¿Otra cumbre del clima igual?

cars on road near city buildings

Este puente de todos los santos, los líderes del G20 en Roma han acordado limitar el techo del calentamiento global en 1,5 °C, además de emprender diversas acciones para afrontar este problema.

Ahora bien, si echamos la vista atrás a las anteriores cumbres del clima veremos que generalmente se propusieron objetivos parecidos, pero con una fecha anterior. Esto es una constante, que los países acuerden una serie de medidas a realizar antes de una fecha determinada y que ningún o casi ninguno de estos la cumpla, quedando así este proyecto en pos de la sostenibilidad aplazado una y otra vez, pasando el testigo a otras generaciones y haciendo cada vez mayor el problema.

Uno esperaría que, de tanto hablar de emergencia climática e involucrar a los ciudadanos de forma individual y grupal, los líderes mundiales acordaran y cumplieran sus propósitos. Pero en cuanto a la protección del medio ambiente, parece que emergencia pierde su significado original y viene a significar “estaría bien hacerlo pero ya si eso más tarde”. Los líderes mundiales vienen a ser, en este aspecto, como un estudiante que pospone sus trabajos hasta el último momento, cuando ya casi no hay tiempo. Quedará ver si se vuelve a suspender o no.

Por otro lado, ya ha habido diversas empresas y sectores que han tildado estos acuerdos de demasiado agresivos, algo nada nuevo. Se quejan de que la transición hacia un mundo sin energías de origen fósil se pretende dar demasiado rápido, pero el problema radica en que el mundo ya está ardiendo. Esta transición ya no busca evitar el cambio climático, si no moderar o minimizar sus consecuencias. Cada vez hay menos espacio y tiempo para compromisos, y más necesidad de acción que involucre a todas las capas de la sociedad global. Está bien concienciar a la población general de esta emergencia climática y la necesidad de cambio individual promoviendo y ayudando a realizarlo, pero las empresas también deben realizar este cambio. Hay que tener en cuenta, eso sí, que las empresas no son humanos y, por ende, carecen de compás moral propio. Eso implica que sus movimientos o cambios se basan en puro beneficio propio, y estos sólo se producirán cuando se les demande desde la población civil cambios o se vean obligados a cambiar debido a cambios en la legislación, haciendo que tarden en realizarlos.

Este es un punto sobre el que debemos tener gran consideración, ya que las empresas son actores que, queramos o no, ocupan un lugar muy central en la transición ecológica de la sociedad global pero poca cosa han hecho más allá de quejarse y cambiar lo mínimo y necesario. Por ello, estos acuerdos deben ser agresivos y, con ellos, se deben llevar a cabo grandes cambios en la legislación para así llevar a las grandes empresas a transicionar hacia un modelo sostenible, ya que voluntariamente ninguna va a decidir decrecer y tener menos beneficios por el bien del planeta. “Que lo hagan otras, nosotros no vamos a perder voluntariamente competitividad si nadie más lo hace”.

Quedará por ver si esta cumbre representa un cambio de paradigma o, por contra y por desgracia más probable, sigue siendo una mera mota de esperanza y planificación utópica en la realidad que vivimos. Lo que sí está claro, es que la concienciación ciudadana y la exigencia de resultados a países, organizaciones y empresas es cada vez mayor, y uno sólo se puede preguntar cuándo estallará.

Que una energía sea sostenible o renovable, no conlleva que la generación de ésta esté libre de procesos contaminantes. Claro ejemplo de este fenómeno es que para construir placas fotovoltaicas, se requiere de un gran minado de plata.

100.000 coches eléctricos vendió Tesla hace unos días a Hertz, lo que representa para la empresa unas ganancias de 4.200 millones de dólares.

En China, por contra, nos encontramos con el mercado de vehículos eléctricos en más rápido aumento del mundo. Si bien, las baterías de estos automóviles requieren de litio, un recurso limitado y finito.

David Fernández Cerezales

@RedHiawatha

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