La mutilación puede ser de muchas maneras. Puede ser física, puede ser psíquica, puede ser moral, o puede ser de derechos. Sin duda, la más dolorosa por su significado y por las secuelas que deja, es la mutilación genital femenina.
Cada 6 de febrero, levantamos la voz en contra de la ablación. Las redes se llenan de imágenes pidiendo su erradicación. Recordamos que más de 200 millones de mujeres y niñas en el mundo la han padecido. Según Cruz Roja esa escalofriante cifra podría incrementarse en 30 millones en 10 años.
Intuimos que es dolorosa, humillante. Nada de lo que nos imaginemos es tan cruel como padecerla. Se mutila mucho más que los órganos genitales femeninos. Mutila el derecho a la salud, a la integridad física, a la autonomía personal y la integridad física.
Pensamos que es algo lejano, que sólo ocurre a las mujeres en algunos países de África, pero la verdad es que ocurre más cerca de lo que nos imaginamos. Los más de 200 millones de mujeres que han sido objeto de la mutilación genital femenina no lo han sido sólo en países lejanos.
¿Seremos capaces de abolir la mutilación genital femenina en 2030?
Deberíamos. Al menos, lo intentaremos con todas nuestras fuerzas. De entrada, en la agenda de Naciones Unidas, figura como un pilar clave de para los Objetivos de Desarrollo Sostenible en 2030.
En este sentido, en 2016, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU adoptó una resolución sobre la eliminación de la MGF definiéndola como “un acto de violencia contra las mujeres y niñas”. En la misma línea, el Parlamento Panafricano, órgano legislativo de la Unión Africana, llegaba a la conclusión de que la ablación debe acabar cuanto antes.
Aun así hay quien defiende de que se trata de un tema cultural, de una tradición ancestral. Es el motivo por el que la madres de las niñas perpetúan la práctica que le realizaron sus madres y a ellas, sus abuelas. Según estudios realizados por diferentes universidades, “hombres y mujeres de la zona, están atascados en una convención que les lleva a creer que la mutilación genital femenina es necesaria para formar parte del grupo y es esencial para el matrimonio”.
¿Se puede revertir esta situación? Sin duda se puede. Así como se pudo abolir la esclavitud, se podrá abolir la ablación. Pero no es fácil, ni rápido. Requiere un esfuerzo internacional, pero también y sobre todo, un esfuerzo local e individual.
No es fácil transformar la idea entre los grupos que la practican, de que la mutilación genital femenina no es una valiosa tradición cultural, sino una mutilación de derechos. El proceso de transformación pasa por el diálogo entre familias y comunidades, no para imponer la cultura occidental, ni juzgar a las comunidades, sino en trabajar con ellas directamente para reforzar los aspectos positivos de la cultura local.
Como en todo, los grupos sociales funcionamos por referentes. Por ello, es tan importante la implicación de los miembros más respetados de la comunidad, los líderes religiosos, los líderes sociales, las lideresas de las redes sociales que defienden la tradición.
Y por supuesto, los líderes políticos para que se impliquen con las reformas legislativas necesarias; para que implementen políticas nacionales e impliquen a los medios de comunicación públicos. En Kenia, por ejemplo, la MGF está prohibida desde 2011, pero la ley no ha supuesto una efectividad real en el día a día de las mujeres del norte del país. Lo único que ha cambiado, y a peor, han sido las condiciones en las que se practica: clandestinamente y con mayor riesgo para la mujer al tener unas condiciones médicas peores que cuando acudían a los hospitales.
“La decisión de una familia de abandonar o practicar la mutilación genital femenina está directamente relacionada con la recompensa o la recriminación social”, según Gordon Alexander, Director del Centro de Investigación Innocenti de UNICEF.
Hace falta un cambio generacional y social para acabar no sólo con la ablación, sino con cualquier práctica que atenta contra los derechos de la mujer.
Pequeños pasos, hacen un gran avance para los derechos de la mujer. Leyes, acciones nacionales e internacionales, implicación de los medios de comunicación. Todos y todas podemos hacer algo para abolir la Mutilación Genital Femenina.
Como decía Eduardo Galeano, recordemos que “Mucha gente pequeña en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas pueden cambiar el mundo”.
Erika Torregrossa
@erikatorregrosa