Fatima Ahmed Ibrahim

“La igualdad no significa que la mujer sudanesa se convierta en otra copia del hombre. Significa que las mujeres son plenamente iguales entre sí en la toma de decisiones en todos los niveles”

Sudán, el país en el que nació Fatima Shmed Ibrahim, es un país complejo, y con grandes problemas, problemas derivados, de la sequía, de los conflictos económico-políticos, de la historia colonial, pero también del olvido internacional que en muchas ocasiones ha mirado en otras direcciones.

Un país como este tiene también unos grandes contrastes internos que nos pueden parecer contradictorios, el primero de todos es determinar el año de nacimiento de Fátima, para unos el 1928, para otros el 1929 (parece que finalmente aceptan este año), y para otros el año 1933 o incluso el 1934.  Y es curioso porque Fatima no era de una familia cualquiera, provenía de una familia universitaria, y por tanto el que este dato no sea concreto no deja de mostrar las contradicciones que existen en este gran país.

Esas contradicciones se traducen en unos datos de UNICEF escalofriantes: una tasa de mortalidad infantil (menores de cinco años) del 112 por 1.000, una proporción de madres que fallecen es de 1.007 por cada 100.000 alumbramientos, el 40% de la población carece de agua potable, y el 70% no tiene acceso al sistema sanitario; si ello fuera poco la tasa de asistencia a la escuela primaria está alrededor del 54,7% y el analfabetismo adulto en mujeres es del 62%; además el 36% de las niñas se casa antes de los 18 años y el 68% de las mujeres y niñas son víctimas de la ablación.

Pero dentro de este panorama tan poco positivo Fatima Ahmed Ibrahim nace en una familia con formación y capacidad económica.  Por tanto, su educación e infancia es diferente de la mayoría de la población sudanesa, eso le permite adquirir formación y, a la vez, ser consciente de las grandes carencias y dificultades del país.

El padre de Fátima era graduado universitario y trabajaba como profesor en una escuela del gobierno, de la que fue expulsado cuando se negó a dar las clases en inglés; pero lo más destacable, sin duda, era la madre, ya que había ido a la universidad y fue una de las primeras mujeres del país en acceder a la misma.

Con este ambiente Fátima crece siendo consciente de la situación del país y de los privilegios de los que ella goza. Así fue incluso durante sus primeros años en la escuela de secundaria de Niñas de Omdurman, mostró la conciencia feminista que tenía, e hizo su primera publicación Elra’edda (“Niñas pioneras”), también en clara oposición al gobierno colonial británico. En su empeño en luchar en pro de las mujeres de su país organizó la primera huelga de féminas del país, el motivo de la misma, sencillo, en las escuelas de niñas quisieron eliminar las clases de ciencias por las de las que denominaban “ciencia familiar”, ya que creían que eran más adecuadas para las niñas.

En 1947, todavía bajo dominio británico, y solamente con 14 años, creó la Asociación de Mujeres Intelectuales.  Esta asociación tenía una doble vertiente de lucha: las mujeres y la aposición a los británicos, que para controlar el territorio deseaban limitar el acceso de las mujeres sudanesas a cualquier puesto social que consideraran relevante.

Y aunque pertenecía a una familia con formación el padre se opuso a que entrara en la Universidad de Jartum.  Pero nada de ello le impidió sus progresos y su clara concienciación en que las cosas tenían que cambiar.

En 1952, Ibrahim se unió a otros activistas para fundar la Unión de Mujeres Sudanesas (SWU).  Fue presidenta de esta organización entre 1956-57, y su gran objetivo era el sufragio de las mujeres y que llegaran a tener representación política, así como adquirir unos claros derechos para ser educadas y en el campo laboral. A la vez que desarrollaba este trabajo ingresa, en el año 1954, en el Partido Comunista de Sudán (SCP), este partido era el único que permitía la presencia de mujeres y que participaran activamente en el mismo. En 1955, se convirtió en la editora en jefe del boletín de noticias de SWU, Sawat al-Maraa (Voz de la mujer), a pesar de que las mujeres tenían prohibido trabajar como periodistas.

Este período dirección de la revista no fue fácil, ya que la enfrentó a un escritor miembro del Partido Comunista, Suad Ibrahim Ahmed.  El problema fundamental era el papel de la mujer, mirado desde el punto de vista de la religión y la moralidad, a la vez que las estrategias que debía tener el partido en estos campos. Ibrahim creía que el Islam podría usarse como una fuerza progresista contra los conservadores religiosos, y Ahmed quería basar la lucha de las mujeres en ideas seculares. Ahmed creía que permanecer dentro del marco islámico obligaría a los progresistas a luchar en el terreno de sus oponentes.

En 1964, después de la Revolución de Octubre, a las mujeres se les concedió el sufragio, incluido el derecho a postularse para cargos públicos. Al año siguiente, Fátima fue elegida al parlamento, convirtiéndose en la primera diputada sudanesa.

Pero no todo fue fácil, la política en Sudán, al igual que sus necesidades, son complejas y amplias. 

El año 1969 en Partido Comunista Sudanés apoyo un golpe de estado, el de Jafar Muhammad al-Nimieri.  Pero el acuerdo entre los golpistas y los comunistas duró poco, al romperse el bloque hubo dos años después, en 1971, un intento de contragolpe, al fallar el marido de Fátima, el sindicalista Elshaifie Ahmed Elsheikh, fue torturado, acusado de ser el cabecilla del contragolpe, y ejecutado.  El SCP fue disuelto y tanto Fátima como sus camaradas elegidos son expulsados del parlamento, y ella sufre arresto domiciliario durante varios años y arrestada en múltiples ocasiones. Este hecho no le impidió callar su voz y seguir exponiendo sus ideas, hablando y denunciando allá donde querían escucharla.

Como la situación no mejoraba, y tras largo esfuerzos, abandona el país en 1990, el desencadenante fue otro golpe de estado, en este caso militar, de Omar Hassan al-Bashir, y se unió a la oposición en el exilio como presidenta de la Unión de Mujeres Sudanesas.

Aquí comienza un trabajo pro y para Sudán y en favor de las mujeres de su país: en 1991 es elegida presidenta de la Federación Democrática Internacional de Mujeres.

En 1993, recibió el premio de Derechos Humanos de las Naciones Unidas. Se convirtió en la voz de las mujeres en un momento en el que las mujeres del mundo árabe no podían acercarse a la política, y recibió un doctorado honorífico de la Universidad de California en 1996 por su trabajo a favor de las mujeres y niños.

Finalmente, el año 2005 regresa a su país tras una reconciliación del gobierno y la oposición, nuevamente, entra en el parlamento representando al SCP, el año 2011 se retira de la política falleciendo el 2017 y provocando su entierro una gran polémica, ya que el primer ministro Bakri Hassan Saleh, el ministro de Asuntos Exteriores, Ibrahim Ghandour, y el gobernador de Jartum, Abdul-Rahim Mohamed Hussein, fueron expulsados del entierro ante las protestas de los miles de asistentes al mismo.

¿Cuál era el pensamiento de Fátima y cuáles sus aportaciones?

Para algunos autores Fátima inventó a la nueva mujer sudanesa de la edad moderna, un proyecto que convirtió en su propia vida.

Fatima creía que el tema de las mujeres, sus derechos, su acceso a puestos dignos de trabajo, no se podía abordar desde la esfera privada, sino desde la pública, y que solamente había una vía: el compromiso político. “La emancipación de la mujer sudanesa es la emancipación del analfabetismo, del atraso, de la enfermedad, del desempleo, de la pobreza, de la discriminación en el hogar y en la sociedad. La igualdad no significa que la mujer sudanesa se convierta en otra copia del hombre. Significa que las mujeres son plenamente iguales entre sí en la toma de decisiones en todos los niveles. Los hombres, como varones, no son responsables de la discriminación contra las mujeres. La mayoría de ellos son también explotados y discriminados”.

Pero Fatima continuó con un discurso igual durante mucho tiempo, y ello provocó la decepción de jóvenes feministas de su país, ya que ella no quiso entrar en algunos temas que eran primordiales con el paso del tiempo, ella se centró en los problemas que acuciaban y acechaban a las mujeres del país, y el estilo de vida de las mujeres feministas urbanas de su país no le interesaba, ni lo creía un tema primordial, ella pensaba que el hambre que sufren las mujeres rurales de su país, aumentado por las guerras, era mucho más importante, en las propias palabras de Fátima: “¿Qué prioridad puede tener la elección sexual para una mujer cuyo hijo muere de hambre en sus propios brazos?”

Fátima organizó la agenda social de la SWU cerca de las mujeres que no solamente son maltratadas y dejadas por los hombres, sino también por aquellas que en el afán de una modernización olvidaban a la mujer rural y su día a día. Por eso buscó alianzas en su país, y la primera estuvo vinculada con la sharía que imperaba en su país, ello le permitió una praxis que consideró más adecuada, un feminismo indígena que ayudaba a las mujeres de verdad.

Los resultados son evidentes, las campañas de la SWU logró unas mejoras claras (pocas bajo la mirada occidental, muchas en el contexto del país), tales como: el derecho a las mujeres jóvenes a ser consultadas antes del matrimonio; la abolición de las leyes de obediencia; el derecho de la mujer a divorciarse en caso de abuso; también a las madres se les concedió la custodia de los hijos hasta los diecisiete años y de las hijas hasta su matrimonio; en el caso de divorcio el padre pasa una pensión alimenticia.  Estos progresos, en una sociedad como la sudanesa, aseguraban y protegían a las mujeres, mucho más allá de lo imaginable.

Fátima ya nos manifiesta su pensamiento de manera clara y contundente: “Emancipación no significa deshacerse de nuestras buenas tradiciones y valores nacionales, o que nosotras, las sudanesas, seamos una copia más de la mujer occidental. Es la emancipación del analfabetismo, el atraso, la enfermedad, el desempleo, la pobreza y la discriminación en el hogar y en la sociedad”.

Para Fátima era más importante el por qué que el quién, el porqué de la lucha, que el quién la hacía. Y volvió la mirada crítica al feminismo occidental al cual algunas mujeres sudanesas miraban como si fuera su modelo a seguir.  Para ella el feminismo occidental, que intenta presentarse como universal tiene grandes carencias, y lleva en su seno una serie de problemas que ella destaca.  Para ella las mujeres occidentales, a pesar de tener grandes libertades personales, siguen sufriendo de violencia física y estructural, tanto en el hogar como en la sociedad, ya que las libertades sexuales de Occidente no se han traducido en una igualdad en las relaciones de ambos sexos, ni protegen más a las mujeres de la mercantilización, de la violencia sexual y de la explotación.

Considera que las sociedades occidentales son plenamente individualistas, han olvidado a las mujeres de base, piensa que las universidades occidentales, con sus grandes estudios de género, no tienen en realidad contacto con las mujeres comunes, y éstas tampoco llegan a conocer los estudios que las primeras realizan.

Es importante destacar que Fátima destacó el hecho de que la gran mayoría de las mujeres en los países occidentales no están involucradas en la política en absoluto. Para ella “clase dominante predominantemente masculina está dispuesta a mantener a las mujeres fuera de la clase dominante porque esto ayuda a limitar la competencia por acceder al poder”.

Su gran rechazo al feminismo occidental es que éste se ha otorgado la representación y la bandera de la universalidad, cuando en realidad no lo es.

Para ella la lucha por la emancipación de la mujer está plenamente vinculada a la lucha por una sociedad más justa, sociedad que ha de rebasar al sistema capitalista, que considera plenamente atascado, y por lo tanto afirma: “las mujeres occidentales todavía son discriminadas porque las sociedades capitalistas todavía practican la discriminación racial y de clase”, y continúa,  “las mujeres nunca serán iguales a los hombres en una sociedad en la que un hombre no es igual a un hombre”,  y concluye, “porque los problemas y problemas de las mujeres están conectados con los problemas de los hombres y de la sociedad”.

¿Quién sigue ahora en Sudán las líneas marcadas por Fátima?  Hay una división de tendencias, de hecho, tanto el Partido Comunista como la Asociación de Mujeres Sudaneses, tienen en este momento poca, o nula, fuerza y representación. Hay en este momento tres grandes opciones: la primera sería el movimiento de mujeres islamistas iniciado por mujeres de la generación de Fátima; la segunda y la tercera serían las tendencias liberales del feminismo divididas entre una escuela reformista alrededor del Instituto de Estudios de Género de la Mujer de la Universidad Ahfad y una serie de iniciativas declaradamente activistas y ocasionalmente conflictivas como ‘No a la opresión de las mujeres’ o la sociedad civil. organizaciones dedicadas a la promoción de un ‘feminismo’ de marca registrada con un enfoque en la sexualidad y la violencia doméstica, como el Centro de Recursos para Mujeres de Salmmah.

Pero ciertamente de Fátima quedó una semilla indestructible, su mayor logro fue el generar y considerar las relaciones de lucha y solidaridad implican a mujeres y hombres, llevándonos a su ideal que sería una emancipación colectiva dentro de un ideario comunista.

Su sueño no se ha conseguido, y puede que quede todavía un largo camino para conseguirlo, no solamente en Sudán, con su propia idiosincrasia, sino en todo el continente africano, e incluso en todo el planeta.  Pero, sin lugar a dudas, Fátima colocó la primera piedra y también la primera idea en el camino, el camino del reconocimiento de las mujeres y de sus derechos. 

Fatima Ahmed Ibrahim fue el reflejo de un tiempo y un lugar, lleno de conflictos y situaciones contradictorias, lleno de verdades y de mentiras, pero, especialmente, lleno de mujeres que cada día se levantaban, aunque sólo fuera con un único objetivo, que sus hijos pequeños no murieran, y eso era algo que ella no podía obviar.

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