EL JUEGO DE LA PATATA CALIENTE

Se piensa que la conciliación ha surgido hace poco cuando se ha llevado haciendo toda la vida,

o mejor dicho, lo llevan haciendo las mujeres desde tiempos inmemoriales. La única diferencia

es que antes tenía un menor coste porque los hijos y las hijas entraban a trabajar con sus

padres, heredaban la ropa o la confeccionaban desde casa y apenas alcanzaban a terminar la

primaria y en la actualidad la mayoría no trabajan, estudian hasta un mínimo de 16 años y

compran la ropa en los grandes almacenes. No es ningún secreto que la vida se ha vuelto más

cara y sobre todo cuando nos referimos a los/las más pequeños: Escuela, ropa y alimentación,

sin contar con las extraescolares y aquellos casos en los cuáles tengan alergias que conlleve a

que dicha alimentación y ropa sea todavía más cara.

Si tienes la suerte de formar un núcleo familiar en el cual tu pareja y tú tengáis un trabajo

digno que permita pagar todo, enhorabuena, formas parte de ese grupo de personas que no se

ven obligadas a escoger la opción de quedarse en casa porque no tienen con quien dejar el

niño o la niña. Pero detrás de ello hay muchas mujeres que se han visto obligadas a renunciar

las posibilidades de conseguir un empleo digno porque no cuentan con una red de apoyo

capaz de apoyarlas en ese proceso de reincorporación al mercado laboral ¿Y sabéis lo peor?

Que por mucho que se propongan medidas que faciliten la conciliación al final esto se ha

convertido en el juego de la patata caliente entre unos y otros porque afrontarlo implicaría

reconocer que nuestro sistema de bienestar no debería de sostenerse en la familia y destinar

únicamente prestaciones y subsidios a las personas que han cotizado un mínimo de años

porque entonces estaremos dejando todavía más atrás a aquellas que por miles de

circunstancias todavía no han podido hacerlo.

Porque quien no ha tenido un mínimo de experiencia no siempre ha sido porque no ha querido

trabajar. Hay quienes acaban de llegar y necesitan un tiempo para situarse. También hay

quienes han tenido un problema de salud que las ha incapacitado para ejercer en muchas

profesiones. Y por último no nos podemos olvidar de quienes se están recuperando de un

trauma que les ha hecho retroceder varias casillas hasta llegar al punto de partida. Si además

les exigimos que se reincorporen al mercado laboral mientras les negamos una ayuda

económica para que alguien cuide de sus hijos/as esto se convierte en un despropósito

¿Dónde se queda el niño o la niña mientras la madre va a trabajar durante 5 horas? Y peor aún

¿Quién o quienes estarían dispuestos a encargarse de un niño o niña sin percibir un beneficio a

cambio? Y no vale como respuesta a los abuelos y a las abuelas porque no todo el mundo

cuenta con esa red de apoyo y realmente ¿Hasta qué punto es justo utilizar a un familiar para

que se encargue de su cuidado alegando el vínculo afectuoso?

La clave para solucionar este problema pasa por entregar más partida presupuestaria a

recursos que facilitarían muchísimo más a la vida de las mujeres, como becas para guarderías y

comedor además de pagar el material necesario para ello. Se sabe que no es la solución ideal,

ya que lo mejor sería que también los hombres se involucrasen en el cuidado de sus hijos pero

es casi imposible conseguirlo en el corto plazo debido a las jornadas laborales y maneras de

hacer basadas en el egoísmo. Así que si queremos mejorar la calidad de vida de las personas y

también a contribuir que las mujeres puedan insertarse en el mercado laboral con empleos

dignos hay que ofrecerles toda una serie de recursos que les permita su acceso en igualdad de

condiciones a los hombres.

Noèlia Guzmán Funcasta

Graduada en sociologia i especialitzada en gènere

@ng_funcasta

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