El amor es un pretexto para esclavizarte a otra persona; es desnudarte espiritualmente a pesar de que ello puede conllevar dejar visibles aquellas heridas del pasado que, todavía hoy en día, siguen sin cicatrizar. García Márquez describió el amor como una “pequeña catástrofe”, y tras siglos de literatura nadie pudo definirlo de una forma tan concisa y exacta. Desde Shakespeare con Romeo y Julieta hasta Cumbres Borrascosas, de Emily Brontë pasando por algunos mitos grecolatinos, todos han tratado de descifrar la realidad que se esconde tras esa palabra. “A-M-O-R”, ¿cómo una palabra tan corta puede estar repleta de tanto significado? Pero lo más importante, ¿la gente cree en el amor?
Creo que, durante toda nuestra vida, nos han adoctrinado mucho en la cultura del amor. Creer en el amor es como decir si crees en la digestión, es algo que ocurre cuando debe ocurrir. (Albert, 29 años)
La experiencia ha hecho que deje de creer en el amor. (Judit, 34 años)
Nunca lo he experimentado, pero sí. (Gerard, 22 años)
Ahora que me doy cuenta, es cierto que tengo muchos amigos que todavía no han conocido el amor. Siempre he pensado que hay dos tipos de personas: las que creen y las que no lo hacen. ¿Qué factor psicológico puede hacer que alguien no crea en el amor? ¿No han sentido jamás atracción hacia alguien, ni siquiera atracción sexual? En mi caso, la primera vez que me enamoré fue a los 5 años de una compañera mía del parvulario, era la chica más popular de la clase (por supuesto, no fue correspondido, pues ella ya estaba comprometida con Víctor, el deportista de la clase, aquel que amaba jugar al fútbol y que presumía de ser el único que sabía lo que era un ‘fuera de juego’).
¿Y qué fue de todos los cuentos de hadas que nos explicaban en la infancia? ¿Es cierto que nos han adoctrinado desde bien pequeños en la cultura del amor? Siempre hemos recordado aquellos finales felices, pero nunca nos han explicado qué hay detrás de estos: puede que el príncipe no satisficiera sexualmente a la princesa, tampoco sabemos si alguno de los dos fue infiel. ¿Y si de golpe el príncipe perdiera toda su fortuna, la princesa seguiría con él? ¿A caso el príncipe valoraba algo más que una cara joven y bonita? ¿Había divorcios reales en esos cuentos? Son demasiadas preguntas las que nos plantean esos supuestos “finales de ensueño”. Siempre nos han inculcado la necesidad de tener tu media naranja, la pareja perfecta, y a veces la incapacidad de encontrar aquello que se busca nos hace replantearnos nuestra fe en el amor.
Recuerdo que, un día me encontraba en la playa meditando acerca de mi fe mientras andaba cerca del casino de Barcelona. Escuché a un par de amigos que hablaban de que lo perdieron todo apostando sus fichas a un solo número, pero que volverían y repetirían.
¿Por qué seguimos apostando a pesar de haberlo perdido todo? Y volviendo a casa, ante un cielo enrojecido por la puesta del sol, me detuve a observar las parejas que se miraban sonriendo en medio de los besos. Y entonces me respondí, a veces hay cosas por las que vale la pena apostar.

Albert Salmerón Cojo
Gestor Cultural
@AlbertSalme