La línea roja del vandalismo

Hace escasos días la caja de los truenos se abrió con la detención de Pablo Hasél. Su entrada en prisión sacó a la calle a muchísimas personas, especialmente gente joven.

En principio las manifestaciones se convocaron en protesta a la condena, y en defensa de la libertad de expresión. Transcendió como la pólvora que la entrada en prisión de Hasél (Pablo Rivadulla) se debía a injurias a la corona, pero se obviaba que el rapero anteriormente había acumulado causas. Fue condenado por enaltecimiento al terrorismo, canciones subidas a youtube donde deseaba la muerte a diversas personas mediante bombas, tiros en la nuca, y donde alababa las practicas terroristas de ETA y los Grapo provocaron una condena de dos años de cárcel que no llego a cumplir, porque entonces, en 2014, no tenia antecedentes. Después de estos incidentes a su historial delictivo se le sumaría la agresión a un periodista de TV3.

Hacer un esbozo del personaje es necesario para comprender que si bien es legitimo y noble defender una causa, también debemos tener en cuenta a quien hacemos héroe por ella, pues hay una fina línea que puede provocar que dicha causa pierda fuerza popular cuando ensalzamos al ídolo equivocado.

Así comenzó la contienda, comenzaron los primeros incidentes de vandalismo. Los recientes actos violentos en Barcelona dan a entender que no va de libertad de expresión, que eso solo fue la excusa inicial, el motivo oportuno que había que aprovechar para lanzarse a las calles a descargar ira acumulada, o permítanme pensar que también inoculada, pues muchos de los alborotadores han crecido escuchando que saltarse las leyes es necesario, que la desobediencia es la formula, les han dicho que aprieten, que todo lo que viene del estado es el diablo, y que viven en un mundo de opresión constante. Han crecido con todos los mantras, tanto es así que se han acostumbrado a no ver los goles que les meten en propia puerta, actuando como discípulos de políticos odiadores.

Un chico o chica de dieciséis años, en estos tiempos, normalmente no ha tenido tiempo de vivir la frustración y la dureza de la vida por si mismo, justo empieza a crearse una visión del mundo, dicha descarga de frustración temprana solo se consigue si alguien pone la piedra en su mano para que la lance.

Una que ha crecido en barrio popular sabe, aunque siempre hay excepciones, que gran parte de los jóvenes que por circunstancias han experimentado la crudeza desde muy temprana edad, están muy ocupados luchando, encauzando su vida y la de su familia, no suelen ir quemando calles, ni rompiendo cristales.

Hay miles de jóvenes en este país de diferentes edades y clase social, con unas ganas tremendas y envidiables de cambiar las cosas, luchadores, buscando sistemas para hacerse oír, tienen grandes problemas que no deben pasar desapercibidos, el apoyo que buscan debe ser otorgado, deben ser escuchados.

Chicos y chicas que por su libertad no coartan la de otros, no apedrean los cristales de los comercios, no rompen los vehículos de los ciudadanos/as, ni encienden hogueras con el mobiliario urbano para que el humo se cuele en sus hogares.

No destruyen, intentan construir, usando su derecho a manifestación, reivindicando en asociaciones, en colectivos, trabajando en proyectos y dando voz a muchos que no la tienen.

Si desde las principales instituciones no se cambia el discurso, si no se trabaja a fondo por buscar la conciliación y prestar atención a las necesidades reales, no podremos dar ni un paso para empezar a calmar al monstruo.

Desde luego esa predisposición a buscar la calma no la encontramos en personajes del mundo de la política nacionalista, manipulando la realidad, y usando grandes dosis de demagogia en sus discursos.

Si pudiera definir en una palabra lo que esta sucediendo estos días en Barcelona diría tristeza, aumentada al observar como una persona pudo haber perdido la vida dentro de su furgoneta, un agente de la guardia urbana mientras hacia su trabajo.

En esta contienda se han cruzado muchas líneas, no permitamos que se cruce la mas gorda, no normalicemos.

Barcelona siempre ha sido grande por su gente, los violentos harán mas ruido, pero la voz del rechazo a sus métodos es mas fuerte, al fin y al cabo es la voz de la mayoría.

Sonia Beltrán

Treballadora Autónoma, postgrau comunicació i lideratge politic UAB

@soniabeltrn8

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