Feminismos africanos: Chimamanda Ngozi Adichie

África no es un país”. En muchas ocasiones se puede oír el sueño de volar, viajar, visitar África, o que los emigrantes, visitantes, conocidos, vienen o son de África, como si fuera una unidad no sólo política, sino también cultural.

Si tenemos presente su extensión (más de 30 millones de Km2, España tiene poco más de medio millón), y sus habitantes (más de 1.300 millones), entenderemos que la variedad de paisajes, de climas, pero especialmente de lenguas, culturas y tradiciones, es francamente inmensa.  Aunque Europa y su historia ha estado, y está, vinculada al continente africano, lo ha hecho, y aún lo sigue haciendo en múltiples ocasiones, desde la mirada del hombre, de la responsabilidad del hombre blanco, como lo describió Rudyard Kipling.  Y aunque la romántica imagen de Tarzán que nos presentó su autor Edgar Rice Burrough, con el gran nadador Johnny Weissmüller como protagonista, siendo el blanquito que no se espanta de nada, el rey de la selva, que los domina a animales y autóctonos (todos negros y espantados), aunque esta mirada “romántica” nos divierta y de una imagen distorsionada: África sigue siendo el explotado, desconocido y olvidado por muchos europeos.

Por eso hablar de feminismo en África es imposible hacerlo en singular, se ha de hacer en plural a la fuerza.  Y aunque en este artículo me centre en una autora actual, la Chimamanda Ngozi Adichie (1977), sus reflejos y opiniones son solamente de un breve y pequeño sector, también considerando que se formó en EEUU y que ella, a pesar de algunos de sus escritos prefiere ser considerada escritora y no activista.

Como dice la escritora ghanesa Ama Ata Aidoo (nacida 1942): “Las africanas fueron feministas mucho antes de que existiera el feminismo “.

En África el feminismo es un tema polémico, han surgido gran cantidad de debates y de activistas que hacen grandes aportaciones, como Adichie, y hay una gran resistencia a aceptar la palabra “feminismo” ya que lo consideran una imposición desde Occidente.

FEMINISMOS EN ÁFRICA

Hablar de feminismo en África es complejo, ya que muchas veces este término se relaciona con conceptos occidentales ligados a la mujer blanca. Incluso hay escritoras africanas que rechazan de entrada este concepto y que se declaran abiertamente no ser feministas en este sentido occidental, ya que entra en contradicción directa con las costumbres africanas tradicionales.  De esta manera Buchi Emecheta (1944-2017) afirma: “But if Ia am now a feminist then I am an African feminist with a small f”

Por tanto, aceptar el feminismo (occidental) tal cual suponía y supone un problema para las mujeres africanas, y ello porque por un lado deja de lado el analizar las causas de situación de las mujeres, y por otro lado porque presenta al hombre africano como un opresor, y el que ha generado estas desigualdades.

Este feminismo eurocentrista presenta a la mujer africana, según algunas autoras, y entre ellas Ama Ata Aidoo (escritora ghanesa nacida en 1942), africana como una bestia de trabajo, harapienta y rodeada de hijos hambrientos.

A todo ello hay que sumar el hecho de que, en ocasiones en occidente, sea por su historia, sea por las ideologías dominantes, se presenta una dicotomía hombre-mujer, como opuestos, siendo el hombre el superior y dominante, y este hecho no se produce ni se siente así en muchas culturas africanas.

Por lo tanto, se puede decir que hay un feminismo blanco y otro negro (mirada a parte son, aunque influyentes, las feministas afroamericanas) basados en momentos y orígenes diferentes.  En el mundo occidental este feminismo en origen de era de carácter político adquiriendo rápidamente un discurso intelectual; en África ha sido, al contrario, han sido las intelectuales, las mujeres vinculadas al mundo académico, las que lo iniciaron, pero ni siquiera en este punto es uniforme y mayoritario (África es inmensa). 

Como podemos ver hay una gran variedad de opiniones y criterios, repasaremos los principales movimientos “feministas” del continente africano:

1.- Womanism (mujerismo)

Se puede considerar la primera, una de las primeras, propuestas al feminismo occidental.  Fue mencionado por Alice Walker (nacida en 1944, escritora afroamericana y feminista que recibió el Premio Pulitzer a la obra de ficción en 1983 por la novela “El color púrpura”. El término fue acuñado en su cuento corto de 1979, “Coming Apart“). Es un pensamiento muy conocido dentro del pensamiento negro no es muy aceptado por las mujeres africanas ya que olvida las características del continente, y otras lo rechazan ya que desaprueban la aceptación del lesbianismo por parte del mismo.

Tiene varias características: ausencia de antagonismo al hombre; existencia de limitaciones en las sociedades tradicionales africanas; admisión del carácter antiguo de las sociedades africanas; examina las sociedades africanas sopesando aquellas instituciones que resultan útiles para sus mujeres y rechazando las que no lo son o aquellas que simplemente importan las ideas del feminismo occidental sin una revisión crítica; importancia del respeto que el womanism siente hacia la seguridad de las mujeres africanas en sí mismas, su independencia y trabajo cooperativo así como el hecho de que éstas consideran natural el tener que generar sus propios recursos económicos; importancia de las mujeres africanas en la participación activa de la independencia y en las fases posteriores de reconstrucción.  Estos serían los puntos fundamentales de esta corriente de pensamiento.

2. African and Africana Womanism

Lo desarrolla la crítica literaria nigeriana Chikwenye Okonjo Ogunyemi (nacida en 1932), queriéndose separar tanto del feminismo blanco como el womanism.  En su opinión, diez son los aspectos que una African womanist debe tener en cuenta: (1) el capitalismo global y el consumo que empobrece a los pobres; (2) las economías políticas de raza; (3) los feminismos y otros imperialismos –la postcolonialidad en contubernio con la fraternidad global–; (4) las escaramuzas y limpiezas interétnicas; (5) los fundamentalismos religiosos –las religiones tradicionales africanas, el Islam y el Cristianismo–; (6) el elitismo, militarismo y feudalismo; (7) el tema del lenguaje; (8) las restricciones de género; (9) la gerontocracia; (10) finalmente, la familia política junto con otras constricciones culturales

Una africana womanist se caracterizaría por los siguientes rasgos: capacidad de autonombrarse y autodefinirse; centrada en la familia; genuina en su hermandad con otras mujeres; fuerte; preocupada por la lucha masculina; completa, auténtica, respetada y reconocida; flexible, espiritual y compatible con los hombres; adaptable y respetuosa con los mayores; ambiciosa, maternal y nurturing (protectora, cuidadora, alimenticia).

3. STIWANISM

STIWANISM, (Social Transformations Including Women in Africa),  acuñado por la autora Molara Ogudimpe Leslie (poetisa, crítica, editora, y activista feminista nigeriana, 1940-2019). Tendría las siguientes características: no habría oposición con los hombres; las mujeres no tendrían por qué renunciar a su roles biológicos; la maternidad se reconoce como una fuerza para la mujer africana; deben tenerse en cuenta todas las facetas que engloba el hecho de ser mujer en vez de obsesionarse exclusivamente con temas sexuales; ciertos aspectos de los derechos reproductivos de las mujeres tendrían prioridad sobre otros; hay que considerar las condiciones de las mujeres en su contexto, enfatizando la independencia económica de éstas; finalmente, se debe tener presente la lucha de razas y de clases existente en la actualidad en África

4. Motherism (maternalismo)

Esta tendencia surgió en 1991 con Catherine Obianuiu Acholonu (1951-2014, escritora, investigadora y exprofesora de estudios culturales y de género en Nigeria, Motherism, la alternativa afrocéntrica al feminismo, 1995)

La autora considera que fundamental redescubrir el femenismo africano, “the essence of the mother as the matrix of all existence”.

Un motherist, hombre o mujer, ama y respeta a todas las personas independientemente de su sexo, color, raza, etnia o religión; ama a Dios y a la naturaleza; protege a los niños y el entorno natural; respeta las diferencias a la vez que defiende los valores de la familia; odia el sufrimiento, la injusticia y la opresión; ama la prosperidad, el progreso y la justicia; posee cualidades de coraje, humildad, realismo, sentido de la continuidad y siempre está dispuesta a las reformas, incluso al propio sacrificio, por el bien de los demás, como una madre.

5. Negofeminism

El Negofeminism estaría basado en la filosofía de dar y recibir, de negociación, esencial en la cultura Ibo, a la cual pertenece su autora Obioma Nnaemeka (nacida en 1948, es una académica nigerianoamericana). Para ella, en el caso de las mujeres africanas, ser feminista es actuar como tal pues éstas, en la mayoría de las ocasiones, no lo articulan en una ideología, sino que simplemente lo llevan a cabo en sus vidas.

El negofeminism se centraría en siete campos fundamentalmente: oposición al feminismo radical; resistencia contra el rechazo a la maternidad del feminismo occidental ya que, para las africanas, la maternidad no es algo negativo; el feminismo africano trabaja con la negociación y el compromiso más que con la confrontación; no está de acuerdo con lo que las africanas perciben como énfasis en la sexualidad dentro del feminismo occidental; el feminismo africano se resiste a excluir a los hombres de los temas de mujeres sino que, muy al contrario, se les invita a participar como compañeros en la resolución de problemas y el cambio social; y, finalmente, rechazo a la universalización de los conceptos y nociones occidentales.

6. Oyèrónké Oyèwumi

Oyèrónké Oyèwumi (nacida en Nigeria) en su libro African Women & Feminism. Reflecting on the Politics of Sisterhood define el feminismo occidental como “a range of behaviour indicating female agency and self-determination”. Sostiene que la reclamación de a la autodeterminación de la mujer occidental era algo que ya existía en las sociedades africanas pre-coloniales. Para ello nos habla de las mujeres Ibo de Nigería, las cuales tenían gran poder, autoridad y privilegios, atributos que en apariencia han de ser masculinos. Las mujeres Ibo están involucradas en cinco grandes aspectos: espiritual, económico, político, educacional y maternal. Y los roles de género no vienen predeterminados, así hay en esta sociedad hombres que asumen, o podían asumir roles femeninos tales como cocinar. Hombres y mujeres se complementaban y podían realizar tareas que se consideraban ajenas a su sexo sin que ello supusiera ningún problema de aceptación social.

7. Werewere Liking y otros feminismos africanos

En el África francófona la camerunesa Werewere Liking (nacida 1950 escritora camerunesa instalada en Costa de Marfil) y que acuña un nuevo término, misovire, para designar a la mujer que no encuentra a un hombre admirable, pretendiendo con ello fomentar una reflexión por parte de los hombres acerca de las relaciones de género dentro del contexto africano.

Tenemos también el Missionary Feminism. El objetivo de este feminismo era detectar y corregir las prácticas erróneas de los nativos a la vez que se les convertía a la religión El feminismo misionero mantiene una visión separatista que rechaza reconocer el progreso a ambos lados del Atlántico, perpetuando la percepción de África como el continente oscuro.

Y, finalmente, feminismo neo-colonial, centrado fundamentalmente en identificar las posibilidades de cambio y métodos de supervivencia en los estados postcoloniales.

CHIMAMANDA NGOZI ADICHIE

Chimamanda Ngozi Adichie nació en Nigeria, concretamente en la aldea de Abba y fue la quinta hija de un matrimonio de etnia igbo formado por Grace Ifeoma y James Nwoye Adichie. Su padre era profesor de estadística de la Universidad de Nigeria y su madre trabajaba como secretaria de admisiones de dicha universidad. Siendo alumna de primaria en Nsukka, en el sudeste de Nigeria, la profesora anunció que había examen y que quien sacara la mejor nota se convertiría en delegado de la clase. Podría patrullar por el aula blandiendo un bastón y denunciar a los que se portaran mal. Adichie tenía nueve años y fue la mejor, pero la profesora dijo que el delegado debía ser, obviamente, un chico. Así que el alumno que había sacado la segunda mejor nota -un niño que no valía para el puesto- se convirtió en delegado. Adichie nunca olvidó aquello.

A la edad de diecinueve años, Chimamanda Ngozi Adichie se trasladó a Estados Unidos con una beca de dos años para estudiar Comunicación y Ciencias Políticas en la Universidad de Drexel, Filadelfia. Continuó sus estudios en la Universidad estatal del Este de Connecticut, graduándose el año 2001.

Después de realizar estudios de postgrado de escritura creativa en diferentes universidades comenzó su carrera literaria.  La temática de su obra es variada, feminismo, sexismo, problemas raciales, inmigración, pero hay que destacar su obra “Todos deberíamos ser feministas” (We should all be feminist), publicada en el 2013.

Antes de llegar a esta obra publica en el 2003 La flor púrpura, en el 2006 Medio sol amarillo (haciendo referencia a la efímera bandera de la nación de Biafra), en el 2009 una colección de relatos breves, y, finalmente en el 2013 su ensayo “Todas debemos ser feministas”.

Actualmente vive en Nigeria, donde imparte talleres de escritura creativa, y en los Estados Unidos.

Sin lugar a duda el ensayo publicado en el 2013 provocó toda una revolución, ya que su feminismo nos presenta una mujer “feliz africana que no odia a loos hombres y a quien le gusta llevar pintalabrios y tacones altos para sí misma y no para los hombres”.  De esta manera ella libera el término feminista de connotaciones negativas, planteándolo como un problema específico de “derechos humanos”.

A Adichie le gusta enumerar los micromachismos cotidianos que abarcan un amplio territorio: los camareros siempre esperan que paguen los hombres, las mujeres ceden un poco de su carrera profesional para mantener la paz doméstica. Y todo ello con múltiples datos, como a pesar de que el 52% de la humanidad sean mujeres, cuanto más asciendes en cargos de responsabilidad el tanto por ciento de mujeres es mínimo, y continúan cobrando menos por los mismos trabajos.

Ella remarca: “Si hacemos algo una y otra vez, acaba siendo normal. Si vemos la misma cosa una y otra vez, acaba siendo normal. Si sólo los chicos llegan a monitores de clase, al final llegará el momento en que pensemos, aunque sea de forma inconsciente, que el monitor de clase tiene que ser un chico. Si solo vemos hombres presidiendo empresas, empezará a parecernos natural que solo haya hombres presidentes de empresas”. Porque para ella lo peligroso de este concepto es establecer la diferencia entre mujeres y hombres, disfrazándolo casi siempre de virtudes positivas (sentimiento, dulzura…), es que “prescribe cómo tenemos que ser, en vez de reconocer cómo somos. […] Chicos y chicas son biológicamente distintos, pero la socialización exagera las diferencias”.

La gran aportación de Adichie al feminismo es el remarcar que pervive en la sociedad una estructura machista, y no como elemento del pasado, sino como un elemento que existe, oculto o no, visible o no, como segregación en las escuelas apoyadas por gobiernos, la violencia y vocabulario machista en grupos de gente cada vez más joven, con lo cual su discurso no solamente nos habla de una sociedad concreta, sino de toda la sociedad, donde una estructura preexistente se da por buena, sin darnos cuenta que en ella misma está el error.

Es este feminismo africano, variado, buscador, que busca su espacio conviviendo con la identidad y la tradición, pero sin olvidar que hay un gran hueco para las mujeres, y que solamente deberían ocupar ellas. 

Y por lo tanto podemos soñar con Adichie un mundo diferente, más justos, de hombres y mujeres más felices y más auténticos.

Marisa Escuer Vinué

Docente de Secundaria

Profesora de la UOC

https://www.chimamanda.com/

https://www.cccb.org/es/multimedia/videos/chimamanda-ngozi-adichie/227624

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