En junio del 2015 Donald Trump anunció su candidatura como aspirante republicano a la presidencia de Estados Unidos de América y venció a todos los candidatos republicanos en sus primarias, aunque entonces nadie le tomo en serio porque el favorito del “establishment” era Marco Rubio, senador por Florida. El pasado martes 8 de noviembre, contra todo pronóstico, Trump ganó las elecciones presidenciales de Estados Unidos de América a Hillary Clinton, con lo que el magnate estadounidense ha hecho saltar en añicos la lógica electoral de la política americana. Los republicanos no sólo logran recuperar la presidencia tras 8 años de gobierno de Obama sino que tendrán la mayoría en el Senado y la Cámara de Representantes.
Trump lanzó su candidatura con un mensaje radical, xenófobo, duro, populista, ególatra y demagogo. Este tipo de retórica es percibida como positiva y valiente por una población pesimista, cansada y enfadada con el “establishment” tanto del partido Demócrata como del partido Republicano y con los políticos profesionales en general. El consultor en comunicación política Antoni Gutiérrez-Rubí manifestó que “Trump puede ser odioso, pero no es un descerebrado, aunque lo parezca, él sabe del poder del lenguaje, convertido en espectáculo, dirigido a una sociedad conectada en la que la materia prima es la información”
Con un discurso xenófobo, el magnate sedujo por un lado a buena parte de la clase media y la obrera blanca, empobrecida, sin privilegios, donde la mortalidad de la población blanca de mediana edad se ha disparado. El periodista Rafael Vilasanjuan escribió que América es una “sociedad dividida y afectada por la brecha de desigualdad de un sistema económico profundamente injusto, con ganancias millonarias que escapan al fisco y salarios basura cada vez más extendidos en la clase media”. Por su parte, Antoni Gutiérrez-Rubí manifestó que “ha calado el mensaje de Trump emocional, anticapitalista, que va directo al estómago de los votantes y no a su cerebro”. En la misma línea, el lingüista y filósofo Noam Chomsky, cuando fue invitado a Barcelona por el Instituto sobre Globalización Cultural y Movilidad de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU-GCM), dijo: “Trump habla de asuntos que le importa a la gente a la que se dirige”.
Por otro lado, los asesores de la campaña de Trump detectaron que la población blanca estaba cabreada por haber perdido su supremacía en la sociedad, porque tienen el imaginario que América fue levantado por los blancos y saben que dentro de una década ya no serán mayoría, y de ese presupuesto surge el discurso de Trump antinmigración. Así el 67% de los blancos sin estudios votaron a Trump y solo el 28% votaron a Clinton; también entre los blancos con estudios ganó Trump con el 49%, frente al 45% que lo hicieron por Hillary. En mayor o menor medida el candidato republicano logró que le votasen los hombres y mujeres de todas las razas y edades, evangélicos, moderados y conservadores, es decir, que contó con el apoyo de todos los hombres y mujeres que se sienten excluidos del sistema.
El mismo terreno abonado por el sistema político que se encontró Trump en Estados Unidos se encuentra también la Europa de hoy. La unión Europea acumula crisis sin resolver y pierde cada vez más el apoyo de la población a causa de las políticas de los recortes que imponen Bruselas y Berlín, que son calificadas de “suicida” por los premio nobel de economía Joseph Stiglitz y Paul Krugman. El modelo social europeo está desmantelado el estado del bienestar, lo cual ha disparado la precariedad y la desigualdad. Al mismo tiempo también se ha disparado el desprestigio de los partidos tradicionales con políticos profesionales incapaces de ofrecer soluciones a la crisis económica, social y a la corrupción sistemática.
La llegada masiva de refugiados ha abierto las puertas al ultra conservadurismo de tinte más racista y xenófobo y la Unión Europea ha sido incapaz de diseñar una política de acogida de refugiados para no causar miedo en los países castigados por la crisis económica y social. El discurso xenófobo está engrasando al populismo neofascista emergente en la mayor parte de Europa.
En el Reino Unido, los dos partidos mayoritarios no han sabido o no han querido frenar el deterioro de los servicios públicos y la falta de inversión en los barrios con alta inmigración, que se degradan, lo cual supone a su vez todo un caldo de cultivo para el surgimiento de la xenofobia y el racismo. Fue ésta una de las causas para que ganara el Brexit, en una campaña liderada por Boris Johnson, ex alcalde de Londres, y por Nigel Farage, líder del UKIP. También Donald Trump, se posicionó a favor de la campaña del Brexit asegurando que el Reino Unido estaría mejor si estuviera fuera de la Unión Europea. El populismo no había sido tan explícito en Inglaterra desde los años treinta del siglo pasado.
En Francia, el Frente Nacional (FN) obtuvo el 25% en las elecciones europeas y fue la fuerza más votada en la primera vuelta de las elecciones regionales de diciembre del 2015; su mensaje cala en amplias capas sociales decepcionadas con la izquierda y la derecha, ya que ambas llevan años sin solucionar los problemas de la población más desfavorecida y de los jóvenes; así el FN se ha convertido en el partido más votado por los obreros. En Alemania, dentro de Alternativa para Alemania (AfD), el principal discurso de su líder, Frauke Petry, es contra los refugiados y contra la inmigración en general, de esta forma Frauke Petry se está abriendo camino hacia el Bundestag en las elecciones generales de septiembre de 2017. Por su parte, el magnate populista Silvio Berlusconi gobernó 20 años en Italia en alianza con la Liga del norte; ahora Matteo Salvini, el secretario de la Liga del Norte, quiere consolidar una alternativa fuerte de derecha, antisistema, antiinmigración y anti euro.
La extrema derecha progresa a pasos agigantados en otros países de Europa: el Partido de la Libertad (FPÖ) en Austria, el Partido por la Libertad en Holanda, Aurora Dorada en Grecia, el Partido del Progreso en Noruega, y también lo hace en Finlandia, Polonia, Hungría, Dinamarca, República Checa, Bélgica, Croacia y Rumanía, en el que su discurso, mensaje y propuestas son similares entre un país y otro.
Tras su victoria Trump fue felicitado por los líderes de los principales partidos populistas y ultras de Europa: Marine Le Pen del Frente Nacional (FN), Geert Wilders (Partido Libertad) de Holanda, Nigel Farage (UKIP), Matteo Salvini de la Liga del Norte de Italia, o Frauke Petry de Alternativa para Alemania (AfD) quien escribió en su cuenta de twitter: “Los americanos han optado por un nuevo comienzo y contra la corrupción. Esta oportunidad es histórica”.
El próximo año hay elecciones en Francia, Holanda y Alemania. Con toda probabilidad Marine Le Pen pasará a la segunda vuelta, en Holanda Geert Wilders se encuentra bien posicionado y Alternativa por Alemania está creciendo como la espuma. No debemos de cerrar los ojos al efecto contagio de Trump en Europa, todo es posible. Como dijo Ian Buruma, profesor de Democracia, Derechos Humanos y Periodismo en el Bard College, publicado en la Vanguardia del 19 de agosto de 2016, la “clave del éxito populista es afirmar los sueños de los que tienen poco”
Javier Paredes. Sociologo y Master en Inmigraciones Contemporáneas por la Universidad Autónoma de Barcelona