaciones de los derechos de la mujer como un objetivo fundamental dentro del partido.
Mientras va creciendo su compromiso político y con las mujeres, sigue trabajando como periodista, así se reincorpora a la redacción del periódico comunista, y como mujer inquieta, participará en la fundación de la Agrupación Cultural Femenina en el año 1935. Dicha agrupación se centra en la lucha por el derecho a voto femenino y así mejorar con ello su situación.

En 1935 fallece el dictador Juan Vicente Gómez, y es el momento en que se implica más directamente en los movimientos políticos de izquierda del país.
Su labor de periodista de a pie, periodismo de calle, de la realidad palpable, le permitió ver la realidad con una mirada crítica que le permitió hablar con mayor propiedad de lo que pasaba en el país.
El año 1942 se reincorpora al diario Ahora, y en él expone claramente sus ideas y su compromiso: “Desde tiempos muy remotos –podríamos asegurar que desde tiempos en que hombres y mujeres no conocían otra sociedad que la de la tribu primitiva– a la mujer se le dio una educación completamente diferente que la del hombre, diferencia que es la que ha formado y alentado esa desigualdad existente entre el hombre y la mujer en todas las sociedades antiguas y modernas, la cual ha sido conservada cuidadosamente a través de los siglos y transmitida a todas las generaciones de mujeres, llevando a los dos componentes de la familia humana a transitar por diferentes sendas, y obligándolos a tener distintos y hasta opuestos conceptos de la vida y de sus problemas. Si la educación de la mujer desde el comienzo hubiese sido similar a la del hombre, especialmente en ese concepto básico de lo que forma la vida, no veríamos con tanta propiedad los antagonismos existentes entre ambos sexos en lo referente a los negocios públicos. Estos antagonismos y esta diferencia de apreciación entre el hombre y la mujer se deben totalmente a la diferencia de educación entre ambos, en la que el hombre fue siempre el amo y la mujer la esclava, marchando cada uno por la vida por diferentes caminos”.
Y como era de esperar la Iglesia reacciona, no puede tolerar sus afirmaciones, y desde su diario monseñor Jesús María Pellín la ataca duramente, la acusa de mala mujer ya que se dedica a ir por la calle agitando a la gente, siendo que, como mujer debería quedarse en casa.
El año 1946 el PCV la incluye en su lista para las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente, ya que el 27 de octubre de ese año se había aprobado el derecho a ejercer el voto, por primera vez, a las mujeres venezolanas, y también a ser elegidas para cargos públicos por elección popular. Será en la nueva Constitución, que se aprobará en julio de 1947, cuando este derecho adquiera un rango constitucional.
Ello convierte a Carmen en una de las primeras mujeres que aspiran a un cargo público por elección popular, y en la primera ocasión que estas puedan votar.
Pero la tranquilidad le durará poco, ya que, al año siguiente de aprobar la constitución, 1948, la encontramos luchando contra otra dictadura, la de Marcos Pérez Jiménez.
La verdad es que la constitución duró poquito, el mismo año de su aprobación hubo un golpe de estado y fue derogada, habiendo diferentes dictadores que se fueron sustituyendo hasta llegar a Pérez Jiménez que los fue desde 1948 hasta 1958.
Todo aquello que habían conseguido se volatilizó en un momento, sus derechos, sus intereses, sus ilusiones. Debía volver a la calle, a la oposición, a la lucha clandestina. Y por ser su vivienda un foco de reuniones ilegales es detenida en 1957, aunque dicha detención dura pocos días.
En 1958 Venezuela retorna a la vida democrática, pero Carmen continua su defensa de aquellos sectores que considera más débiles de la sociedad, y entre ellos se encuentran las mujeres.

Para Carmen la educación de las mujeres es un punto clave en su liberación, con la educación pueden llegar a tener un oficio, y con él ganarse la vida y poder ser libres económicamente, con lo cual pueden romper con los yugos de la teórica protección masculina.
Es por ello que desde la Asociación Cultural Femenina promueve todo aquello que las puede ayudar: desde la alfabetización, temas de salud femenina, como temas de política. Todo aquello que pueda hacer despertar a las mujeres y hacerlas dueñas de su vida, tanto física, como intelectualmente hablando.
“(…) La mujer venezolana está, pues, en el deber para consigo misma, de luchar para obtener una instrucción, la instrucción que surge a la resolución de sus problemas más vitales, que la ha de capacitar para el logro de su mejoramiento de vida, tanto material, como intelectual, que la hará comprender la vida y gozarla con toda la amplitud a que tiene derecho como mujer despierta y consciente de su realidad y de su finalidad”.
Es para este objetivo que crea La Casa de la Obrera que será a la vez una escuela de oficios, como un punto de reunión para charlas y conferencias.
Su gran altavoz fue su sección “Cultura de la Mujer”, su página semanal en el diario Ahora, donde estuvo presente desde 1936 hasta 1948. Aquí expuso sus ideas e ilusiones, sus sueñas y esperanzas, pero también sus frustraciones y fracasos: “(…) La mujer aislada, o actuando dentro de un grupo minoritario o selecto, no llegará nunca a ver sus esfuerzos coronados por el éxito. Por ello se impone sin dilación la organización de nuestras mujeres (…)”.
Había muchas cosas que cambiar, y presentó una reforma del Código de Comercio, y gracias a él las mujeres podían ejercer una profesión comercial independiente de su marido. Ya que según Carmen solamente la igualdad, la igualdad total y en todos los ámbitos, podía posibilitar el desarrollo pleno de las mujeres, ya que éstas no competían con los hombres, querían tener los mismos derechos, y, por lo tanto, las mismas posibilidades que ellos: “(…) Despertemos. Hagamos un esfuerzo colectivo por colocarnos definitivamente al lado del hombre como compañeras valientes y honradas, sabedoras de nuestros derechos y conscientes de nuestros deberes. Vamos a trabajar por unirnos al hombre en compañera, ‘no en rival’ (…)”.
En la década de los 50 y de los 60 participó en muchos comités de solidaridad contra imperialismo norteamericano, en el de la República Dominicana, en el de Guatemala y en el de Cuba. Parecía que podía volver a la vida tranquila, pero el golpe de estado que se produjo en Chile en 1973 la hizo volverse a poner en primera línea de protesta.
Carmen comenzó a practicar el periodismo en 1936, finalmente en el año 1964, juntamente con otras mujeres, obtiene la licenciatura en Periodismo por la Universidad Central de Venezuela.
Quería sacar a la luz a las mujeres, a la mujer en singular y el plural, la llevó a publicar diversos libros: Mujeres venezolanas y otros reportajes (1951), Teresa Carreño (1953), Las Esquinas de Caracas (1956), Mujeres de la Independencia (1965), Anécdotas y leyendas de la Vieja Caracas (1971), y La Mujer en el Pasado y en el Presente (1976).
Carmen fallece en Caracas en enero de 1983, con una vida plena de hechos, de luchas, de decepciones, pero siempre de esperanzas en que las mujeres acabaran teniendo no sólo su reconocimiento sino también su puesto en la sociedad venezolana.