Romper la cadena, de compromiso a obligación

La gran pifia televisada del ente público durante la transmisión de los Premio Goya, en el que se colaron en abierto unos comentarios machistas procedentes de alguien trabajando para el evento, muestran lo vivo que está el machismo en nuestro país.

Los apelativos execrables y vergonzosos con los que dos hombres discutían en abierto y en directo, y que no voy a reproducir para no dar aun más cancha a semejantes actitudes que deberían formar parte del baúl de los recuerdos, están al orden del día. Ambos se jactaban de definir a algunas de las estrellas que desfilaron por la alfombra roja, con comentarios estereotipados, más propios de cromañones que de hombres de verdad, y reflejo de un mal social de nuestros días; el machismo.

Ya lo denunció en la misma gala la ganadora al Mejor Corto Documental, Mabel Lozano, quien reivindicó a todas las mujeres nominadas en la gala y denunció la complicidad de muchos a la hora de tratar a las mujeres como mercancías.

El machismo se ha rearmado y sus ataques constantes al feminismo emancipador son una constante en nuestras sociedades. Las constantes discriminaciones sufridas por las mujeres, las agresiones continuadas contra éstas, la cultura androcentrista que desprecia lo femenino por entenderlo subordinado a todo lo masculino, y el silencio, pasividad y humillante ausencia de muchos hombres ante estas actitudes, muestran una deriva que debemos parar, un camino a cortar.

Como apunta el profesor de sociología de la Universidad de Barcelona, Xavier Martínez-Celorrio, los hombres tenemos un claro compromiso con la igualdad y

nuestro deber y obligación pasa por romper el patriarcado, lo que implica deconstruir y desaprender esa estructura subyacente de dominación con que muchos hombres no ven ni tratan a las mujeres como seres humanos imprescindibles y decisivos para la vida en común.

Y es que, a caballo de la dominación machista y los asesinatos de mujeres por razones de sexo, hay un día a día en nuestras vidas donde toleramos, por desconocimiento, simple pasividad o falta de interés y voluntad, actitudes sociales que reproducen la cadena de subordinaciones del macho hegemónica hacia las mujeres y la subordinación de éstas; los micromachismos. Estos se reproducen sistemáticamente como las malas hierbas, estableciendo una forma de actuar estereotipada, de la que solo tomamos consciencia ante la denuncia pública del feminismo.

Y volviendo a los comentarios objeto de este artículo, conviene recordar que cada hombre actúa como eslabón de una cadena. En nuestro día a día, actuamos, decidimos y hablamos, reproducimos por propia voluntad determinados clichés, o nos decidimos por romper con las etiquetas sociales a voluntad.

Los supuestos piropos o frases descriptivas malsonantes, lanzadas a mujeres que no lo piden, los comentarios sobre la forma de vestir, actuar o ser de ellas habituales en

conversaciones masculinas, o algunos comentarios vertidos en las redes sociales y en los medios de comunicación a cerca del éxito de las mujeres, muestran a las claras que muchos hombres tienen graves problemas de socialización. La creencia histórica del machismo acerca de una manifiesta superioridad masculina ante las mujeres, se rompe en mil pedazos cuando este tipo de hombres sucumben a la realidad cuando deben compartir espacios con las mujeres.

Como parte de la cadena machista, cada hombre tiene la capacidad de romper su propio eslabón y dejar de formar parte de una larga secuencia que oprime, asfixia, atenaza y perpetúa un modelo de hombre ya agotado.

Romper el eslabón significa acallar las voces cercanas que denigran a las mujeres con comentarios vejatorios, reprobar en público al gracioso del chiste fácil misógino, no compartir conversaciones denigrantes o simplemente mostrar que hay formas muy diferentes de expresar la masculinidad desde el respeto, la tolerancia, el sentimiento y la creencia que somos iguales.

Lluís Fuentes

Coordinador Homes Igualitaris Socialistes

@lluisfa

@igualitaris_

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