EUA y China: ¿quién da más?

“Sostenemos que estas Verdades son evidentes en sí mismas: que todos los Hombres son creados iguales, que su Creador los ha dotado de ciertos Derechos inalienables, que entre ellos se encuentran la Vida, la Libertad y la Búsqueda de la Felicidad.” Así reza la Declaración de independencia de los Estados Unidos de América (1776). Un breve párrafo que resume el largo debate de ideas de la Ilustración, indicando de manera lapidaria sus valores centrales. Con optimismo y arrojo al mismo tiempo, se compendian las necesidades de la supervivencia humana: la Vida (entendiendo por tal la comida, la casa y la salud); la “libertad” (que sintetiza el individualismo moderno) y la “Búsqueda de la Felicidad” (que deja de lado la felicidad ultraterrena del individuo).

Ahora, trescientos cincuenta años después, no hay cultura en el mundo que no haya sido dislocada y transformada por estas concepciones y por el estilo de vida que conllevan.  Pero ahora también, el liderazgo mundial estadounidense y occidental empieza a menguar. China y oriente vuelven a exhibir un poderío que ya fue suyo hasta el siglo XVIII d.C. Nos encontramos ante un cambio de rasante de la Historia y, por tanto, en un momento en que la reflexión encuentra abundante materia.

China también se ha “americanizado”, aunque de manera particular. Por una parte, parece haber asumido el compromiso con la “Vida” (este año ha declarado oficialmente erradicada la pobreza) y con la “Felicidad” (adoptando plenamente el estilo de vida consumista). Lo que no deja de intrigarnos en el mundo occidental es que todo ello lo ha hecho en el marco de una organización política autoritaria: el sistema comunista. Al hacerlo, contradice que la palabra “Libertad” tenga que acompañar a las otras dos y por lo tanto, que la democracia sea el sistema político necesario para el desarrollo de the american way of life. Muchos lo explican atribuyendo a la política China rasgos provenientes de una tradición cultural distinta, en la que el individuo tendría una menor preminencia respecto de la sociedad en la que el Ying y el Yang sustituyen al problemático maniqueísmo. Sin embargo, el auge del populismo autoritario en muchas partes del mundo e incluso en Estados Unidos y Europa, da a la cuestión un alcance que requiere una profunda reflexión. Es decir, si una parte importante de la población del mundo también considera que mientras tenga asegurada la vida y la felicidad, la libertad le sobra, entonces quizás China nos esté revelando una nueva manera de deambular por los valores de las próximas décadas.

Aunque el contenido de la Declaración de Independencia es de orden filosófico-político y no económico, el contexto en el que se concibe y sobre todo lo que la ha sostenido y sostiene socialmente es plenamente capitalista y consumista. Uno de los episodios más recordados, previo a la Revolución Estadounidense, fue, por ejemplo, el “motín del té” en la ciudad de Boston, que tuvo su origen en una disputa sobre los aranceles que tenía que pagar el té chino vendido en las colonias inglesas de América. Más allá de su valor político al considerarse un preámbulo a la declaración de independencia que vendría acto seguido, este suceso muestra hasta qué punto ya se estaban gestando las industrias y las redes de comercio globales y sus instituciones financieras.

Mas adelante, fue el capitalismo, esencialmente a través de su desarrollo tecnológico, lo que dotó de contenido concreto a la “búsqueda de la felicidad”. Ello se debe en buena medida a su éxito mundial: era simple y llanamente una propuesta de confort. Nuevas técnicas de organización y nuevas máquinas, que aprovechaban y fomentaban nuevos conocimientos científicos, se fueron haciendo cargo no sólo de la producción de objetos útiles o simplemente placenteros, sino también de la gestión de la vida en general, a través por ejemplo de las infraestructuras, la agricultura y la medicina. En el mundo capitalista, técnica y búsqueda de la felicidad han sido dos caras de la misma moneda, hasta el punto de que quizá debamos asumir que comparten algo más que una relación instrumental.

Por otra parte, en el clásico ensayo “La pregunta por la técnica”, Heidegger argumenta que lo propio de la esencia de la técnica, no son los procedimientos, ni las máquinas y ni siquiera los conocimientos para construirlas, sino el disponer del mundo como “fondo”. Un stock, como diríamos en lenguaje más coloquial, al que se le exige una continua y total disponibilidad para ser utilizado. Hasta tal punto ha sido eficaz tal planteamiento que, el heroico “derecho a la   búsqueda de la felicidad”, ha ido mudando poco a poco en “el derecho a la felicidad”. Un derecho convincente a mas no poder, puesto que la felicidad ya está aquí, al alcance de la mano, en las tiendas llenas de productos, en los paisajes urbanizados para comodidad de los turistas, en los medios de trasportes que permiten largos viajes sin riesgo alguno, en los grandes hospitales y en las redes de comunicación.

¡Alerta Sras. y Sres. míos! ¿Habéis pensado que muchas de las actuales reclamaciones respecto a los derechos individuales son simplemente expresiones de ese deseo inmediato de felicidad? Que por cierto deja en el tintero la necesidad de la búsqueda y la lucha. ¡Tengo derecho a recibir! No tengo por qué buscar, luchar, merecer, corresponder o asumir contrapartidas de responsabilidad. Aquello que el derecho civil a través de la jurisprudencia del contrato mostraba: “a cada derecho una obligación y a cada obligación un derecho” ha periclitado.

El problema entonces es que en un mundo inerte en el que la felicidad es un derecho sin contrapartidas, la palabra “libertad” deja de tener sentido. Al contrario, la persona “feliz” se caracteriza de manera esencial por no tener ni querer tomar ninguna decisión y por tanto no tener ni querer, ninguna libertad: el individuo no tendrá que preocuparse de nada. Desde el punto de vista político eso significa que el individuo renuncia voluntariamente del poder de decidir y de construir que la democracia puso en sus manos. Eso sí, a cambio de que una autoridad benévola, paternalista y técnicamente eficaz vele por su felicidad terrenal. ¿Alguien puede aventurar la que se avecina?

Temi Vives Rego

Biòleg i professor honorífic de la Universitat de Barcelona

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