DOS RECUERDOS

Hoy quiero hablar principalmente de dos recuerdos de juventud. Como tales recuerdos pueden con el tiempo incorporar alguna inexactitud, especialmente cuando sucedieron concretamente, pero sí puedo recordar que tuvieron lugar entre las primeras elecciones democráticas y el Congreso de Unidad de los Socialistas en Cataluña.

El primero es de un grupo de jóvenes del Moviment de Joves Socialistes de Catalunya (PSC Congrés) de Nou Barris discutiendo posiblemente un documento congresual. Entre farragosos debates sobre comas y puntos surge la interesante cuestión de si cuando se instaure una sociedad socialista ideal serán necesarios los sindicatos. Para abreviar diré que al final del debate se concluye que sí, ya que siempre hay que estar alerta para la lucha de los derechos de la clase trabajadora. Hay que decir que la mayoría de quienes teníamos esa discusión éramos estudiantes y pocos trabajaban o estaban sindicados.

El segundo recuerdo, de la misma época, es una asamblea o acto organizado por la Sección Sindical de UGT en Seat, en la entonces sede del sindicato en la Torre Catalunya. Mi padre, como afiliado, me invita a asistir, ya que intervendrá un líder del PSOE llamado Alfonso Guerra. La imagen que tengo de él es con su consabida americana de pana, color beige. No defraudó a la audiencia, dando mandobles dialécticos a toda la derecha, ya fuese política o económica. Todos los asistentes salieron con un subidón obrerista indescriptible.

Estos dos recuerdos me han venido a la memoria por otros dos hechos ocurridos recientemente. El primero, la expulsión de un antiguo dirigente socialista. En sus declaraciones, el antiguo secretario general del PSOE, ponía como argumento de la mala fe de la actual dirección del PSOE que él no expulso a Nicolás Redondo Urbieta cuando UGT y otros sindicatos le montaron una huelga general. Creo que hay grandes diferencias. La primera de carácter histórico, ocurrió en Suresnes, cuando Nicolás Redondo renunció a ser el dirigente del PSOE y decidió seguir al frente de UGT, cuando todavía las dos organizaciones estaban en la clandestinidad. La segunda diferencia es que él era dirigente de una organización con una estructura autónoma y que toma sus propias decisiones en defensa de la clase trabajadora. Una tercera es que esa misma organización hizo lo posible por el llamado diálogo social, con la firma de diferentes pactos tanto con el gobierno como con los empresarios. Y Nicolás Redondo renunció a ser diputado cuando se empezaron a dar los primeros desencuentros, mucho antes de la convocatoria de la famosa huelga general de 1988, concretamente con la reforma del cálculo de las pensiones en 1984. Y cuarta diferencia: siempre fue coherente con sus posiciones y no pidió el voto ni acudió a actos de otros partidos contra el socialismo. Quizás Felipe no tuvo un debate sobre la necesidad del sindicalismo como el que tuvimos en la transición.

El segundo hecho es la presentación de un libro y su repercusión mediática. Sobre esto solo tengo que decir que el auditorio era muy diferente al de mi segundo recuerdo y que este señor, del que no desmerezco su inteligencia, tendría que pensar si sería capaz de volver a un acto a defender la subida de las pensiones, la subida del salario mínimo, la reforma del Estatuto de los Trabajadores o solo se ha convertido en un experto en peluquería.

Miguel Monera

@MiguelMonera

Trabajador y Sindicalista Prejubilado

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