El lleure, l’estiu i la COVID-19

El verano, como no podía ser de otra forma, también se ha visto fuertemente marcado por la COVID-19 y por las consecuentes restricciones en esta batalla contra el virus. Pero cuando hablamos de verano y de niños, adolescentes y jóvenes, debemos tener en cuenta que para ellos no representa simplemente un descanso más que merecido o puramente recreativo. Para ellos, sobre todo representa una oportunidad de aprendizaje y de crecimiento personal fundamental en su desarrollo.

Esta idea, desde hace muchos años, la tienen muy clara las entidades que educan en el lleure: casales, esplais, agrupaments escoltes, etc. Y pese a que muchas de ellas pasan por dificultades y/o tienen una base importantísima de voluntariado han vuelto a demostrar su fuerte compromiso social sacando adelante las actividades de verano. Debemos destacar que desgraciadamente el verano para muchos de estos jóvenes viene condicionado por el nivel adquisitivo de sus familias y son precisamente estas entidades las que luchan para conseguir garantizar que ninguno de ellos queda atrás por la capacidad económica de su hogar. Es por lo tanto muy pertinente analizar la situación, la realidad y lo que han construido estas entidades durante el verano 2020.

Primero de todo, nos podríamos preguntar qué han aportado la educación en el lleure este verano. Cómo cada año han ofrecido la posibilidad real de salir de sus casas a muchos menores y realizar actividades dinámicas, al aire libre y con un alto contenido pedagógico. Es importante destacar la palabra “real” porque para muchas familias el lleure para sus hijos de otra forma sería inaccesible y más en un año en el que la crisis de nuevo ha azotado con fuerza a las clases populares. Asimismo, son estos mismos menores vulnerables los que han vivido un confinamiento más duro, ya que suelen vivir en pisos de pequeñas dimensiones  y peores condiciones.

Otras de las aportaciones del lleure este verano ha sido su inestimable participación en el estudio pionero de Kids Corona realizado por el Hospital Sant Joan de Déu. En el estudio han participado 1.700 niños y 400 monitores a los que se les han realizado semanalmente PCRs durante 5 semanas. El objetivo perseguido era el de estudiar qué ocurre con los niños cuando están en un ambiente en el que circula la COVID-19 y que reproduce unas condiciones parecidas a las que íbamos a encontrar en las escuelas en septiembre. Los resultados arrojan a la luz que lejos de ser “supercontagiadores” los niños tiene un número reproductivo casi 6 veces inferior que la población general. También se demuestra que la distribución de los niños en grupos “burbuja” es eficaz para contener la transmisión de la infección, se ha asociado lavarse las manos de forma protocolizada a una disminución en la transmisión de la enfermedad y que el cribado proactivo en áreas de alta incidencia puede ser muy efectivo. Gracias a estos datos las autoridades sanitarias junto con el departamento de educación han podido desarrollar con seguridad y evidencias científicas los protocolos que a día de hoy aplicamos en los centros educativos.

Deberíamos de preguntarnos cómo se ha podido desarrollar el lleure en estas condiciones, pero es difícil contestar a esta cuestión teniendo en cuanta lo heterogéneo que es este sector, dimensión desconocida –o ignorada- hasta ahora por los responsables de juventud de la Generalitat. Sus medidas llegaron tarde, de forma exasperantemente discontinua, filtrándose muchas veces documentos y siendo excesivamente influenciadas por las grandes entidades propietarias de campamentos y casa de colonias, con claros intereses cabe decir. Por cierto, y para curiosidad de los lectores, entidades de carácter confesional.  Las medidas eran grupos de convivencia (con unas ratios muy difícil de llevar a cabo por la falta de monitores), higiene de  manos, distancia y unas ayudas económicas para las familias  de las que aún a mediados de octubre no sabemos nada y cuya partida económica estaba limitada, por lo que nos podemos encontrar ahora con que haya familias que, aun siendo potencialmente beneficiarias, las acaben no percibiendo y dichas ayudas las la tengan asumir los centros. La realidad es que los Caps escoltes y monitores este verano hemos tenido que ser no solo educadores sino también expertos sanitarios, burrócratas (con dos Rs) y expertos malabaristas para poder llevar a cabo las actividades

La situación actualmente del lleure es delicada pero al mismo tiempo diversa. La infradotación presupuestaria, la falta de reconocimiento político y la falta de confianza de muchas familias a la hora de llevar a sus hijos a un centro donde podrían contagiarse quizá son los problemas más transversales. La falta de locales continúa siendo el problema principal de las entidades con base 100% voluntaria, fundamentalmente caus y esplais, y que se está viendo agravada por la situación actual. Tenemos la suerte de vivir en un territorio en el que el asociacionismo, especialmente el juvenil, tiene una fuerte implantación y tradición. Pero no deberíamos llevarnos a engaño como sociedad. Todo este tejido asociativo se sustenta gracias al trabajo altruista, vocacional y desinteresado de miles de monitores, voluntarios y educadores en general que dedican gran parte de su tiempo y su esfuerzo a transformar la sociedad a través de la educación. Reconocer, valorar y gratificar su trabajo dejará pronto de ser opcional para ser imperativo, si no queremos que los más jóvenes de nuestra sociedad, y especialmente aquellos que más difícil lo tienen, pierdan una de las pocas redes que siguen cohesionando nuestros barrios y nuestras comunidades.

Javier García Revilla


Cap d’Agrupament del AE Lola Anglada. Curs 2019.2020

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