El mundo del tatuaje con el paso de los años ha sufrido muchos cambios y sigue en proceso de evolución. En un inicio en España era el patrón visual de la gente de la calle, de haber recorrido mundo e historias, de cárceles, de servicio militar y de marineros de antaño.
Hoy día y aunque sigue en algunos recodos como algo underground y de parias sociales según su modo de ver, esta evolucionando a algo global, y socialmente aceptado, aunque por desgracia siempre habrán lugares en los que no.
Por suerte en mi caso nunca he tenido problema para ello, trabajando para diferentes formaciones políticas, más y menos conservadoras, cara al público, con niños, mayores, en actos sociales, retratos de personalidades diversas… aunque cabe decir que en determinadas profesiones liberales es como más aceptado, ser el fotógrafo o el diseñador es como que va intrínseco en tu oficio o personalidad.
No cabe duda que fotográficamente la potencia visual del tatuaje es brutal, desde los retratos de las Maras de Isabel Muñoz a los de Alberto García Alix, pasando por los de Estevan Oriol, dan una personalidad y seguridad a los retratados impresionante.
Hace unas semanas y durante una charla con mi amigo y fotógrafo José Mercado, quiso hacerme una serie de retratos, a lo cual accedí sin pensarlo y del que me enamoró uno de ellos, que es el que ilustra este post.
Captar la esencia del retrato añadiendo la fuerza del tatuaje del diafragma abierto junto con el ojo, es algo que me fascinó en el momento en el que vi la fotografía en el visor de la cámara de José.
La esencia del tattoo es fascinante de captar, ya sea a color o en blanco y negro, según las combinaciones de color que posea el mismo, o la tendencia del fotógrafo en resaltar texturas de piel, trazos, degradados o encuadres más abiertos o cerrados, hacen que las posibilidades de fotografiar sean infinitas.
Créditos de la fotografía:
Jose Mercado

Ceci Fimia
Fotògraf
