“El feminismo no es una doctrina caprichosa y sin objeto,
es la voz de la mujer oprimida, que reclama aquello que
le pertenece y que, si no, hoy, mañana o cualquier día
lo conseguirá, siendo por lo tanto inútil ponerle trabas…”
Ecuador, como muchos países de la América Hispana, tendrá fuertes tensiones entre un liberalismo creciente y una sociedad conservadora, de hondas raíces religiosas, olvidando, mayoritariamente, a la población autóctona, olvidada en un rincón de pobreza, pero presente siempre en la sociedad.
En este país dicotómico, o incluso más que dicotómico, incluso mejor, tricotómico, contando a todo ese sector autóctono olvidado, vivirá Zoila, entre el conservadurismo y el liberalismo que intenta decir qué y cómo ha de hacer una mujer (una buena mujer) las cosas.
Zoila Clotide Ugarte Zea, y después de casarse con ese “de” posesivo, eliminando la filiación materna, Ugarte de Landívar, vivirá entre 1864 y 1969, pasando la centena, el mundo en el que nacerá nada tendrá que ver con el que existía en el momento de su fallecimiento.
La polémica nos llega ya en el origen, no se ponen de acuerdo dónde nació. ¿En Machala, en El Guabo, o en Santa Rosa?. No sé sabe a ciencia cierta, pero parece ser que nació en la hacienda conocida como Limonal, y que fue inscrita en Machala.
Zoila pasará a la historia del periodismo de su país bajo el pseudónimo con el que escribía, Zarelia.
Era la quinta de una larga familia de once hermanos. Su padre, Juan de Dios Ugarte Benavides, dueño de varias haciendas juntamente con sus hermanos, se casó en segundo matrimonio con Juan Zea Pérez (en ocasiones el primer apellido de la madre aparece como Seas).
A Zoila la educaron, y formaron intelectualmente, sus padres, los cuales eran de una ideología liberal bastante avanzada para la época. Pero incluso, este sistema liberal en el que ella vive y se educa, se lo acabará cuestionando, considerando que no deja suficiente espacio para las reclamaciones justas de las mujeres.
Parece ser que la enviaron a Riobamba y posteriormente a Quito para continuar con sus estudios. Pero la mayor parte de su formación la realizó de manera autodidacta en su casa familiar.
Su madre fue su primera maestra, al igual que su padre, pero éstos fallecieron pronto dejándola huérfana. “Las lágrimas de la orfandad velaron mis ojos antes de comprender mi alegría, sollocé sobre los cadáveres de mis padres y de cuatro hermanos cuando empezaba a vivir.”
Al quedar huérfana fue acogida en la casa del comerciante Lizardo García Sorroza.
Ya en Guayaquil, y en 1889, y como simpatizante de la causa liberal, comienzan a aparecer sus primeras publicaciones en el Tesoro del Hogar. Este era un semanario de literatura, ciencias, artes y moda, que había sido fundado por la poetisa Lastenia Larriva de Llona. Es en este momento cuando Zoila empieza a firmar bajo el pseudónimo de Zarelia.
Poco después, en 1893, se casa con el capitán Julio Landívar Moran. Era un hombre culto, que tuvo, como ella, una vida intensa, viviendo en Estados Unidos, periodista como Zoila, y militante del Partido Socialista Ecuatoriano. Tuvieron un sólo hijo al que llamaron Jorge.
Su curiosidad literaria, sus ganas de aprender, su pasión por la literatura, la llevan en 1903 a iniciar una campaña en favor del poeta Numa Pompilio Llona, solicitando para él una pensión vitalicia, a lo que responderá el poeta con unos versos:
Gracias Zarelia noble e inspirada
entre las frescas ráfagas del viento.
Aún otra vez tu generoso acento
llega hasta mi recóndita morada.
Tu voz a mi alma de dolor postrada
alza de su mortal abatimiento
y le devuelve el ya perdido aliento
para tan buena y áspera jornada.
Cual en la playa enantes extranjera (Lima)
ayer te he visto en mi natal rivera
y hoy mi espíritu absorto te divisa
como Clorinda intrépida del Arte
como del ideal portaestandarte
como del Patrio altar sacerdotisa.
Todo un reconocimiento.
En este año, 1903, sus ideas feministas están bien estructuradas y quedan reflejadas en un escrito de ella: “La mujer tiene derecho a que se le de trabajo pues necesita vivir y no se vive ni se adquieren comodidades sin trabajar. La miseria reinante en Europa es uno de los motivos que con más fuerzas ha despertado el feminismo moderno. Las falanges de obreras que llenan las fábricas no han podido menos que comparar la diferencia de salarios señalados para los dos sexos por idéntico esfuerzo, por las mismas horas de trabajo”.
En 1905 funda la revista “La Mujer”, ésta será la primera revista feminista en Ecuador, y su contenido era variado, desde artículos en pro de loes derechos de las mujeres en sus diferentes ámbitos, como cuentos, ensayos, etc. En esta revista publicarán personajes y escritoras del momento como Mercedes González de Moscoso, María Natalia Vaca, Josefina Veintemilla, Ana María Albornoz, Clorinda Chiriboga, Antonia Mosquera, Dolores Flor, Isabel de Espinel.
“La Mujer”, fue una revista que constituyó todo un hito dentro del mundo cultural ecuatoriano, un espacio de libertad, de progresismo, y de defensa de las mujeres y de sus reivindicaciones.
En la primera editorial Zoila nos explica sus objetivos: “(…) No pediremos nada que ataque los derechos ajenos; queremos solamente que se la coloque en su puesto o más bien que se coloque allí, ella misma, por el perfeccionamiento de todas sus facultades. No os escandalicéis señores, no vamos a abogar por mujeres como Luisa Mitchel, nuestra campaña será prudente y razonada, queremos que tengáis en las mujeres colaboradoras inteligentes, compañeras amables, esposas e hijas seductoras que os hagan la vida menos difícil……”
Muy buenos propósitos, pero a pesar de ello la revista sembró reticencias entre la sociedad, especialmente los hombres, del momento.
Zoila, consciente de ello, no se calla, y en la segunda editorial, el segundo número, escribe con fina ironía, pero no se desdice de sus objetivos iniciales.
La vida de la revista La Mujer fue muy breve, de abril de 1905 a octubre del mismo año. Precisamente en octubre participa en una velada literaria de una sociedad artística y allí pronunciará un discurso. Y al mes siguiente, noviembre, se la nombra socia de honor del periódico “El Tipógrafo”.
Pendiente siempre de los vaivenes del país, en enero de 1906 se produce una revolución que destituye al presidente del país, su familia se opone y enfrenta al nuevo gobierno, y en mayo del mismo año escribe, junto a otras mujeres, una proclama en el semanario “La Patria”, dirigida a la esposa del nuevo presidente de la república, pidiéndole que aconseje a su esposo que se retire por el bien del país y por la mantener la paz en el mismo. No consigue nada, burlas y comentarios groseros, reacciones desagradables como fusilar su retrato en la vía pública.
Pero la vida continúa y ella es una mujer llena de vida.
En 1907 ingresa en la Escuela de Bella Artes, ahora para aprender dibujo, escultura y otras artes.
Desde 1909 comienza a colaborar en “El Grito del Pueblo”, y también diariamente en “La Prensa”.
Este diario se imprimía en los bajos de una casa, y allí colaboraban diferentes autores. Así, en 1910 se presentan diferentes acuarelas con motivo de la Exposición Nacional del Centenario de la Independencia, y a la par que todo ello se desarrollaba la política era cada vez más agresiva llegando a convertirse en violencia, ello coincide con un negocio, una compra-venta, que resultará falso, produciéndose unas investigaciones que terminan con el asalto a los locales de “El Guante” de Guayaquil y “La Prensa” de Quito. Destrozan todo en el local y los redactores son perseguidos. Algunos son detenidos, otros deben esconderse, no queda nadie. Si, si queda alguien: Zoila, que en este momento y en estas circunstancias asume la dirección de “La Prensa”.
En esta situación su condición de mujer, en cierto modo, la protege, ya que nadie se atreve a atacarla, pero ello no impide que sea citada, citación a la que no acude. Este hecho la convierte en blanco de insultos por la prensa oficial.
Pero el periódico “La Prensa” está en el ojo de mira de todos, se le considera enemigo del régimen. Por lo tanto, en un nuevo asalto, las máquinas son destruidas, y cogen preso a su hijo Jorge que en esos momentos tenía doce años, aunque saldrá libre a las pocas horas.
El asunto se va enturbiando, y “La Prensa” vuelve a la calle, pero la lucha seguía con la ciudadanía opuesta al régimen. De esta forma en noviembre se forma el Comité Nacional, al que bautizarán como “Zoila Ugarte de Landívar”
En 1911 cae el régimen y “La Prensa” deja de salir, y al año siguiente aparece el diario “La Patria” que harán campaña a favor del liberalismo más radical.
Tristemente en 1913 fallece su marido, y desde ese momento vestirá de luto riguroso, ella aún era joven, tenía 49 años, y habían sido veinte años de matrimonio.
La vida da muchas vueltas, y a pesar del gran trabajo que realiza en la Biblioteca es cesada en su puesto, lo cual la deja sin recursos económicos.
Había sido una mujer generosa, sus artículos no estaban recogidos, no era nada totalmente en el fondo, no era historiadora, ni bibliotecaria, hacía de todo, sabiendo hacer de todo sin ser nada realmente.
En ese momento su único hijo se va a vivir a Nueva York. Se queda sola y sin recursos, gracias a un pequeño terreno que le había dejado su marido en La Carolina, que divide y vende, puede ir tirando. Pero todo termina en marzo de 1922 cuando la nombran redactora de “El Día” de Quito, y aunque la paga es escueta le permite ir tirando.
Ese mismo año asiste a la Asamblea Liberal siendo la única mujer en participar.
Sigue colaborando con periódicos como “El Telégrafo” y “El Universo”.
El 1930 la nombran Profesora de literatura y castellano del Normal de Señoritas, pero fue rechaza por no tener título de normalista. Poco después fue nombrada para el Colegio femenino Manuela Cañizares.
En 1932 Zoila ingresó al cuerpo de profesoras del Liceo femenino “Fernández Madrid” y tuvo a su cargo la cátedra de castellano.
En 1934 reúne a diferentes mujeres con las que había colaborado y logran publicar dos números de “Alas”, revista dedicada a toda mujer de habla española bajo los ideales de la Liga de Mujeres Hispanas e Iberoamericanas.
Este grupo de mujeres solicita una pensión vitalicia para “Doña Zoila”, que en ese momento cuenta con setenta años y está en una situación de extrema pobreza, pero el gobierno se lo deniega y a cambio le otorgan la Orden Nacional al Mérito en el grado de Oficial, algo que les resulta mucho más económico y propagandístico.
Su único hijo, se acaba casando en 1942 con Fanny Silvers Tinajero, desde ese momento Zoila se va a vivir con la pareja que acaba teniendo cuatro hijos.
Va transcurriendo su vida en visitas y lecturas, en 1962 fallece su hijo, entra en una depresión, con una muy escasa pensión vuelve a vivir sola. Estará allí hasta 1968, momento en que su nieto Jorge la saca de esta situación tan precaria y la lleva a una casa en la Avenida Orellana de la cual no volverá a salir al haberse quedado ciega.
Fallecerá en Quito con ciento cuatro años en noviembre de 1969 a consecuencia de un paro cardiaco.
En una sociedad en las que las mujeres tenían un rol preestablecido por los hombres, una función fundamentalmente reproductora y unas normas morales rígidas, pero mucho más rígidas para ellas que para ellos, Zoila supone la rebelión, la revolución, el desaire, pero el desaire fresco, ese aire que entra en una habitación cerrada y penumbrosa con un aire pesado que cuesta respirar. Zoila es el desaire tanto porque hace aquello que considera debe hacer como por lo que supone de cambio en donde ella va.
Zoila no entiende de límites ni fronteras que la limiten, no entiende que la mujer sea más objeto que un sujeto y convierte su vida en una protesta continua contra la injusticia, la intolerancia y el machismo enquistado en una sociedad conservadora.
Ella defiende a la mujer ecuatoriana cuando nadie la escucha, le pone voz, le pone objetivos, le pone presencia, y aunque el pago por todo ello será grande no abandona nunca, ni en los momentos más duros y triste cuando vivir es casi un milagro diario.
Ya en 1905 escribía “la ignorancia no es garantía de felicidad, y aunque lo digan, no nos convenceremos jamás de que la mujer instruida sea incapaz de virtudes domésticas, imposible nos parece, que quien tiene aptitudes para comprender lo abstracto, no pueda ejercer cualquier oficio de aquellos, que no requieren más talento que un poco de voluntad. Las mujeres como los hombres poseemos un alma consciente, un cerebro pensador (…)”.
Y se ratifica en sus opiniones, “la mujer tiene derecho a que se le dé trabajo, pues necesita vivir y no se vive ni se adquieren comodidades sin trabajar. La miseria reinante en Europa es uno de los motivos que con más fuerzas ha despertado el feminismo moderno. Las falanges de obreras que llenan las fábricas no han podido menos que comparar la diferencia de salarios señalados para los dos sexos por idéntico esfuerzo, por las mismas horas de trabajo”.
Porque, como ella bien afirma, “las mujeres como los hombres poseemos un alma consciente, un cerebro pensador y una fantasía creadora”.
Ella nos lo demostró hasta el final.

Marisa Escuer Vinué
Profesora de la UOC y docente de Secundaria
@marisaescuer