En el momento en que ya no sabemos bien que significa ser “mujer” con tantas tipologías en la que sexo y género se entremezclan y subjetivan, surge una campaña de visualización de las mujeres: ¡¡¡No + Matildas!!!.
Esta campaña está promovida por la Asociación de Mujeres Investigadoras y Tecnólogas.
Durante siglos las mujeres no han existido oficialmente ni en la ciencia ni en la tecnología, eran campos acotados exclusivamente masculinos. Una mujer en ellos tenía que ser, a la fuerza, ayudante y secundaria, y, desde luego, no podía aportar ningún avance.
Desde hace tiempo todo este maltrato y desprecio a las mujeres de ciencia se ha ido revisando, era un abuso total.
Descubrimientos hechos en un equipo en el que las mujeres son silenciadas, no nombradas, no citadas, o convertidas en meras ayudantes de laboratorio, siendo que eran investigadoras y partícipes en igualdad de descubrimientos. En cierto modo eran consideradas un adorno, y, por lo tanto, en las fotografías de la época y de los equipos se cita a pie de imagen a los varones, ellas eran una imagen anónima, independientemente de su participación.
Pero lo mismo ha pasado en otros campos como el arte y la literatura, campos en las que su contribución se ha atribuido (o se la ha atribuido) su pareja o colaborador, convirtiéndose en meras ayudantes no contribuyentes en nada.
Los libros de texto escolares las ignoran, ahora comienzan a citar a las sufragistas, y poca cosa más.
Parece que nunca hayamos existido cuando siempre hemos estado allí.
Es lo que se llama “efecto Matilda”, es decir, la discriminación y prejuicio en contra de los logros de las mujeres científicas, logros, en cambio, asumidos, reconocidos, e incluso premiados, pero que siempre llevaban un nombre masculino.
¿Y este nombre Matilda, de dónde viene?
Viene de Matilda Joslyn Gage (1826-1898), una activista norteamericana, que era también abolicionista (participó en el tren subterráneo, que ya expliqué en otro artículo) y, evidentemente, sufragista, el voto femenino era una reivindicación fundamental.
Matilda fue un personaje clave en la lucha de las mujeres, incluso fue considerada demasiado radical en algunos de sus presupuestos.
En su afán de reconocimiento de las mujeres escribió un ensayo titulado “La mujer inventora”, donde denuncia la situación de ignorar a las mujeres e incluso usurpar sus aportaciones.
Pero, aunque sus aportaciones y logros fueron importantes, no será hasta 1993 que no se hable del “efecto Matilda”, que será una aportación de la historiadora de la ciencia Margaret W. Rossiter, al considerar que el ensayo de Matilda es el primer escrito en el que se plantea esta negación, usurpación, a la aportación femenina en la ciencia.
El ”efecto Matilda” supone el perjuicio y, por tanto, el no reconocimiento, de los logros de las mujeres científicas, logros que serán atribuidos a sus compañeros, maridos o colaboradores del sexo masculino.
Y a pesar de los años las cosas no han cambiado tanto como debería, los roles que nos siguen vendiendo son más de roles secundarios o meros “floreros” o acompañantes, y no de personas que aportan conocimiento.
Por ejemplo, la moda de “las influencers”, que nos enseñan “looks” o formas de vida, solamente reducidas a aspectos físicos y destinadas a mujeres, reduciendo su esencia a un mero aspecto físico.
Repetimos y repetimos errores sin fin, creo que es el momento de que las Matildas actúen, actuemos, diciendo que ya se acabó, y que jamás volveremos a ocupar una segunda fila cuando nos corresponde la primera.
En ello estamos.
