Marta Vergara

“Memorias de una mujer irreverente”

¿Qué quiere decir irreverente? ¿Es algo realmente negativo?  ¿Quiere hablarnos de falta de respeto, de alguien que falta a la sociedad que le rodea de una maneja despreciable? ¿O, tal vez, irreverente significa otra cosa, tiene la palabra otro valor?  Debe ser así, porque la vida de la autora del libro con dicho título, Marta Vergara, puede que rompiera la norma, pero no era una mujer despreciable, ella misma reconoce ser irreverente, no guarda “respeto” a aquello que no considera correcto, que considera injusto o incluso “ofensivo” desde ciertas miradas. Por eso mismo ella se refirió a sí misma como una mujer “irreverente”, que no respeto los prejuicios sociales del momento.

Marta Vergara nace en 1898 en Valparaíso, y fallece en 1995 en Santiago de Chile, hija de Clotilde Varas Valdovinos y Pedro Vergara Silva. Pertenecía a una familia adinerada, de buena posición económica, pero que con el terremoto que sufrió el país perdió gran parte de sus bienes. “Con el terremoto no solo se derrumbó nuestra casa, sino toda la situación económica de mi padre, y lo más esencial, de mi vida afectiva. Mi madre murió días después. Yo me quedé años y años con la sensación de que el suelo se hundiría en cualquier instante”.  Al poco tiempo de este hecho su madre fallece, y la familia se traslada de la costa a la capital.

Su vida es muy difícil en estos momentos, con un padre que no logra asimilar el desastre económico y que no consigue proteger a sus hijos. 

En la década de 1920 ya trabaja como periodista, no gana mucho, y al producirse un golpe de estado en su país, con Carlos Ibáñez del Campo, con el poco dinero ahorrado se va a Europa, concretamente a Francia, piensa que en este país se puede ganar la vida con trabajos de criada y de limpieza, ella nos dice “quería por lo menos conocer París antes de morir. Si la desesperación me llevaba a suicidarme, que fuera en la capital del mundo”, pero curiosamente consigue que el diario chileno El Mercurio la contrate como corresponsal, este hecho será fundamental en su vida, la pone en contacto con el periodismo francés, pero también con todos los movimientos feministas del momento.

Durante este período de corresponsal en Francia envía interesantes crónicas de arte, teatro, Proust, Picasso, y otros personajes del momento.  Pero también conoce a personajes políticos sobre los que hace en ocasiones una aguda crítica, como es el caso de Kerenski, al que considera un arrogante, y del que dice: “le communisme c’est idiot”.

Serán contactos importantes, como Doris Stevens que la recomienda para representar a Chile en La Haya, en una innovadora conferencia sobre la situación de la mujer (CIM) en 1930.

Este hecho la pone en un punto clave para la defensa de los derechos de las mujeres no sólo de su país, así al año siguiente es nombrada suplente para presentar el informe de la reunión de la Sociedad de Naciones (SDN) en Ginebra, que era su sede.  Acabada la conferencia se queda en Suiza y tiene claras ya sus directrices, los derechos de las mujeres.

Volverá a Chile en 1932, pero su visión del feminismo se ha ampliado, ha adquirido una visión más amplia, incluso más comparativa con la sociedad de su país, pero también la situación política en su país se ha solucionado y recuperado las libertades civiles.

Implicada totalmente en la defensa de las mujeres representa a Chile en 1933 en la Conferencia Panamericana en Montevideo, Uruguay, pero también pensaba que gran parte de estas conferencias y organizaciones internacionales de mujeres ignoraban a las trabajadoras, a las obreras, que eran siempre la clase más oprimidas, y también la que mayor necesidad tenía de reconocimientos, reformas y mejoras. Piensa que no hay que perseguir solamente un mero, aunque importante, objetivo político del voto, hay otros temas que competen a las mujeres a considerar, y uno de ellos es el de las desigualdades económicas, que convierten a las obreras en una subclase dentro del grupo de mujeres.

En 1934 se otorga el derecho al voto a las mujeres chilenas en las elecciones municipales.  Es un primer objetivo conseguido, pero no es más que el principio de muchos otros para conseguir la auténtica igualdad.

Su camino ya está trazado, y, en 1935, un grupo de mujeres chilenas (Elena Caffarena, Flora Heredia, Evangelina Matte, Graciela Mandujano, Aída Parada, Olga Poblete, María Ramírez, Eulogia Román y Clara Williams de Yunge) junto con Marta fundan el Pro- Movimiento de Emancipación de la Mujer Chilena (MEMCh). Y en el congreso que celebran en 1937 establecen los puntos fundamentales de la organización:

  • Protección de la madre y defensa de la niñez
  • Mejorar la situación de la mujer trabajadora
  • Obtener los derechos de la mujer
  • Elevar el nivel cultural de la mujer y mejorar el de los niños
  • Defensa del régimen democrático y de la paz

Será la organización feminista más importante del país, y no solamente se ocupará del tema del voto femenino, ya conseguido, sino también otros aspectos que eran muy importantes, transcendentales, para conseguir la ansiada igualdad en todos los aspectos.  Temas legales, culturales, económicos, serán tratados por la asociación, que también editará un boletín, La Nueva Mujer, en el que publicó múltiples artículos.

Marta se vuelve a casar en 1936 con Marcos Chamúdez Reitich en Santiago, era viuda de un marido alcohólico. No era fácil esta unión, siendo ella nueve años mayor que él.  “Caí en amores de estudiante revolucionaria a los treinta y cinco años, ya viuda y navegada. Casi, casi como don Quijote cuando sale a vivir su vida heroica a los cincuenta”. Había muchos prejuicios sociales, ya que se había enamorado de un hombre más joven, judío y comunista, como ella misma lo expresa “judío, comunista, con un apellido no reconocido; el todo constituía una conjunción de características inaceptables en mi medio familiar y en esa época”. Con su marido tuvo gran influencia en ella, pero también grandes discrepancias con él, pero, de entrada, se une al partido comunista, pero el año 1939 ella y su marido son expulsados del partido comunista, y, en este momento la pareja se marcha a Estados Unidos.  

Mientras tanto el MEMCh creció rápidamente, y mujeres de diferentes organizaciones, como las de FOCh (Federación Obrera de Chile) se unen a esta organización, surgiendo filiales por todo el país, llegando a tener 42 en 1940. Y su medio de comunicación, La Mujer Nueva, será un gran medio de difusión de ideas de apoyo a la mujer, pero también de solidaridad, especial referencia a su apoyo a al República Española y sus ataques al franquismo.

El MELMCh trató muchos temas dirigidos a las mujeres: derecho al trabajo, creación de centros de madres y de niños, jardines infantiles, fomento del deporte, mejor atención de salud, hogares colectivos para mujeres solteras o viudas sin hijos, derecho a la educación y la cultura, construcción de viviendas populares, también temas como el control de natalidad, el aborto y el divorcio

Era una organización claramente antirreligiosa, y, por lo tanto, la iglesia católica chilena, la convirtió en foco de sus ataques, porque, según la iglesia, incitaban a las mujeres al abandono del hogar y de los hijos.

Pero la organización pasó por momentos difíciles, ya que se desarrolló en unos momentos políticos, a nivel internacional, muy polarizados, como fue la Guerra Fría y la represión anticomunista, que dificultaron sus acciones, pese a lo cual siguieron adelante.

Marta abandona la MEMCh y el Partido, ya que considera que la lucha de género está por encima de la lucha de clases.

Chamudes, que había adopta la nacionalidad estadounidense, se ve enrolado en el ejército, en plena Segunda Guerra Mundial, y comienza a ejercer como fotógrafo. Él plasma el desembarco en Francia, ella relata desde Estados Unidos el impacto de la bomba atómica y el horror que le produce la persistente segregación racial.

Cuando termina la guerra mundial, y de nuevo en Estados Unidos, ella es convierte en responsable de la CIM en el año 1949. Y su marido consigue un puesto de fotógrafo en la Organización de las Naciones Unidas. Están separados físicamente ya que ella trabaja en Washington y él en Nueva York, en esto también serán una pareja avanzada.

Finalmente regresan a Chile en 1951, Chamúdez comienza a trabajar como fotoperiodista y escribe artículos anticomunistas, mientras ella se centra en su última obra, su autobiografía, “Memorias de una mujer irreverente, que aparecerá en 1962 y le darán el Premio Municipal de Literatura de Santiago.  Ella comenta la necesidad que tenía de explicar y explicarse: “Entraba en la vejez. En la separación de mi vida por etapas quizás ésta sería la última, quizás ya no tendría nunca más la fuerza para pelear otra batalla”.

Cuando ella se retira y se cree próxima a su muerte culmina con esta obra, pero aún vivirá más de treinta años, ya que fallecerá en 1995.  Y pocos sabemos de sus últimos años, ciega, viviendo en una residencia de ancianos y cuidada por una pariente.

La vida de Marta Vergara es una continua subida y bajada, ir y volver, como en una montaña rusa, una mujer de clase privilegiada pero que no tenía dinero, que era pobre, pero que se enfrenta a la vida sin rencores, ni contra su padre ni primer marido, sin prejuicios. Una mujer que trabaja como obrera, que estudia, que organiza, que milita en el Partido comunista, que escribe, viaja, reclama y consigue.  Una mujer que asume de verdad, con todo su cuerpo y espíritu, la causa de los pobres, del rechazo, y que fue consecuente hasta el final de su existencia.

Se comprometió totalmente con la defensa de aquellos que tuvieron menos suerte que ella, que estaban oprimidos, ese sector olvidado e ignorado del que formaba parte por las circunstancias adversas de la vida, pero que asumió y aceptó totalmente: “De los pobres no solo se le pegan a uno los piojos, sino algo más (…) Nos meten en sus miserias, sus problemas y sus enfermedades”.  Pero que se sintió decepcionada por el Partido Comunista de su país, un partido que no tenía como causa principal los derechos de la mujer, porque para ella la igualdad de derechos estaba por encima de todo.

Fue audaz, decidida, una vida llena de sacrificios, que le tocó vivir la pobreza, la discriminación, la guerra, el trabajo en el extranjero, pero con un claro objetivo claro, conseguir los plenos derechos de las mujeres.

“La gente piensa en el aire cuando le falta y no cuando respira normalmente. Es natural. Creo, sin embargo, en el beneficio de saber cuánto costó ganar lo que hoy nos favorece, y quizás garabateando estas líneas pueda ser que un día una mujer cualquiera se detenga a reflexionar con simpatía en el esfuerzo de unas cuantas exaltadas de otros tiempos por hacerles la vida menos dura”.

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