El Activismo Social como instrumento de progreso

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Hay personas que tienen predisposición a participar en actividades de carácter social.

Puede ser por empatía hacia algún tema que le preocupa o afecta personalmente o a su entorno, tal vez por intentar mejorar la sociedad aportando su granito de arena, o por luchar contra injusticias sociales, colaborando, casi siempre, como voluntario, e incluso aportando fondos.

También puede ser una manera de devolver a la sociedad lo que los avances sociales le han ayudado a esa persona, o por la educación recibida.

El valor de esta actividad no debe quedar en saco roto y debe ser analizado sociológicamente, incluso como instrumento de progreso.

Si no hubiera activismo social, deberíamos preguntarnos:

– ¿Cómo sería la sociedad en la que vivimos?

– ¿Habría igual participación en lo social y, por tanto, en lo político?

– ¿Cuánto vale la actividad social en términos del valor económico?

– ¿Cómo podemos incentivar la participación social?

A la primera pregunta, seguramente sería un mundo más egoísta, con menos democracia, en tanto que muchas de las reivindicaciones sociales han venido de movimientos sociales de activistas.

El activismo social siempre contiene una parte reivindicativa. Siempre hay espacio para mejorar las injusticias, para cubrir necesidades y el activismo social suele ser quien toma la bandera para proponer esas mejoras, siendo activos ante los actores políticos.

Sobre si hubiera igual participación social y política, sin duda sería que no, en tanto que la política necesita de actores concienciados en sus ideales, y sin ellos, la política quedaría en manos de los intereses económicos, en favor de élites endogámicas.

Sobre el valor económico de la actividad social, es difícil de cuantificar, pero en muchos casos, del activismo social se derivan acciones económicas con importante peso en el progreso. En un estudio sobre el Tercer Sector de Acción Social de 2017, recoge estos datos:  “Cuando en 1978 se aprobó nuestra Constitución, la mortalidad infantil era del 2%, hoy es del 0,3%; el gasto público social era del 15%, hoy es del 24%; el de educación se ha duplicado; solo un 15% de las mujeres tenían un puesto en el Parlamento, hoy son el 39%; el 54% de las personas creían injustificable la homosexualidad, hoy es el 5%, etc.”

Sin duda estos avances, todos con importante componente del activismo social para lograrlos, tienen impacto en la creación de riqueza y progreso, social y económico. No sería descabellado situar este avance entre el 10-20% del PIB. Valor que se incrementa con la consolidación de esos pilares que permiten construir nuevos horizontes sociales.

Los Estados, a través de los gobiernos incentivan la participación social, financiando actividades que, sin aportación económica, no serían viables.

También debemos preguntarnos todo lo que se perdería en términos económicos y de progreso sin esa participación social.

¿Cómo podemos incentivar la participación social?

Sin duda, el primero es incidir en la educación. Desde pequeños, a través de la escuela y otras actividades (colonias, seminarios, etc.), se transmita la importancia de lo social, como instrumento de convivencia y de colaboración entre las personas con objetivos sociales, participando activamente en ellos. Personalmente, de joven, participé en algunas actividades, desde ir a jugar con niños enfermos en hospitales, colonias con actividades de grupo, actividades deportivas como la escalada, agrupaciones de varios temas, etc.

Es muy importante transmitir esos valores de lo colectivo y lo social desde la escuela, y también desde las familias, y después a lo largo de la vida profesional y social. Por ejemplo, el voluntariado en eventos de todo tipo, deportivos, sociales, etc. Recordemos el movimiento de voluntariado olímpico en torno a los JJOO del 92. También el trabajo de becarios en asociaciones y universidades.

Todo este poso de conciencia social se transmite después en muchas actividades a lo largo de la vida, tanto en lo profesional como lo social, desde participar en comunidades de vecinos, movimientos y asociaciones profesionales, sindicatos, etc.

También cuando se dispone de tiempo, como suele ser en la jubilación, tratando de aportar y devolver a la sociedad, aunque sea en forma de tiempo y conocimientos, parte de lo que, de una manera u otra nos ha dado.

Participar en actividades sociales también sirve para transmitir a los partidos políticos y gobiernos áreas de mejora y progreso y, en cierta manera, condicionar la agenda política hacia esos temas que nos ocupan.

Cuidemos el valor del activismo y participación social. Con el será menos difícil defender y progresar en lo alcanzado.

Antonio Puparelli

Informàtic i activista social

@apuparelli

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