En Cataluña tenemos unos problemas que son los mismos que en los demás países por ejemplo la pandemia del covid19, los problemas económicos derivados de la pandemia, el cambio climático y el reto de ser ecológicamente sostenibles en las próximas décadas. Sin embargo, según las encuestas de los últimos años, en Cataluña tenemos un problema muy nuestro y no menor: el voto independentista y el no independentista está muy equilibrado y ha polarizado cuando no fracturado la sociedad catalana.
Si por ejemplo comparamos la campaña electoral que hemos vivido en Estados Unidos, el largo y tortuoso proceso del Brexit y las propuestas independentistas en Cataluña, podemos constatar que en los tres casos la sociedad se ha polarizado. Se ha generado una sociedad dividida en dos extremos confrontados y prácticamente inamovibles y se ha incrementado la distancia política entre los partidos e incluso dentro de un mismo partido político. La peor consecuencia de semejante polarización es que las voces o sectores moderados pierden presencia, influenza y poder. En Estados Unidos, la polarización se manifiesta a través de una mayor distancia entre las opiniones de los votantes republicanos y demócratas sea cual sea el tema a decidir. En Europa, es preocupante el aumento de los desacuerdos en torno temas como la inmigración o la integración europea. En Cataluña, la polarización es evidente en el tema de la independencia.
Otro inconveniente de la polarización es que cuanto mayor es, más difícil resulta generar consensos amplios entre grupos con sensibilidades diferentes para de este modo poder acometer reformas profundas que permitan que la sociedad avance. Además, una polarización elevada puede dar lugar a posiciones irreconciliables, dificultando aún más si cabe la posibilidad de conseguir amplios y duraderos acuerdos transversales. Otro elemento socio-político que dificulta alcanzar acuerdos de progreso es la cada mayor brecha entre el comportamiento electoral, las preferencias políticas y los valores sociales de las personas que viven en zonas rurales y zonas urbanas. En tales circunstancias, los resultantes consecuentes patrones de voto son claramente diferentes en el campo y la ciudad. Estamos ante otra fractura entre el mundo rural y el urbano.
Siempre según las encuestas, en las próximas elecciones (que los postconvergentes intentan retrasar por el temor a ser derrotados) el sector independentista puede superar a los no independentistas por un estrecho margen, con el agravante político de que Vox puede entrar en el Parlament con un representación superior a la CUP. El avance impensable hace solo unos años de VOX, es lógico debido a que muchos ciudadanos de Cataluña ven claramente que VOX es la mejor manera de parar el proceso independentista radical. Es el mismo fenómeno que hizo ganar a Ciudadanos las últimas elecciones al Parlament (aunque no consiguieron rentabilizar políticamente esa victoria). Es decir, nos podemos encontrar con un Parlament claramente polarizado con una extrema derecha y una extrema izquierda que no facilitarán la concordia social ni podrán solucionar los problemas básicos que tenemos y que a todos nos afectan.
Las encuestas hace tiempo que señalan al conflicto territorial por la independencia como la principal causa de polarización en Cataluña, sobre todo a nivel emocional. No es menos cierto que los gobiernos catalán y español han cometido errores que han dificultado, en lugar de facilitar, una posible solución al conflicto territorial. Pero en cualquier caso, esta fractura política y social puede hacer de Cataluña una sociedad fallida. Es decir, el independentismo hace que nuestra situación política, social y económica sea diferente a la del resto de Europa y del mundo en general y que les soluciones que podrían implementarse políticamente en otras sociedades no sirvan para nuestra fracturada sociedad.
La gran pregunta de la política actual tanto en Estado Unidos cómo Reino Unido, Europa o Cataluña es: cómo entender que después de tantas mentiras, arrogancia y propuestas poco o nada fundamentadas, la mitad aproximada de la población continúa votando masivamente a Trump o por el Brexit o por la independencia unilateral. Dos de las hipótesis que pueden explicar este dilema político son las siguientes. La primera considera que la gente opta por estas propuestas (a pesar de que la evidencia empírica y objetiva la desaconseja) debido a que prioriza la lealtad al grupo y a los líderes. Se trataría de una actitud apasionada y emocional que hace sentir a sus partidarios como héroes al servicio de mitos y propuestas a pesar de ser inexistentes. La segunda hipótesis es que esos votantes han sentido o sienten una aversión (cuando no odio) hacia los que consideran que son responsables de una injusticia histórica y de ataques a su identidad. En ambas hipótesis, estos sentimientos o creencias justifican o impiden el reconocimiento de las falsedades, inconvenientes e inviabilidad del trumpismo, el brexit o el proceso de independencia unilateral.
Todo ello sugiere que los votantes que adoptan esas posiciones políticas no valoran tanto la verdad como la épica de las posiciones que defienden. Estas narrativas hacen que quién las defiende (tanto votantes cómo líderes) se puedan mostrar ante los demás y ante ellos mismos como héroes, nobles y poderosos. Por contraposición, los que no piensan ni sienten como ellos serían débiles y villanos anti demócratas al servicio de la injusticia y el autoritarismo.
Progreso (al menos para mí) es vivir más años con más salud y más recursos y sentirse feliz sin tener que hacer infelices a los que no piensan como tú. Este progreso depende en gran medida de la “política”. La elevada polarización política no sólo impide ese progreso si no que puede hacernos retroceder socio-políticamente. No es menos cierto, que una mayor polarización política también puede incrementar el interés y compromiso de muchos ciudadanos con la política de amplias mayorías. Si queremos que el progreso y el bienestar lleguen a toda la ciudadanía, hemos de conseguir los necesarios y amplios consenso políticos y sociales. En estas circunstancias, la voluntad, el trabajo y las propuestas de una ciudadanía transversal y responsable (sea independentista o no) es la única vía para encontrar puntos de encuentro y salirnos de este volcán que algunos pensamos que puede hundir a Cataluña por mucho tiempo. Finalmente quisiera alertar que los independentistas son persistentes en su voto en todas las ocasiones que se vota. En cambio, los no independentistas, a menudo por cansancio o quizás por no provocar más enfrentamiento, no acudimos a las urnas con la misma persistencia e insistencia que los independentistas, a pesar de que no dejamos de persistir en nuestras ideas contrarias a la secesión. Ese error puede costar muy caro a la sociedad catalana. Señoras y señores: hemos de volver para luchar, persistir y votar por una política de concordia y progreso. Está en nuestras manos.

Temi Vives Rego
Biòleg i professor honorífic de la Universitat de Barcelona

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