Parece que nos hayan inyectado anestesia, o como dicen nuestras madres, que tengamos “la sangre de horchata”. No se ven estos días manifestaciones de indignados por la corrupción pujolista. No rodean el Parlament, aunque hayan muerto más de 14.000 personas en Catalunya por el coronavirus, y estos días hayamos sabido que el comité del Govern contra el Covid lo coordinaba un señor que pasaba por allí. Le cuentas a la gente que este señor, que primero era de Terra Lliure, y luego, alto cargo de la Generalitat que pedía dinero para ERC a los trabajadores públicos, tiene un imperio urbanístico presuntamente ilegal, y se quedan tan tranquilos, oiga. Que “todos los políticos lo hacen”. Les dices que en las conversaciones relatan cómo se les perdían los abuelos de las residencias en los traslados, y que juntaron a los sanos y a los contagiados, pero aún así “hem de marxar perquè Espanya ja se sap com és”.
En 2011 la gente salió a las calles y hasta rodeó el Parlament por la crisis económica y porque había perdido la confianza en los partidos tradicionales. Hoy ese movimiento y sobre todo su espíritu están casi reducidos a cenizas, y la mayoría de sus líderes de entonces hacen de palmeros de la burguesía. Estamos viviendo una crisis mundial sin precedentes, y dónde está la izquierda alternativa en Catalunya? Con quién se manifiesta? Ahora la “nueva izquerda” aprueba los presupuestos de la Generalitat, sale a vitorear a Jordi Turull, a visitarlo a la cárcel, a hacerle homenajes; sí, a ese señor que desde el Govern consiguió que les subieran la condena a los indignados del Parlament.
Pujol se fue (sólo “la puntita”) pero el Pujolismo y su Plan Catalunya 2000 siguen más vigentes que nunca. El nacionalismo catalán no tenía corrupción, se decía, pero si resulta que la tiene, la culpa es de la Monarquía. A ERC tampoco la empañaba ningún escándalo de corrupción, por lo visto, aunque curiosamente le brotan las denuncias por delitos sexuales. En la CUP tampoco se quedan atrás en las denuncias, pero lo lavan más blanco; en casa, eso sí.
La clase dominante catalana no está muy acostumbrada a que “li remenin els calaixos”; ya lo dijo Marta Ferrussola, y lo hemos vuelto a escuchar a raíz de los últimos registros. Tampoco están muy acostumbrados a que les detengan, ni a entrar en la cárcel, hagan lo que hagan; eso es para los pobres.
Lo que ha salido de esos cajones da pavor, pero aquí estamos, impasibles.

Alejandro Aldaba
Artista y escritor

Alejandro Aldaba
Artista y escritor
