La trampa del teletrabajo

La crisis  del coronavirus puso de nuevo encima de la mesa el problema de los cuidados en nuestro país y supuso reabrir un debate pospuesto desde la crisis de 2012 sobre la conciliación de la vida laboral y personal, que normalmente asumimos las mujeres.

Con el Estado de Emergencia y el confinamiento total de niños, de golpe la sociedad se dio cuenta de un problema que hasta la fecha se asumía en el ámbito particular, repercutiendo principalmente en la vida profesional de las mujeres. Y no hubo más remedio que acudir en masa al teletrabajo, opción que era casi impensable en la mayoría de empresas y que por tanto no estaba recogida en convenios ni suficiente regulada.

De golpe de la noche a la mañana el teletrabajo irrumpió en millones de hogares y se montaron oficinas en salones, cocinas o habitaciones infantiles. En el peor de los casos, despachos sin ubicación fija, con un portátil itinerante en busca de lugares tranquilos donde atender llamadas y videoconferencias, una misión imposible cuando en muchos casos vivimos en pisos pequeños, por el problema añadido del precio de la vivienda,  por lo que muchas veces nuestras viviendas no estaban preparadas para lo que se nos venía encima.

Además había que continuar con las tareas educativas de los hijos e hijas, en muchos casos cuidar de mayores que además eran personas de riesgo en esta crisis e intentar mantener rutinas saludables, mantener un ritmo de vida normal, dentro de la anormalidad que instauró en virus en la vida de todos y todas. Rutinas como mantener el horario del sueño, hacer deporte, y añadir a eso el aumento de las tareas del hogar porque estábamos todos confinados sin salida posible.

Con todas estas variables, desde mi punto de vista el tele trabajo más que una solución ha sido una trampa, sobretodo para las mujeres. Hemos podido comprobar cómo en esta pandemia las mujeres asumíamos mayoritariamente las tareas de cuidados dejando, todavía más, algo que ya se evidenciaba en la sociedad, las carencias del Estado de bienestar con referencia a la  protección social en materias de cuidados. Un problema que siempre se descarga en los hombros de las mujeres y sin embargo no se reconoce a nivel laboral, creando unas desigualdades terribles en el momento de la jubilación.

Para evitar la trampa del teletrabajo, hay que regularlo convenientemente, teletrabajar no es asumir obligaciones y olvidar derechos. Los horarios laborales se tienen que regular, hay que dotar de medios, espacios dignos y organizados para poder teletrabajar sin poner en riesgo nuestra salud. Se trata de establecer un teletrabajo digno donde se fije la jornada, los periodos de descanso y desconexión, se potencie la igualdad real, se asegure la protección de la salud y seguridad y se garanticen los medios necesarios que, deben ser facilitados por la empresa.

Los y sobre todo las trabajadoras no debemos caer en la trampa de considerar el teletrabajo como una herramienta de conciliación sino simplemente una opción para organizar los espacios de trabajo así como evitar la pérdida de tiempo a la hora de los desplazamientos. Y sobretodo siempre debe estar negociado, recogido en el convenio laboral y recogido legalmente para los casos en que no exista un convenio de empresa.

Victoria Corbacho

Sindicalista UGT Baix Llobregat

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