Empecemos por consultar el Diccionario de la RAE.
Aplauso, según su definición, es la “acción y efecto de aplaudir”.
Aplaudir es a su vez “palmotear en señal de aprobación o entusiasmo”.
Plausible significa que es “digno y merecedor de aplauso”.
En días pasados muchas páginas de diarios se llenaron con los aplausos a Rubiales, ante el discurso que dio el día de su ‘no dimisión’. Se ha desmenuzado la intención de esos aplausos, se ha puesto el foco en los que se pusieron de pie y también en los que no aplaudieron. En sus rostros, sus gestos…
Unos aplausos, al fin, que han traído consecuencias para algunos de los que se sumaron a esa pública señal de aprobación. Quienes palmotearon mostraban su entusiasmo ante el discurso (testosterónico) de Rubiales porque lo consideraron plausible. Y lo hicieron en un momento en que, capitaneada por las jugadoras de la selección femenina de fútbol, una gran parte de la sociedad española gritaba con ellas: ¡Se acabó! Y no solo en España. El tema llegó a ocupar portadas en todo el mundo.
Porque el mundo está cambiando. Las sociedades están cambiando.
Y ya no son solo las feministas las que reivindican igualdad entre hombres y mujeres. Muchos hombres se suman porque han abierto los ojos ante la injusticia que recae en las que componen la mitad de la humanidad. Se llama patriarcado. Y muchos hombres ya no quieren ser cómplices y desean que sus compañeras, amigas o hijas dejen de estar bajo ese yugo. Cada vez se tolera menos el machismo.
Y ya que hablamos de aplausos, fue interesante ver como durante el valiente pregón de Najat el Hachmi en el inicio de las Festes de la Mercè de Barcelona, el público asistente, compuesto por políticos de todas las tendencias, entidades y diferentes representantes de la sociedad civil…, se dividía, unos considerando dignas de aplauso las palabras de la pregonera y otros no.
El silencio, el mirar hacia otro lado y la ausencia de aplausos cuando la escritora denunciaba diferentes situaciones patriarcales fueron significativos. La repentina rigidez que mostraron algunos cuando la escritora defendió que “la explotación sexual no es un trabajo, es una pesadilla, es esclavismo y es la vergüenza de cualquier ciudad que se tenga por libre y democrática…”
Y un barrido de la cámara nos mostró el mirar hacia otro lado, los brazos cruzados y la clara incomodidad de algunos. Por suerte, también fueron significativos los aplausos y los vítores que tanto dentro del salón como desde la Plaça de Sant Jaume sonaron en señal de aprobación y entusiasmo a las palabras de Najat el Hachmi.
Nuestro lenguaje corporal, el silencio, un gesto involuntario… nos pueden delatar tanto como nuestras palabras. Optar por aplaudir o mantener los brazos cruzados también es una elección que nos sitúa en uno u otro lado.
Con el patriarcado o contra él. Y esto vale para las dos situaciones a las que me he referido.
Patricia García Torres, autónoma