¿Por qué el hombre paga por sexo?

 

Esta es la pregunta que intenta responder el club de lectura Lletra Violeta en un acto celebrado en el Centro Cultural Cèntric del Prat de Llobregat con la colaboración de Club Cortum, donde intervienen la profesora de sociología de la Universidad de Vigo, Águeda Gómez Suárez, autora del libro El putero español y Mónica Alario Gavilán, profesora de la Universidad Rey Juan Carlos I de Madrid. La alcaldesa de Sant Boi de Llobregat estuvo presente a través de un vídeo como coordindora de la Red de Minisipios Catalanes Libres del Tráfico de Mujeres y Niñas.

Águeda Gómez explica que la prostitución está dentro de un sistema en el cual entran la pornografía y otros elementos. En su libro destacan muchas cosas, por ejemplo, la diferencia entre lo que dicen los clientes sobre ellos mismos y lo que opinan las aparecen muchos episodios de maltrato, de violencia, de no aceptar el trato inicial por parte de los clientes.

La mujer es un simple objeto de consumo, que lamentablemente se está extendiendo entre la gente joven que considera que “el ir de putas es una cosa menos complicada que ligar”. Es como si hubiera un miedo a lo que la mujer pueda desear. Algo que expresa la existencia de una sexualidad masculina en la que la subjetividad de la otra parte, de la mujer, no cuenta.

Al final lo que muestra es esta especie de cobardía acudir al sexo de pago, porque tú no te enfrentas a la negociación con un igual, con una igual, para ver lo que se hace y lo que no se hace. El cliente mercantilista es el más joven. Dentro de su esquema (porque están educados dentro de una sociedad igualitaria, en la que hombres y mujeres tienen los mismos derechos). Se saltan la negociación, el tener que enfrentarse y fracasar o triunfar o desarrollarlo, pero sin esa autocensura. Por eso tiene que ver mucho con la construcción de la identidad masculina, de su subjetividad masculina, porque piensan que, si no «cumplen» como tal, que ellas se burlarán. Y entonces eso les cuestiona su identidad masculina. Claro, el hombre siempre tiene que estar demostrando que es hombre. La mujer parece que, como se supone que estamos más vinculadas a la naturaleza, no lo tenemos que hacer.

Quizás se han desmoronado los referentes tradicionales del ser hombre padre-proveedor. Manuel Castells, cuando habla del movimiento de los indignados, hace un pie de página muy pequeñito, que dice: “Cuando pasó lo del 2008, la crisis financiera en España, muchas prostitutas de lujo de Madrid hicieron un huelga porque estaban indignadas con sus clientes”. Es un pie de página muy pequeñito, porque, claro, es muy complicado demostrar “científicamente” eso y él es un hombre muy prudente.Por tanto, esta es una forma de reafirmar la masculinidad en declive de una forma infantil. El declive de la masculinidad tradicional tiene que ver con el auge del uso de la prostitución.

Entre la gente joven la lógica del consumo se impone a cualquier otro tipo de lógica. Las relaciones las analizan, interpretan y viven como consumidores sobre todo, y con sus derechos de consumidor y con lo que se vende. Las mismas lógicas y con la compra de emociones para uso de uno y así. No hay una humanización de la relación humana. A lo mejor, con sus parejas sí, pero en ese mundo no. Y aún así, en sus parejas, el cálculo coste/beneficio está muy presente. Pero esta es nuestra sociedad, la sociedad de consumo avanzado, que estás ahí haciendo ese cálculo mercantilista.

Por su parte, Mónica Alario se refirió a la pornografía como elemento de banalización y cosificación de las mujeres, que aparecen seleccionadas en las páginas web especializadas en el género en función de su sexo, sus atributos sexuales, su raza o las prácticas sexuales, en ocasiones aberrantes, que se pueden ver.

Hablamos por lo tanto de una forma diferente de ejercer la violencia sobre la mujer, que en ocasiones se disfraza bajo nuevas denominaciones, como el porno femenino, que al fin y al cabo, sigue siendo el mismo que el porno masculino, un lugar en el que la mujer se  somete a los deseos del hombre, pero con una etiqueta diferente que intenta conseguir su legitimación.“La pornografía, al final, es instrumentalizar un hueco para tu placer sexual”, asegura Alario.

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