El pasado 5 de Octubre se publicó en la web change.org https://bit.ly/2FNOpD8 un manifiesto firmado por cincuenta y cinco sociedades científicas sanitarias con más de 100.000 firmas y dirigido al presidente del Gobierno, a los presidentes de las Comunidades Autónomas y a los políticos en general. Este manifiesto ha despertado respuestas acaloradas desde la política y de sectores económicos e incluso de la cultura.
En relación a la gestión política de la pandemia del covid19 este manifiesto viene a decir los políticos que mandan con toda la legitimidad conferida por la democracia en la gestión de la pandemia: mandan sin utilizar el saber científico y médico. De hecho se les conmina a dejar los enfrentamientos y las discusiones entre ellos (los políticos) para pasar a la acción útil, subordinando sus decisiones al conocimiento “profundo y claro” de los médicos y expertos en el tema de la pandemia.
A mi modo de ver, el Manifiesto describe dos mundos que hoy en España están desgraciadamente contrapuestos. Por un lado, el de los políticos, la burocracia y la administración donde más que el conocimiento brilla el enfrentamiento (frecuentemente entre incompetentes y corruptos) que tiene como principal objetivo “sacar tajada política”. En el otro lado está el mundo de la ciencia y la medicina que en España están en ayuno y abstinencia y constituyen un mundo desprovisto de poder y reconocimiento.
Debemos decir claro y alto a los “políticos” que la verdadera política es que acepten que para luchar contra esta pandemia, las decisiones políticas deben tener en cuenta la mejor evidencia científica disponible. Los políticos en curso, deben entender que la única prioridad “política” es la necesidad de dar a nuestra maltratada sociedad una respuesta coordinada, equitativa y basada en criterios científicos claros, comunes y transparentes. ¿Cuándo entenderán que deben fijar “un protocolo nacional” en lo que las autoridades sanitarias propongan sin injerencias políticas. Si “él político” considera que las autoridades sanitarias y científicas están equivocadas en sus propuestas deben decir claramente en que basan su percepción y cuáles son los fundamentos de sus decisiones cuando van en contra de los principios de la ciencia y la medicina.
Parece ser que en España, sigue rigiendo aquella maldición de Miguel de Unamuno “que investiguen ellos” y desde entonces el saber científico tiene vetado colaborar con el poder en las decisiones políticas del día a día que inexorablemente tienen que ver con la ciencia y la tecnología. El resultado no puede ser más desastroso e irracional: la “verdad de los hechos” queda tapada por los discursos y soflamas de los políticos y la eficiencia no Hace acto de presencia. Es obvio que la clase política actual es la primera causa del actual desastre pandémico por el simple motivo de que contrapone su sectarismo al pragmatismo cotidiano que la gente de bien necesita y exige. Aquí sí que podríamos decir: contra el virus del sectarismo político, la única vacuna es el sentido común.
Los científicos son “meros transmisores” de la realidad conocida. El problema es que con frecuencia esa realidad o es negada por los negacionistas o no se quiere transmitir a la población. En el otro lado del problema están aquellos políticos que, lejos de aceptar que son simples ejecutores, quieren ser los protagonistas y expertos. Quisiera dejar muy claro que a quien estoy criticando es a “nuestros políticos actuales” y no a la política que debe ser entendida como un compendio virtuoso que combina filosofía, sociología y ciencias políticas.
El principal problema de “nuestros” políticos (supongo y deseo que haya excepciones) es el modo en que por acción o por omisión, creen que la relación entre ciencia y política debe estar en la sombra a la hora de tomar decisiones políticas. La apelación a “la mejor evidencia científica disponible” es a mí juicio razonable y útil, pero siempre en el bien entendido de que puede haber varias evidencias y que posiblemente haya datos objetivamente mejores que otros. Aunque la ciencia y la medicina no puede regir en exclusividad la gestión de la pandemia por utilizar únicamente criterios sanitarios, sí que deben formar parte fundamental de la decisión política que por definición y por deber debe contemplar otros elementos como pueden ser la economía, las necesidades biológicas y psíquicas básicas o las infraestructuras y servicios que constituyen la columna vertebral de nuestro bienestar. Es decir la decisión política debe resolverse en base a valores que no siempre responden al conocimiento científico. Lo que si puede hacer la ciencia es ayudar a calcular las consecuencias probables de cada decisión política en un contexto determinado.
De alguna manera la pandemia es un problema político en la medida de que debe conciliar los intereses sanitarios con los económicos, educativos, sociales o culturales entre otros. Pero de ninguna manera debe considerarse a la pandemia un problema político porque deba favorecer a un partido o a una ideología: la política que se limita a la actividad de los partidos o a la de los políticos profesionales y por tanto a sus intereses es un fraude inmoral y destructor de las sociedades. La verdadera política es la actividad dedicada a imaginar, crear y debatir los fines de la vida comunitaria a partir del análisis y la interpretación de los problemas colectivos en un contexto dado, eso sí con la inestimable ayuda de la ciencia y la tecnología.

Temi Vives Rego
Biòleg i professor honorífic de la Universitat de Barcelona

Es un análisis aséptico, imparcial, meditado, tristemente realista y consecuente a un problema tan imprevisto como importante y que los políticos han minusvalorado y además aprovechado sin escrúpulos en su propio beneficio partidista sin contar con grupos científicos reales e imparciales que hubieran ahorrado muertes, evitado destrucción de puestos de trabajo ,empresas , evitar el desmantelamiento de un sistema sanitario ejemplar y sufrimientos físicos y anímicos en miles de personas que no han podido despedir ni contactar con sus seres queridos .