Nadie me comprende, sólo el bosque y el río. Aquello de lo que yo hablo ha pasado todo ya, todo, y todas las cosas se han ido con ello... Y aquellos años de juventud.
Bronislawa Wajs, llamada Papusza (muñeca en romaní), nace en una Polonia dividida entre imperios en 1908, aunque la fecha de su nacimiento no queda clara y en ocasiones se indica el año 1910, y fallecida en plena soledad en 1987.
No fundó ninguna asociación feminista, no buscó el sufragio de las mujeres, no intentó cambiar el mundo, ni mejorar la situación de Polonia (siempre ambicionada por los imperios que la rodeaban) siendo una nacionalista acérrima. Papusza era una mujer sencilla, analfabeta, moviéndose en la caravana con su familia y su pueblo, era una mujer.

Papusza nació en unas condiciones que no le resultaban favorables, sin domicilio fijo, sin cultura, analfabeta, mujer y de etnia romaní. En un momento histórico muy duro (las dos guerras mundiales), sufriendo persecución por su etnia, y siendo teóricamente de un país que no existía y a muchos no interesaba que existiera, Polonia.
La familia de Papusza pertenecía a la comunidad Polska Roma, que era un grupo nómada muy numeroso que se movía por el este y norte de Polonia
Su madre se llamaba Katarzyna Zielińska y se desconoce el nombre de su padre, se sabe que falleció en Siberia. Cuando ella tenía cinco años su madre se volvió a casar con un hombre llamado Jan Wajs, de oficio arpista, pero también alcohólico, que le dio el apellido y la educó y cuidó juntamente con los hijos nacidos de esta pareja.
Iba con la familia de aquí para allá, no tenía tiempo ni sentido en esta vida el aprender a leer y escribir, no estaban en el mismo sitio, los libros no eran un elemento de valor especial, pero para ella sí. Así que consiguió que le enseñaran judíos, o gentes de la zona, a escribir y leer en polaco (ella hablaba romaní) a cambio de víveres, pollos y otras cosas, que sustraía. Los libros eran su vida y ella los ocultaba.
Muy joven se casa con un hombre diez años mayor que ella, en ese momento ella tenía quince, pero al poco tiempo entra en prisión y el matrimonio se deshace, por lo tanto, la vuelven a casar con un hermano de su padrastro, Dionizy Wajs, que era veinticuatro años mayor que ella (ella tenía dieciséis cuando se casó) y su oficio era el de arpista. Un mundo en el que ella se sintió cómoda ya que pudo escribir y expresar todo aquello que llevaba dentro. Su marido tocaba el arpa y ella recitaba, explicaba, contaba, pero también transmitía.
Su marido dirigía una orquesta itinerante y pronto se sintió cómoda con el grupo, en principio cantaba canciones tradicionales, para posteriormente escribir poemas y canciones infantiles en lengua romaní.
Podríamos decir que, aunque la Primera Guerra Mundial fue compleja y dura para todos estos pueblos que vivían en la ocupada Polonia, al acabar la guerra y aparecer como estado independiente las ambiciones nazis y soviéticas fijaron sus ojos en este territorio rico y de fácil acceso. En este momento comienzan los momentos muy duros para pueblos, gentes y disidentes dentro una locura de exterminio, aniquilación y teórica búsqueda de una pureza racial, que puso a los gitanos, como a los judíos y otros grupos, en el punto de mira.
Ellos, los gitanos, también formaban parte de la Solución Final propuesta, el Holocausto, o porraimos, como le llaman los gitanos, supuso el asesinato de más de medio millón de ellos, con un cálculo aproximado, y que suponía entre uno y dos tercios de la población total gitana europea en ese momento. Los niños gitanos sufrieron mucho en Auschwitz y eran escogidos por el doctor Mengele para sus experimentos. Ninguno de ellos sobrevivió a los mismos.
Y Papusza escribió en ese momento poemas sobre sus temores, cuando se escondían en los bosques polacos durante el invierno, y se encontraban con grupos de judíos y huidos que también se ocultaban. En “Lágrimas sangrientas: lo que pasamos bajo los alemanes en Volhynia en los años 43 y 44”, así nos lo expresa:
Oh, mi pequeña estrella, ¡Oh amanecer, qué grande eres! ¡Cegue los ojos de los alemanes! ¡Dibujen a lo largo de los caminos equivocados! No les muestres el camino correcto, Muéstreles el camino equivocado, Para que los niños judíos y gitanos puedan vivir...
La vida en aquellos momentos no era sencilla, era muy compleja y peligrosa, tenía todos los elementos en contra. Su campamento sufrió un ataque violento de los nazis en 1943 cerca de Wlodzimierz, donde perdió a gran parte de su familia.

Se acerca el final de la guerra, puede parecer que todos estos problemas terminarán, pero es en este momento cuando la vida se le complica de manera inesperada.
En 1949 se produce un encuentro trascendental y a la vez terrible para Papusza, se refugia en su campamento un poeta polaco que huye de los comunistas, Jerzy Ficowski, la relación entre ellos dos es muy buena, y finalmente la convence de traducir sus poemas al polaco (escribía en romaní) y publicarlos. Es editado en 1950 en una revista y allí comienza su reconocimiento, pero a la vez su tragedia.
Sin querer, sin proponérselo, Papusza buscó su libertad y capacidad de decisión como mujer, como mujer gitana, y sin unirse a ningún grupo feminista, ni luchar por los derechos de ella, la búsqueda de su propia libertad, de sus propios derechos, la convertirán en un personaje transcendental dentro de la historia del pueblo gitano.
En sus escritos explica sus viajes, sus esperanzas, las leyendas gitanas, los problemas del holocausto, …. Pero en estos escritos también hay comentarios de lo que considera puntos negativos de su comunidad, como la pobreza, o la dificultad de la vida nómada.
Sus escritos tuvieron un éxito rotundo, éxito que no gustó a la comunidad gitana, pero que fue utilizado por los gobiernos comunistas para favorecer los asentamientos sedentarios de su comunidad, de una manera nada suave, más bien radical e incluso brutal en ocasiones. Este hecho provocó que fuera vista como una traidora que había explicado los secretos de su comunidad. Aquellos que le han ayudado en el mundo literario le apoyan, pero su comunidad le rechaza totalmente.
Ella no veía con malos ojos la sedentarización, era una manera de dar a los niños de su pueblo un techo y una escuela.
Ficowski incluyó alguno de sus poemas en un libro que publicó y se decantaba a favor de los asentamientos definitivos de los gitanos ya que ello mejoraría sus condiciones de vida, pero la reacción de la comunidad gitana fue contraria, rechazaron a Papusza por hablar y desvelar temas secretos de la comunidad. Escribió a Fikowski pidiendole que no publicara estos poemas … “Si publicas esas canciones me desollarán viva, mi gente quedará desnuda frente a los elementos”.
Ella pidió que retiraran esos poemas que hacían referencia a su familia reclamando su autoría y desautorizando su publicación, pero no consiguió nada. Como reacción quemó cerca de trescientos poemas todavía inéditos, ya nadie podría leerlos, ni nadie podría acusarla de traidora.
Fue llamada por la máxima autoridad de los rom polacos, la escucharon, y la declararon impura, y como consecuencia de ello expulsada de la comunidad.
A partir de este momento serán 34 años de soledad, de rechazo y hasta de olvido, Papusza, una muñeca rota, una muñeca inútil, una mujer destrozada, ignorada y sola.
Sola, viviendo este cruel ostracismo sufrió de depresión, de tristeza, de amargura. Aquello que había nacido de la alegría de los bosques, de la frescura de la noche, de la solidaridad en la persecución, de los cantos y los sueños, se convirtió en su tormento y su amargura. Solo a finales de los 60 algunos poemas vieron la luz. Nunca más volvió a cantar.
Murió en esta terrible soledad en 1987. A nadie le interesaba.
Será tiempo después cuando se la redescubra y se den cuenta, primeramente, su comunidad, de su error, e intentarán rectificarlo. Ella que como nadie defendió a la mujer, a la mujer gitana libre. Ella que mejor que nadie defendió su cultura y a su pueblo. Ella, fue recuperada poco a poco.

Cuando no te propones algo grande es cuando sucede, y, a lo mejor, requiere el sacrificio y soledad de una vida el conseguir este objetivo.
Ciertamente Papusza no era feminista, no buscó el sufragio, la unión de las mujeres, pero buscó algo esencial, ser ella misma, expresarse como ser humano, poner voz a sus sentimientos y vivencias, poder expresarse como mujer, pero sobre todo como persona. Sin intenciones maliciosas, buscando su horizonte, su futuro, su identidad, su ser. Ser ella misma, no el apéndice de nadie ni de nada, ser ella misma.
Esta es la otra gran aportación de Papusza, además de su poesía, la búsqueda de su identidad libre como mujer. Aquello que las mujeres de ese momento comenzaban a sentir en sus corazones, la necesidad de ser ellas mismas por encima de todos y de todo, pasara finalmente lo que pasara.
Oh, Señor, ¿adonde debo ir? ¿Que puedo hacer? Donde puedo hallar leyendas y canciones? No voy hacia el bosque, ya no encuentro ríos. ! Oh bosque, padre mío, mi negro padre! El tiempo de los gitanos errantes paso ya hace mucho. Pero yo les veo, son alegres, fuertes y claros como el agua. La oyes correr cuando quiere hablar. Pero la pobre no tiene palabras… … el agua no mira atrás. Huye, corre, lejos, allá donde ya nadie la vera Nadie me comprende, solo el bosque y el río. Aquello de lo que yo hablo ha pasado todo ya, todo, y todas las cosas se han ido con ello… Y aquellos años de juventud.