Feminismo y clase

En el año 1989 Kimberlé Crenshow denunció la existencia de diferentes situaciones opresivas a las que se enfrentaban las mujeres en función de las categorías sociales a las que pertenecían. El género era una razón determinante de discriminación, pero también la raza, la religión, la clase social o la orientación sexual, entre otras. Acuñó entonces el concepto feminismo interseccional, un feminismo inclusivo que conectaba con otras problemáticas como el racismo o el clasismo.

Desde entonces el enfoque interseccional está vinculado a la esencia del feminismo. Vivimos una nueva ola del movimiento feminista que nos arroja esperanza y que articula con fuerza una respuesta unitaria a la amenaza real de retroceso en materia de derechos e igualdad. El tsunami feminista actual visibiliza la gran diversidad de expresiones que tiene el machismo en todas las esferas para que la sociedad y los poderes públicos no permanezcan impertérritos.

Así pues, bajo el prisma del feminismo interseccional del que somos también herederas, en este momento de expansión del feminismo tenemos la oportunidad y la responsabilidad de incorporar otras perspectivas en las propuestas para la consecución de la igualdad de género, con el objetivo de no dejar atrás a ninguna mujer, de reivindicar la diversidad y de sumar con otros movimientos por el fin común de la justifica social.

Pondré un ejemplo local, en las elecciones municipales del Ayuntamiento de Barcelona, muchos partidos presentaron listas cremallera que han contribuido a la constitución de un consejo municipal paritario. No obstante, leía el otro día en un diario vecinal que no hay ningún concejal ni concejala procedente del Distrito de Nou Barris, el distrito con la renta per cápita más baja de la ciudad. Sorprende que algunos partidos progresistas, como los que finalmente conforman el gobierno municipal y que han recibido un gran número de votos de este distrito, no tengan a nadie en sus filas de este territorio. Pues bien, el feminismo, en este caso en el seno  de los partidos, tendría que ser un motor que ayudase a romper con la desigualdad de clase a través de la incidencia para la inclusión de colectivos tradicionalmente discriminados. Porque si estamos de acuerdo en que las mujeres tienen que vencer más obstáculos que los hombres para conseguir determinadas metas, las mujeres de clase obrera todavía más. Por esta razón, la presencia de mujeres en política como Meritxell Batet, Laura Pérez o Magdalena Valerio, entre otras, son tan importantes para el feminismo de clase. Estas mujeres han roto más de un techo de cristal, el primero, probablemente, en su familia, al ser las primeras mujeres universitarias.

Otro ejemplo, hace unos meses participé en un coloquio de una plataforma que lucha por la conciliación y que sin lugar a dudas está realizando una gran labor en este ámbito. Ahora bien, en aquel coloquio todas las mujeres que participaron exhibiendo sus carreras profesionales de éxito eran blancas, de clase media alta y seguramente con una extensa red sociofamiliar y poder económico que les facilita la conciliación. En aquel momento pensé que corríamos el serio peligro de excluir de la lucha a mujeres de otros perfiles: a las madres solteras, a las mujeres con trabajos precarios, a las inmigrantes con situación administrativa irregular, a las mujeres con diversidad funcional, etc. Y no nos lo podemos permitir.

El feminismo tiene la oportunidad histórica de no dejar atrás a ninguna mujer. De mostrar su capacidad solidaria con otras causas sociales. De reivindicar la diversidad.  Porque el feminismo será interseccional o no será.

Noelia Torres Baños

Politóloga. Profesional de la gestión de entidades y proyectos sociales

@ntorresba

Cada Àtom és una petita reflexió política de Club Còrtum

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