Reconozco que no he leído con detalle el R.D. 463/2020 por lo que cabe la posibilidad que mi átomo de hoy sea un análisis sesgado. Si es así, y se me demuestra lo contrario de lo que expongo a continuación, confesaré mi pecado y me someteré a la penitencia que se me imponga.
En España tenemos un magnífico Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Dejando aparte lo que siempre digo de que la ecología difícilmente admite transición y que quizás querían decir transición energética, hay que reconocer que una parte de este Ministerio (de forma indirecta, sin buscarlo) ha triunfado ampliamente puesto que en las tres últimas semanas la contaminación se ha reducido cerca de un 80% en las grandes conurbaciones urbanas y el aire está más limpio y sano que nunca, como expuse en mi anterior artículo. Si alguien dudaba de cuál es la incidencia de la movilidad sobre la calidad del aire, lo puede experimentar en esta época de confinamiento.
En cambio el tema del reto demográfico no van bien encaminados. Antes de la situación catastrófica que nos toca vivir, muchos políticos floreaban su discurso con el tema de la España vacía y que hay que salvar de la despoblación una gran parte de nuestro territorio. Pues les ha salido un R.D. con una perspectiva totalmente urbanita donde limitan (con toda la razón) nuestra movilidad y solo podemos salir de casa para ir a la farmacia, a los supermercados y tiendas, a comprar el pan o tabaco y a pasear el perro. Las escuelas y los centros de trabajo están cerrados y siempre con una distancia de seguridad de más de un metro
Desde hace unos años conozco de cerca una pequeña parte de esta España vacía, a la zona del Matarranya. En buena medida en los pueblos de la comarca, el R.D. es muy fácil de cumplir: carecen de farmacia, tienda, supermercado en el que comprar los suministros básicos, tampoco disponen de estanco, quiosco o panadería y los perros se pasean a menudo solos. En pueblos de 100 o 200 habitantes, nunca hay colas en el Mercadona local. Tampoco hay ningún problema de mantener las distancias entre vecinos porque son zonas muy despobladas en las que a veces cuesta tropezar con otra persona. Fábricas no hay y en cuento al cierre de las escuelas, no se les añade nada nuevo ya que muchas escuelas rurales hace años que están permanentemente cerradas. Son territorios sometidos a un confinamiento económico y social desde siempre, sólo roto en parte por turistas y visitantes.
En cambio, la subsistencia de algunos de estos pueblos (donde los recursos económicos son escasos) pasa a menudo (al menos en parte) por ir a buscar agua a una fuente cercana, cultivar pequeños huertos familiares, recoger leña (y piñas) en la montaña para calentar las casas, recolectar espárragos y almendras, podar cuatro olivos…actividades todas ellas prohibidas por R.D. según he podido comprobar por consultas realizadas.
Comprendo que un R.D. no puede atender a toda la casuística posible, pero puesto que se trata de unos territorios vulnerables que merecen toda la nuestra atención y además tenemos medio Ministerio dedicado a ello, se debiera haber prestado mayor atención a estas pequeñas comunidades rurales. Si las cosas son así, como realmente creo que son, pienso que de nuevo, en una situación única, hemos estado totalmente injustos con la España vacía, a la que sin embargo van a intentar llenar de aerogeneradores para producir energía limpia. Una vez más tenemos una perspectiva excesivamente urbanita acerca de cómo se han de resolver los problemas, demostrada hasta ahora en el despliegue de las vías de comunicación o en la fibra óptica y rematada con las soluciones a la pandemia.
Bona reflexión que apunta a lo dificil que es trobar l’equilibri en les decisions politiques (i en totes les de la vida).