Ángela Acuña Braun

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“Sabíamos de sobra que todavía no se tomaban en serio nuestras actividades. En torno a ellas se mantuvo, durante muchos años, una especie de conspiración de silencio a fin de conservar la situación tal como estaba, en la creencia de que en esa forma se apagarían los bríos de las mantenedoras de la idea”

El siglo XX fue un periodo complejo para las mujeres, para unas más que para otras.  En sus inicios fue un siglo complejo para todos, pero las féminas tenían que luchar por sus derechos, por su reconocimiento de plena ciudadanía.

Europa, la vieja Europa, tampoco le iba a la zaga, su liberalidad e igualdad era, en muchas ocasiones, papel mojado que no conducía a una situación real de plenos derecho.

En América se vivían distintas realidades, éstas no solamente iban vinculadas al estatus familiar (que en muchas ocasiones así era), sino que, también contada el color de la piel, la étnica, todo ello matizaba un tipo de mujer determinada que la capacitaba para plantarse y defenderse.

Muchas de estas defensas iban unidas a este estatus social que comportaba unas posibilidades económicas, y, por tanto, de estudio y formación.

Cuestionarse las cosas era teóricamente fácil, pero plantarse y reclamar igualdad era difícil.  No todas tenían esa opción.

Angela Acuña Braun (1888-1983), con casi un siglo de vida en el que el mundo dio un giro radical, fue una de esas mujeres.

Hija de una familia adinerada, Ángela estudió en Europa y es ahí donde inspirada por los discursos de las sufragistas inglesas, se despertó en ella el deseo de luchar por las mujeres costarricenses y latinoamericanas.

Era hija de Ramón Januario Acuña Corrales (1858–1894) y de Adela Elena Braun Bonilla (1870–1930), su abuelo materno era alemán

Ángela pudo conocer a su padre, ya que murió, de manera algo misteriosa, cuando ella tenía solamente dos años de edad. El 30 de noviembre de 1894, Ramón Acuña ofreció una cena en honor del Presidente de la República, don Rafael Yglesias Castro. Circulaba el rumor de que el gobernante iba a ser envenenado durante el banquete, por lo que el anfitrión, a la hora del brindis, intercambió su copa por la del mandatario. Esa misma noche Ramón, el padre de Angela, cayó enfermo y justo un mes después falleció.

Su madre, Adela, murió cuando Ángela tenía trece años de edad. Pese a haberse quedado huérfana tan pequeña, el futuro de Ángela, quien era una destacada estudiante, ya se predecía como brillante.

Cursó primaria en la escuela Julia Lang, anteriormente Escuela Superior de Niñas nº2, y secundaria en el Colegio Superior de Señoritas entre 1901 y 1905. Obtuvo su bachillerato en el Liceo de Costa Rica en 1912, institución en la que solamente estudiaban hombres.

El presidente Cleto González Víquez le otorgó una beca que le permitió estudiar en los institutos Priory, en Inglaterra, y Morel de Fos, en Francia. Fue allí donde conoció, de primera mano, el movimiento sufragista de las mujeres.

De regreso en el país centroamericano, en 1912, tenía la intención de ampliar sus estudios, hecho que se vio inicialmente frustrado por la negativa a su solicitud de ingreso a la universidad, escollo que superó cuando logró el permiso para ingresar en la Escuela de Derecho, donde obtuvo, con honores, el título de abogada –el primero entregado a una centroamericana-.

Mientras estudiaba, fundó la revista El Fígaro y el periódico Mujer y Hoy, ambos constituyeron los primeros medios del periodismo feminista en Costa Rica.

Las dos publicaciones fueron fundamentales en el activismo en pro de la promoción de la igualdad derechos y oportunidades para las mujeres.  Este hecho fue clave para que en 1916 se realizará una reforma a la Ley Orgánica de los Tribunales que permitió, para las mujeres, el ejercicio del notariado.

Tres años después, en 1919, fue nuevamente pionera, cuando se convirtió en la primera mujer que ingresó a trabajar en el Ministerio de Educación.  Allí inició una lucha para que todos los profesores tuvieran igual salario, fueran hombres o mujeres.

Todavía durante la dictadura del general Federico Tinoco (1911-1919), Ángela organizó una huelga en la que participaron varias docentes que se incorporaron al movimiento sufragista.

En el mismo año, y tras la caída de Tinoco, el movimiento sufrió una derrota, cuando el Congreso rechazó una propuesta que apuntaba a permitir que las costarricenses por nacimiento o naturalizadas, desde los 20 años, votasen y se postulasen como candidatas en elecciones municipales.

En 1921, y por razones de salud, se fue a Estados Unidos, allí participó, en 1922, en la ciudad de Baltimore, en la convención de la National League of Women Voters (Liga Nacional de Mujeres Votantes), y, en la ciudad de Nueva York, formó parte de la Pan-American Conference of Women (Conferencia Panamericana de Mujeres).

En 1923 fundó junto a otras la Liga Feminista de Costa Rica, de la que fue su primera presidenta.

La Liga feminista se funda el 15 de setiembre de 1923, y pertenecen a ella Esther de Mezerville, Ana Rosa Chacón, Corina Rodríguez, Lydia Fernández, Vitalia Madrigal, Anaí Quesada, Lupita Soto, Rosaura Moreno de Venegas, Carmen Salazar Lorna, Lupita Santos de Cabezas, Mariana Quirós Silva, Emilia Salazar Pinto, Salvadora Alvarado, Mariana Rodríguez, Ana Cantillo, Elsa de Echandi, América de Hern, Marita O’leary de Hine, Isabel Calderón, Marta Sancho, Lorena Rodríguez, Rosario Floripe, María Teresa Villegas, Lela Campos, María Esther Amador, María del Rosario Burgos, Ana María Loayza, María Isabel Zamora. Entre tantos nombres que cita Ángela Acuña, y que “Sabíamos de sobra que todavía no se tomaban en serio nuestras actividades. En torno a ellas se mantuvo, durante muchos años, una especie de conspiración de silencio a fin de conservar la situación tal como estaba, en la creencia de que de esa forma se apagarían los bríos de las mantenedoras de la idea… Eran muchos los indicios en que se ofrecían a la consideración de las naciones, al iniciarse el siglo XX, sobre el avance de la Costa quinta de las mujeres otras batallas enunciadas, ya que han convertido en tormentoso este siglo de las grandes transformaciones. Dichosamente las mujeres en general lucharon con paciencia y sin sangre”.

Mediante el documento se solicitaban derechos políticos para la mujer; se le adjuntaron pliegos con más de mil de firmas de mujeres y hombres, así como cientos de telegramas de maestras de todas las provincias.

Esa gran discusión coincidía con un proyecto de reforma electoral impulsada por Ricardo Jiménez, quien en su discurso de asunción de la Presidencia pidió apoyo para la solicitud de la Liga Feminista. “Para defender sus intereses particulares, los intereses de sus hijos, los intereses de la Patria, de la Humanidad (…), para velar por la higiene y la salud pública, para mejorar los alojamientos de obreros, la vida ciudadana, la escuela, el mercado, para trabajar porque se pague la deuda exterior, para velar que se cumplan las leyes. Y necesitan el voto para darle valor a su actuación” (Eugenio Rodríguez; Ricardo Jiménez, 1980).

Jiménez solicitaba la reforma electoral en busca del voto secreto, un nuevo Registro Cívico y un Consejo Nacional Electoral (antecesor del Tribunal Electoral de 1947). La discusión sobre el sufragio femenino se incluía en esos tres aspectos de la Reforma Electoral, finalmente aprobada.

La discusión en el Congreso resultó aún más interesante por la participación de Jorge Volio, Francisco Rivas Mayorga y otros diputados, fervientes defensores de la causa feminista.

Esta discusión trascendió al ámbito público gracias a la atención que le prestó la prensa, que todos los días transcribía el debate.

Pese a todo… las luchas sufragistas por la igualdad política continuaron en los Congresos en 1929, 1931, 1934, 1939, 1941, 1944 y 1947.

Ángela lo cuenta así: “El sufragio femenino no era ya un mero capricho, sino un fenómeno político que todavía no tomaban en serio los legisladores. Cada vez que presentamos al Congreso Constitucional para la obtención del derecho al voto, después de encuestas para la prensa, de discusiones públicas, de cambios de pareceres, el resultado era siempre el mismo. Las peticiones seguían la fórmula trillada de la Mesa Legislativa, se hacían pasar a sus antecedentes…y ¡hasta se perdieron expedientes!”.

En 1925, en la Imprenta Nacional, Sara Casal editó el folleto El voto femenino, el primer material impreso como libro que defendía los derechos políticos y jurídicos de las mujeres en Costa Rica. El folleto fue ampliamente difundido, obsequiado a todos los diputados, distribuido entre las maestras, y dado a conocer en conferencias y artículos en la prensa.

Sara Casal participaba activamente en la Liga Feminista desde su fundación. En 1925 se desplegó una intensa campaña para apoyar el memorial presentado al Congreso de la República (hoy Asamblea Legislativa).

También 1925 se graduó con honores y se convirtió en la primera mujer jurista de Costa Rica y de Centroamérica. Se especializó en Derecho Internacional de los Derechos Humanos con su tesis “Los derechos del niño y el derecho moderno”. Su carrera la dedicó a luchar por los niños y las mujeres.

En 1930 se casó con José Lucas de la Caridad Chacón González (1882–1948). Cabe destacar que en 1915 funda el primer grupo de Boy Scouts en Costa Rica. De este matrimonio nacieron dos hijos: Elena Eugenia y Carlos Alberto.

En 1931 se funda el primer Partido Comunista, que en su programa hacía énfasis en la igualdad de la mujer y sus derechos políticos, así como la necesidad de su emancipación política y jurídica.

Los puntos del programa comunista se convertirán en el motor de las luchas sociales y políticas. Los diputados del Partido Comunista se convertirán en los aliados clave para impulsar las futuras discusiones de las demandas planteadas.

Ella, mientras tanto, seguirá con sus actividades y en 1940 funda la rama costarricense de La Mesa Redonda Panamericana, en 1941 es designada delegada de la Comisión Interamericana de Mujeres.

Con motivo de este cargo se dirige a muchos presidentes de América en solicitando del voto para las mujeres. Por sus palabras y acciones consigue que en Costa Rica se enmienden diferentes leyes con el fin de que las mujeres pudieran ejercer de jueces y magistradas. Asiste en las Cortes Juveniles de Washington, Nueva York, Denver, Salt Lake City y Dallas, visita correccionales y se especializa en temas para jóvenes de ambos sexos con problemas de conducta.

En 1943 el gobierno de Panamá la invita a asistir a una reunión de Ministros de Educación, poco después se convierte en cofundadora del periódico “Mujer y Hogar”.

Sus actividades no paran realizando numerosas reuniones en las zonas rurales y comienza a realizar proyectos para poder crear una Escuela de Orientación para la Mujer.

En Costa Rica en el año 1914 los pobres habían podido por primera vez, mientras que las mujeres lo hicieron en 1953 en las elecciones nacionales, aunque algunas de ellas ya habían ejercido su derecho en un plebiscito realizado en San Carlos en 1950.

El éxito de la lucha sufragista costarricense llegará cuando el 30 de julio de 1950 sea reconocido su derecho a votar.

El voto fue una victoria fruto de un largo proceso, que incluyó decididas intervenciones en la prensa por parte de Ángela y otras mujeres ya preparadas en la Universidad de Costa Rica, tres solicitudes anteriores presentadas por Acuña al Congreso de la República en 1929, 1931 y 1934, las cuales fueron rechazadas y una gran presión para que los derechos ciudadanos de las mujeres fueran incluidos como temas de agenda en la Asamblea Constituyente de 1948.

En palabras de Ángela Acuña, “La paciencia ha sido la gran aliada del trabajo femenino, a lo largo de los años, en sus espléndidas batallas emancipadoras. No la paciencia inerte, reducida a aceptarlos todo sin protesta, sin defensa, sino aquella que actúa junto al valor, para alcanzar la meta, para transformar en realidad los ideales que forjó la mente y alentó el corazón “.

El presidente Teodoro Picado será el último mandatario en solicitar el voto para las mujeres. El canciller Ricardo Fournier ratifica los derechos políticos de mujeres y hombres en el Acta Constitutiva de las Naciones Unidas en 1945, como embajador de Costa Rica y Canciller.  Esta se envia al Congreso para su ratificación. Publicado en La gaceta N.133 4 de junio del año 1947.

Los diputados comunistas lo apoyarán, un grupo reducido de diputados del Partido Republicano también, pero el voto de la mujer nunca tuvo mayoría. El interés inmediato de la oposición contra Picado nunca favoreció los derechos de las mujeres. Quince diputados apoyaron la iniciativa del Presidente Teodoro Picado Michalski sobre el artículo 9 de la Constitución de 1871:

“La República no establece ninguna diferencia por razón de sexo en el ejercicio de la ciudadanía, y, en consecuencia, las mujeres, al igual que los hombres, participan en las votaciones populares, y pueden ser nombradas para el desempeño de cualquier función pública.”

En 1950 se la nombra “Madre de Costa Rica” y recibe numerosos homenajes en Nueva York.

Ya en Washington comienza a escribir un estudio histórico social de “La Mujer Costarricense a través de cuatro siglos” y colabora con el Doctor Oschak, de Zurcí en la recopilación de datos para la Enciclopedia Universal de la Mujer.

En 1953 se postuló como candidata a diputada, pero no salió electa. Ni siquiera pudo votar ya que, por motivos de trabajo, estuvo fuera del país el día de las elecciones. Su cuñada, Ana Rosa Chacón González, fue una de las tres primeras diputadas electas en esa oportunidad.

Realiza en 1953 para la Unión Panamericana, un estudio comparado de las legislaciones acerca de la mujer para ser presentado en la Conferencia de Caracas de la Comisión Interamericana de Mujeres y en los años 1955-1956 organizó la Unión de Mujeres Americanas, escribe sus estatutos y dio vida a la asociación.

En 1957 es nombrada Embajadora de Costa Rica ante la Organización de Estados Americanos.

Ángela representó a Costa Rica como embajadora ante la Organización de Estados Americanos (OEA), integró en dos ocasiones la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de Naciones Unidas (ONU) y durante 13 años fue delegada ante la Comisión Interamericana de Mujeres.

A partir de este momento recibe múltiples reconocimientos, como la de la Mujer de las Américas, por parte de la Unión de Mujeres Americanas.

Fallece el 10 de octubre de 1983 a la edad de 95 años en la ciudad de San José.

El tiempo pasa y en ocasiones arrasa, el acceso a la igual legal, social y económica de las mujeres es muy difícil.  La pobreza tiene nombre de mujer, y esta pobreza las conduce a unas situaciones y vivencias difícilmente explicables, de allí se deriva la violencia contra ellas de todo tipo, no ir a la escuela, negarle el derecho a la salud, a la igualdad salarial.  Las sufragistas como Angela soñaban con un mundo igualitario, que todavía no es, era una utopía, un sueño, algo imposible, estos cambios sociales se realizarán poco a poco, y aún no han terminado.

Como ella misma decía: “Sabíamos de sobra que todavía no se tomaban en serio nuestras actividades. En torno a ellas se mantuvo, durante muchos años, una especie de conspiración de silencio a fin de conservar la situación tal como estaba, en la creencia de que en esa forma se apagarían los bríos de las mantenedoras de la idea…”.

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