no somos dioses

No me gusta hablar de moralidad, tiene un componente religioso que una atea convencida como yo no comparte, pero si me gusta el concepto de ética.

Hablemos de ética, y más concretamente, de la ética en la ciencia.

En estos tiempos en que empezamos a tomar conciencia de la importancia y la absoluta necesidad de cuidar el planeta, y no solo eso, sino buscar un equilibrio entre el desarrollo humano y el respeto a la tierra y a los animales, deberíamos parar y reflexionar.

Esta semana me he indignado con dos noticias científicas. La primera es el impactante vídeo difundido por la organización Cruelty Free International (CFI) en el que se muestra el maltrato al que han sido sometidos los animales con los que trabaja el laboratorio madrileño Vivotecnia. La otra es el equipo del científico español Juan Carlos Izpisua ha creado 132 embriones con una mezcla de células de mono y humano en un laboratorio de China. El motivo de este cruce sería crear un banco de órganos para transplantes en humanos.

¿Donde queda la ética en todo esto? se plantea la ininteligible pregunta de en qué se diferencia el hombre del animal. Es como preguntarnos en qué se diferencian los hombres de las mujeres.  Obviamente, en nada, porque las mujeres y los hombres somos primates. Entonces, ¿En qué se diferencian los hombres de los animales?.

La creciente consideración ética de los animales y la preocupación por evitar la crueldad en nuestra relación con ellos han llevado a poner en entredicho gran parte de los experimentos dolorosos realizados sobre animales vivos. Muchos de esos experimentos son innecesarios y carecen de justificación.

Pero mi pregunta va más allá. Aunque estos experimentos sean fundamentados en estudios científicos claros, ¿nos podemos permitir creernos por encima del resto de los animales y utilizarlos como base científica sin tener en cuenta la crueldad y el dolor?.

Mi respuesta sin fisuras es no.

¿Queremos vivir 100 años a costa de la crueldad? ¿Queremos crear animales en laboratorios con nuestros genes para luego matarlos y conseguir hígados y riñones frescos y transplantables?

¿Queremos la eterna juventud a costa del maltrato y la creencia de la supremacía de la raza humana? ¿En serio nos creemos los únicos con capacidad de amar, sufrir, querer y sentir?.

Si pensamos y analizamos nuestro comportamiento hasta la fecha, no hemos más que conseguido la degradación del medio que nos permite la vida y el desarrollo como personas.

Podemos hacer y actuar de otra manera, dejemos de creer que somos dioses, porque señoras y señores dios no existe, y de existir probablemente sería un mono, de esos que maltratan en Vivotecnia.

Victoria Corbacho

Sindicalista UGT Baix Llobregat

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