El domingo 10 de febrero todos los que nos situamos a la izquierda dábamos palmas de alegría, hasta aplaudíamos con las orejas, y saltos de emoción que nos elevaban en nuestra mermada autoestima como rojerío ¡FRACASO, FRACASO! Leíamos por doquier (tan antiguo como felón) y la sonrisa se nos escapaba tras cada uno de los mensajes ocurrentes que corrían por las redes.
Bien, muy bien.
Tras la tormenta ha llegado la calma y llega el momento en que nos sentamos en el sofá de casa o tras una mesa de bar rodeados de amistades o simplemente con la compañera con la que tomamos el café cada día y nos despertamos a la realidad: Colón fue un fracaso, pero menos.
Toda la derecha, toda sin excepción (incluida la extrema), consiguió hacer de tripas corazón y unirse ante un solo grito: Unidos por España, al más puro estilo de aquellas manifestaciones de los años treinta. Y se unieron, sin fisuras, sin declaraciones contradictorias, sin ningún tipo de dudas.
Mientras, en la izquierda, algunos les bailamos el agua a los procesistas, nos tiramos los trastos a la cabeza y no conseguimos aglutinarnos ni para ir a coger euros.
Nos hemos diluido en dimes y diretes y no somos capaces de hacer llegar un discurso progresista acorde con la constitución que aglutine tanto como el que aglutina el suyo. Pasos vamos dando, pero a veces hacia atrás.
Fracaso, sí, pero ojo avizor.
Àfrica Lorente Castillo
Escriptora

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