El coronavirus pone de rodillas a los poderosos

El coronavirus es un fenómeno global y de una magnitud que no acabamos de captar en su totalidad tanto por su escala planetaria, como por su velocidad de infección. Sin embargo, lo más impresionante es que ha puesto de rodillas en cuestión de semanas a los estados y a la economía.

Los grandes iconos de nuestra civilización como el transporte aéreo y los museos están clausurados. La libertad, valor cardinal de nuestros tiempos, se pone en paréntesis, no por un nuevo tirano, sino por el miedo, emoción que domina a todas las demás. De la noche a la mañana, los gestos más simples y entrañables como estrecharse la mano, besar, abrazarse, comer o tomar unes copes juntos, se convierten en fuentes de peligro y ansiedad.

De golpe y porrazo, el Estado liberal debe cambia su vocación y pasar de estar obsesionado por reducir los costes del trabajo, facilitar su deslocalización y desregular las actividades financieras y bancarias a tener que paralizar la economía para poder salvar vides. Ya todos vemos que el Estado es el único que puede y debe gestionar y superar esta crisis. Estamos ante un dilema sin precedentes: sacrificar las vidas de muchos ancianos y personas vulnerables o sacrificar la supervivencia económica.

 El coronavirus es un suceso planetario del que apenas atisbamos sus efectos y consecuencias. Las instituciones que apenas nos atrevíamos a cuestionar se han puesto de rodillas en pocas semanas. Poco importa nuestro maravilloso universo de la energía nuclear, la cirugía láser, la tecnología virtual, las grandes y todo-poderosas empresas que dictaban que hacer y que no hacer a los gobiernos.

En estos momentos, ¿alguien duda de la impotencia del capitalismo tal como lo conocemos para solucionar la pandemia? ¿alguien duda de que debe cambiar? La pandemia causará daños económicos inconmensurables, desempleo masivo, crecimiento lento o negativo y afectará a todo el mundo, siendo las economías asiáticas las que probablemente salgan menos dañadas. Los bancos, las empresas y las firmas financieras tendrán que soportar la carga y la responsabilidad junto con el Estado, de encontrar una salida a esta crisis y convertirse en socios de la salud colectiva de los ciudadanos. Tendrán que contribuir a la investigación, a los planes nacionales de emergencia y recuperación y a la contratación masiva una vez que esta crisis haya terminado. Tendrán que soportar la carga de la reconstrucción económica y social, aunque mal que les pese este esfuerzo colectivo les va a generar pocos beneficios.

El coronavirus nos ha demostrado que este mundo sólo puede construirse colectivamente, a través de la contribución del sector privado al bien común. Si los Estados tienen el deber de gestionar esta desgarradora crisis, también deberán reconocer que no son lo suficientemente fuertes como para sacarnos de ella por sí solos. Las empresas y el conjunto de la sociedad civil tendrán que contribuir a mantener los bienes públicos de los que tanto se han y nos hemos beneficiado.

Temi Vives Rego

Biòleg i professor honorífic de la Universitat de Barcelona

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