Miguelina Acosta Cárdenas

(Fotografia: Archivo Familia Acosta https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=77878061)

“Nuestra institución del matrimonio rebaja
la condición jurídica y social de la mujer”

En 1920 se presentó en la Universidad Mayor de San Mayor de Lima, y, concretamente, en la Facultad de Jurisprudencia, la tesis para la obtención del bachillerato en jurisprudencia por Miguelina A. Acosta Cárdenas, con un título tan sugerente como “Nuestra institución del matrimonio rebaja la condición jurídica y social de la mujer”.  Aparecía Miguelina en escena toda una mujer comprometida con las mujeres, con los oprimidos, con la preservación de la Amazonia, con los indígenas, con todo.  Una mujer que, pese a su corta vida, 45 años, marcará la vida de los peruanos indicándoles un camino sin retorno hacia el progreso, la igualdad y el bien social.

Miguelina Aurora Acosta Cárdenas, nacerá en Yurimaguas en 1887, y fallecerá en Lima en 1933.

Abogada, feminista, anarquista, defensora de los indígenas y de la Amazonia, Miguelina es muchas mujeres en una, muchos deseos y empeños en un suelo cuerpo, muchas esperanzas y desencuentros en un solo momento.

Era de una familia que se encontraba bien económicamente. Los padres de Miguelina eran Miguel Acosta Sánchez y Grimanesa Cárdenas Montalván, pertenecían a los de terratenientes de la Amazonía gracias a la extracción del caucho, caucheros (el caucho era fundamental para la nueva industria emergente). Esta buena situación económica permitió a sus padres pensar en su futuro, en un futuro muy claro como administradora de la hacienda, y pensando en ese futuro próximo la enviaron a estudiar a Europa para que realizara allí los primeros estudios.  Así Miguelina estudió básicamente en Suiza, pero también lo hizo en Francia y Alemania.

Su estancia en Europa la llenó de ideas renovadas, tan distintas a las que tenía cuando salió de su casa, a su regreso se topa con una realidad que le choca y la empuja a tomar decisiones y actuar.

Pero el futuro puede ser muy cambiante, y, en este momento, hay grandes avances y descubrimientos, y el caucho natural fue sustituido por uno sintético, y sus objetivos también cambian.

De vuelta en Perú funda la primera Escuela de Señoritas, y la primera escuela de educación inicial, todo ello en su localidad natal.

Pero marcha a la capital, a Lima, su deseo, realizar estudios universitarios, pero hay un obstáculo, no le reconocen los que ha realizado en Europa y ha de volver a cursarlos.

Finalmente, ingresa en la Facultad de Letras, y luego en la de Derecho y Jurisprudencia de la Universidad de San Marcos.

El periodo universitario será para ella muy intenso, una mujer con múltiples intereses, siempre buscando descubrir, ayudar y mejorar su entorno.  Por ello se vincula a grupos de activistas sociales y políticos, como la “Asociación Pro-Indígena”.  Pero, en especial, le interesan los movimientos feministas, así María Jesús Alvarado había fundado la organización “Evolución Femenina”, del que formará parte de su Junta Directiva.

Pero, a la vez que se forma intelectualmente, colaborando y dirigiendo revistas.  Entre 1917 y 1920 dirige, junto con Dora Mayer, la revista “La Crítica, siempre con una proyección feminista, comentando la situación de las féminas tanto dentro del país, como fuera, pero también tratando otros temas como los derechos de los obreros y de los indígenas.  En este diario publicó numerosos artículos firmados con los seudónimos “Maac” y “Emedosa”

En 1919, participa en el movimiento de Reforma Universitaria. Con ello es elegida presidenta de la Federación de Universitarias Peruanas.  Asume cargos en las sociedades feministas: «Evolución Femenina», «Sección femenina de la Liga Agraria» y de su anexo «El Bazar Nacional» y de la «Sociedad Labor Feminista».

La Primera Guerra Mundial, a pesar de no ser beligerante, tuvo un impacto negativo en la economía del país, produciéndose una carestía de los alimentos básicos.

Todo ello provoca una serie de reacciones, como la creación en 1919 del “Comité Pro-Abaratamiento de las Subsistencias”, al que se unen muchos obreros, y que reclama una rebaja del precio de los alimentos, entre otras cosas.

Esta organización invitará a Miguelina, entre otras féminas, en dicha organización, con el objetivo de crear dentro del mismo un Comité Femenino, será en este grupo en el que participará Miguelina, siendo elegida presidenta del mismo.  Desde esta plataforma organizará una serie de protestas y manifestaciones que serán prohibidas por las autoridades, pero este hecho no impedirá que se reúnan, un 25 de mayo en el centro de Lima, entre 2000 y 5000 personas, con Miguelina al frente, al llamado “Meeting del Hambre Femenino”, con proclamas contra los abusos de poder y los capitalistas. 

Ante esta manifestación actúa la policía, con enfrentamientos con los manifestantes, pero que no son doblegados, habiendo múltiples heridos, pero que no impidieron que dicho Meeting se produjera. 

Todo tiene consecuencias, y el Comité, al día siguiente, realiza unas quejas por el trato dado por la policía a los manifestantes, pidiendo la destitución del jefe de Policía.

No se consigue nada, más bien al contrario, y es detenido el secretario y otros miembros de la organización, con lo cual ésta decide hacer una huelga general que consigue paralizar la ciudad de Lima durante cuatro días.

En 1920 Miguelina consigue el título de Bachiller en Jurisprudencia, con una tesis titulada “Nuestra institución del matrimonio rebaja la condición jurídica y social de la mujer”. En dicha tesis critica la definición de matrimonio, ya que plantea el tutelaje del hombre sobe la mujer, poniendo a ello una serie de objeciones, como:

– primeramente, remarca una contradicción entre la necesidad de la autorización del marido para declarar y la no obligación de ella si fuera encausada, ella sostiene que, si la mujer no fuese capaz de ejercer sus derechos en juicio, entonces también necesitaría ser representada por su marido en el caso de ser acusada

– una segunda objeción, viene dada por el impedimento de la mujer para desarrollar actividades económicas sin la autorización de sus esposos.  En este caso Miguelina recuerda que estos derechos habían sido ejercidos durante la soltería y que no deberían ser alienables por el sólo hecho del matrimonio

– y por última objeción plantea que los artículos relacionados a esta definición no valoraban a la mujer como entidad jurídica, le robaban la libertad de acción y no obligaban a los hombres de una actitud de obediencia recíproca con las esposas.

Luego, obtendría el grado de doctora con su tesis: “Reformas necesarias del código civil común peruano tendientes a hacer efectiva la igualdad civil y jurídica del hombre y la mujer”.

Fue docente en la Universidad Popular González Prada en Jauja.

Tras graduarse en la universidad, instaló una oficina desde la que se dedicó a apoyar causas obreras y a mujeres, siendo la primera mujer abogada en abrir un estudio para el ejercicio profesional.

En 1924 participa en la “Segunda Conferencia Panamericana de Mujeres”, en dicha conferencia introduce el tema de la educación de los indígenas para mejorar su vida y llegar a ser ciudadanos de pleno derecho. Es lo que llamó “las escuelas rurales ambulantes”.

Entre sus múltiples actividades podemos destacar que fue asesora y propagandista de la Federación Indígena Obrera Regional Peruana (FIORP), participando en la dirección de algunas experiencias de organización sindical.

Miguelina colaboró con José Carlos Mariátegui en “Siete ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana”, describiendo la problemática de la selva para que él la pudiera analizar y escribir al respecto.

En 1926, con motivo de la inauguración de la empresa editora «Amauta», asistió en calidad de invitada al lado de Dora Mayer.

Los últimos años de su vida, Miguelina vivió en el Callao, la parte porteña de Lima. Murió en 1938 y fue enterrada en el cementerio Baquíjano y Carrillo del Callao.

Los planteamientos ideológicos de Miguelina cubrían un amplio e interesante espectro, desde el anarquismo (anarcosindicalismo), pasando por el feminismo, y por su adhesión al movimiento teosófico hindú. Militaba en la sociedad Mixta «Igualdad» Nº 636. Acudió a las reuniones con el teósofo hindú C. Jinarajadasa que les otorgó el reconocimiento de su hermandad internacional en abril de 1929, ella, y unas cuantas mujeres más como Zoila Aurora Cáceres, Laura Farje de Leo y María Negrón Ugarte, que aparecen como socias fundadoras.

Todo este marco de ideas nos da a entender los múltiples intereses de esta mujer, que no solamente fue la primera abogada litigante de Perú (había otras que habían conseguido la titulación, pero no litigado), hasta su interés por los habitantes, indígenas, de la Amazonia, cuando en ese momento no estaban en absoluto integrados en la sociedad del país.

Defendía la educación fuera laica y racionalista, apoyaba e instaba a las mujeres a acceder a estudios universitarios para adquirir una cultura integral, se oponía a que las mujeres fueran tuteladas por hombres (padre, marido, hermano) como seres incapaces, y defendía el trabajo de las féminas y su derecho a un salario justo.

Miguelina, podemos decir que avanzada a su época, planteó retos y cambios que hoy nos pueden parecer de lo más obvio y normal, pero que en aquella época eran toda una revolución, revolución dirigida por una mujer.

Ella, convencida de tener la razón y de sus fuerzas, y de que todas las mujeres, y, en especial las mujeres obreras, las mujeres indígenas, eran una fuerza a considerar, no se rebajó ante los poderosos que la consideraron siempre un elemento peligroso, o, si no tanto, un elemento discordante.

Ella nos expresa claramente cómo es esta mujer que representa, nada débil, nada torpe, nada incapaz e inútil, tal como querían tenerlas para controlarlas: “en el campo de la lucha por la vida la mujer ha actuado hasta hoy en que ella sola, sobre la oposición masculina, se ha abierto camino hasta posiciones que parecían inexpugnables y que han transformado su vida social y económica”.

Las mujeres han sido, y lo son todavía, una fuerza transformadora que en muchos momentos se ha querido anular, ocultar o detener.  Mujeres como Miguelina han representado, y representan, ese punto de rebeldía y convicción que supone el principio del cambio.

Marisa Escuer Vinué

Profesora de la UOC

Docente Secundaria

Deixa un comentari